Capítulo 5

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Esa noche mientras Emma dormía, su padre gritaba, y que su madre lloraba. Así que abrió la puerta un poco, y tuvo vista de lo que pasaba. Emma se quedo paralizada, y comenzó a temblar, mientras lágrimas salían de sus bellos ojos cafés. En silencio, vio a su padre arrojar una botella desde las gradas, y luego arrastrar a su madre por el suelo hasta su oficina dejando un ligero rastro de sangre. Después de ver entrar a su padre a la oficina, escuchó botellas rompiéndose. También a su madre gritar y llorar. Por último su madre grito. Pero fue un grito en el vacío, un grito que cubrió la casa de silencio y angustia.

-¡Te odio!- Grito su madre.

Luego la casa se lleno de un silencio que permaneció por unos minutos. Emma espero a que su padre saliera de la oficina, que luego entró a su habitación, con unos aruños en la mejilla. Emma valiente salió, y rápidamente entro a la oficina de su padre. Al entrar vio todo tirado, y a su madre en el suelo. Emma muy asustada corrió a abrazarla y la vio con golpes y moretones en el rostro, y sus labios y frente sangraban.

-Todo va a estar bien... todo va a estar bien mami. – Dijo limpiándose las lágrimas. -Tranquila mami... vas a estar bien. Voy por ayuda.

Emma al salir cerró la puerta y en el primer escalón su padre la jalo del cabello, y luego del brazo.

-¡Te callas!... o te va a ir igual o peor.-Dijo con una mirada de odio.

El miedo invadía por completo a Emma.

Emma afirmo con la cabeza. Y se fue corriendo a llamar a su nana, que salía de la cocina. Ambas en silencio esperaron a que su padre saliera.

Escucharon que se fue en su auto, y salieron corriendo con un botiquín de primeros auxilios hacia en donde estaba su madre. Al entrar la vieron de rodillas orando Emma comenzó a llorar muy molesta.

-¡Como vas a pensar que Él te va escuchar! ¡Que no acabas de ver lo que permitió que te pasara!-Grito.

-¿Cómo puedes decir eso? No fue Él quien me golpeo... ¡Fue tu padre!, Pero Dios me va a dar las fuerzas para superar esto.- Respondió la señora Sussan muy decidida, pero con lágrimas en los ojos.

Emma solo la levanto, y sin decir nada más la llevo a su habitación, en donde junto con su nana la curaron, mientras tanto lo demás sirvientes recogían todo en el lugar.

La madre de Emma se quedo dormida sobre sus piernas. Después de que otra muchacha le llevara un vaso con agua y unas pastillas para el dolor, y así pudiera dormir. Emma le sobaba el cabello mientras le daba pequeños besos. Sin decir nada a nadie como si nada hubiera pasado esa noche no durmió, y solo vigilaba el sueño de su madre.

Pero al siguiente día, Emma se fue a la escuela como si nada. Todo estuvo bien, aunque por instantes se le iban a la mente escenas de lo que había visto o lo que había escuchado. Pero en un momento sin querer se quedo dormida. Gerald la intentó despertar, moviéndole el codo. Pero fue inútil. Cuando de repente, despertó sobresaltada.

-¡Déjala!-Grito.

Todos comenzaron a reír y le profesor pregunto si estaba bien, Emma solo vio a Gerald quien solamente la vio con seriedad y ella afirmo con la cabeza. Y en el resto de la mañana no se dirigieron la palabra. Al terminar las clases Gerald la tomo del brazo y la detuvo antes de que entrara a su auto.

-¿Quieres salir hoy?- Pregunto Gerald con una tierna sonrisa.

-No.- Respondió viendo el interior del auto.

-¿Estás bien?-Insistió.

Pero Emma solo cerró la puerta sin decir nada más.

-¡Emma!-Grito mientras el auto arrancaba.

Mientras Emma solo lo contemplaba detrás del vidrio polarizado, llorando en silencio.

Esa tarde Emma apago su celular queriendo alejarse de hasta su mejor amigo. David la había notado muy rara en la escuela, así que esa tarde la llego a visitar.

-Dile que no estoy.- Dijo Emma a su nana.

-¿Pero es David, tu mejor amigo?... Viene con unos globos y...

-¡Dile que no estoy!- Dijo Emma muy seria mientras mantenía la vista en la ventana.

Su nana se retiro. Emma se asomo a la ventana, y vio a David quien se miraba extrañado con la respuesta de Martha. Antes de irse él dirigió su vista hacía el balcón de Emma. Y ella se escondió.

Durante un mes, Emma cambio. Los gritos, ponían sordos sus oídos. Los golpes de su padre hacia su madre, hacían que se le cayera la venda de los ojos. Y las palabras hirientes de Richard Brintz hacía ellas, le sellaban los labios. 

 

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