Capítulo 7

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RICHARD:

Al llegar a la oficina, como siempre muchos casos que resolver. Pero desde hace mucho tiempo, mi mente no estaba para eso. Me sentía un poco mal por mi esposa, pero es que a veces ella se lo busca.

-¿Pasa algo?-Pregunto Hans, mi director ejecutivo.

-Solo que espero que de el inmenso error que cometí al casarme... Emma lo pueda arreglar. -Hans rio y me dio una palmada en el hombro.

-¡Ustedes van a hacer una fortuna!-Agregó mientras se ponía de pie.

Hans sabía todo lo que pasaba. Era mi caja fuerte. Porque su silencio, lo pagaban los casos sin resolver.

-¡Vamos hombre!. Dos años y esto se sella.-Dijo.

-¡Si!... así que por ahora dejemos a los demonios en la caja.-Respondí.

Hay errores que a lo largo de la vida dejan de ser errores. Se vuelven, decisiones.

Mi secretaria, Ana, de piernas largas y cabello rubio, me lo recordaba cada viernes después de la junta con el equipo.

De adolescente, veía como mi papá iba y venía con diferentes mujeres, para que fueran mi nueva mamá. O eso creía. Disfrute en silencio y soledad de toda la fortuna que mi familia había hecho. Papá murió de cirrosis, y solo porque ya era mayor de edad no fui a un orfanato. Por un tiempo todo eso dolió, después de la muerte de mi mamá, dolía aún más. Cuando yo tenía catorce años, ella se fue. Para mí era la mejor, lo mejor. No esperaba la hora de ir a casa cuando estaba en la clase de la señorita Loly, en cuarto grado. Nunca creía que fuera muy lista, aunque no me creía más que ella. Todos sus novios la visitaban a la hora de la clase de manualidades. A pesar de ser un colegio de prestigio, creo que no era precisamente una maestra, si no una niñera. También creía que quizás no la despedían, porque era ya alguien algo mayor. Que tal vez era de esas personas que se dedican tanto a su trabajo que luego no saben qué hacer con su vida, y terminan muriendo allí.

Solo sé que cuando veía a mi mamá, sentía rico, calientito. Sin importar que un día después de la escuela, al llegar a casa con una calificación de A+1, fue algo extraordinario en mi clase de sociales, entre a su recamara, ella se estaba bañando, cuando vi una peluca en su tocador y varios frascos de pastillas en la cama. Junto a eso, ese vestido floreado que se ponía para ir a visitar a la abuela, al otro lado de la ciudad, esa cinta amarilla con la que se ataba el cabello, y un sobre que decía:

"Para Richi.

Con amor de mamá"

Ella salió con su bata rosada, y sin querer lo primero que vi. Fue su cabeza. Estaba casi calva. Me vio y se paralizo. El cáncer me la arrebataba. Lo explicaba en su carta. Se iría con la abuela durante algún tiempo para que yo no viera los efectos de la quimioterapia. A los pocos meses regreso. Y no me importo su físico.

Vivió dos años más de lo que le habían pronosticado. Y la vi sonreír, hasta el último momento. Sentía ese calor cada vez que la veía. Aunque ya no la pudiera tocar. Aunque estuviera detrás de ese vidrio. Aunque ya no la pudiera ver. Aunque estuviera, treinta metros bajo tierra. Algo en mi murió con ella.

Mi padre había llevado el apellido de mi familia a la punta de la ruina, por eso me tuve que casar con Sussan Lovent, pero quería más

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Mi padre había llevado el apellido de mi familia a la punta de la ruina, por eso me tuve que casar con Sussan Lovent, pero quería más. Más de lo que él o mi madre habían alcanzado. Quería asegurarme de que no iba a perder, nunca más, nada.

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