A STAR IN THE NIGHT

CAPITULO XXVII

—¿Riqueza?

—Su madre murió y le ha dejado una pequeña fortuna en acciones —contestó Niall, observando con compasión el efecto que la noticia tenía en Harry— Ha dicho que se irá en cuanto encontremos una sustituta. Lógicamente, no necesita trabajar teniendo un millón de dólares.

Harry fue al fregadero y se sirvió un vaso de agua que no quería, sólo para evitar gruñir en alto.

Louis tenía dinero. Se iba.

Él creía que tenía tiempo para aclarar sus sentimientos, pero de pronto se había quedado sin nada.

Louis se iría y no volvería a verlo.

Conocería a algún joven, se casaría y tendrían hijos.

A Louis le encantaría tener hijos...

Dejó el vaso sobre la mesa con un golpe seco.

—Tengo cosas que hacer. ¿Qué tal los nuevos toros?

—Ya están aquí, y he conseguido que Billy me venda ese toro Sallers —añadió Niall, ufano— Lo he dejado en un pasto solo, con su propio establo para cuando haga mal tiempo.

Harry no se alegró como lo habría hecho hacía unos días. Parecía pensativo y preocupado. Muy preocupado.

—No será lo mismo sin Louis, ¿verdad? —dijo Niall con suavidad.

La expresión de Harry se endureció de inmediato.

—En cuanto me cambie iré al estudio a seguir con el papeleo.

—¿No vas a contarme qué tal ha ido la conferencia?

—Después —dijo Harry, distraídamente.

Salió de la habitación sin mirar atrás.

Se comportó de forma extraña durante el resto del día. Y no se presentó a cenar.

—Ha dicho que tenía que salir a por algo, y sólo Dios sabe qué —murmuró Matt—Las tiendas se cierran a las seis y él lo sabe muy bien.

—Puede que le esté dando vueltas a algo en la cabeza —dijo Niall, mirando a Louis, que estaba ocupado sirviendo la salsa del pollo.

Matt suspiró.

—Debe ser algo importante. He visto que no se dirigía hacia Jacobsville. Iba en dirección al bar de Shea.

Niall arqueó las cejas.

—¿En serio?

Louis terminó de servir la comida, tan preocupado por la reaparición de Harry que no lograba ordenar en lo más mínimo sus pensamientos.

Irse iba a resultar mucho más difícil de lo que había imaginado.

No escuchó el último comentario sobre el bar de Shea, y apenas tocó su comida.

Luego recogió la cocina, ajeno a las preocupadas miradas de los hermanos, y se acostó pronto, se sentía como si fuera el fin del mundo.

Lo mismo le sucedía a Harry, que estaba silenciosamente sentado a una mesa del Shea, bebiendo un whisky tras otro, hasta quedar agradablemente aturdido y apenas coherente.

Como no era ningún tonto, en lugar de conducir de vuelta al rancho llamó a un taxi.

Una vez de regreso, logró cruzar el recibidor sin caer ni tropezar con nada, cosa sorprendente teniendo en cuenta la cantidad de alcohol ingerido.

Llegó a su habitación e incluso logró meterse en la ducha.

Con el pelo aún húmedo y cubierto tan sólo por un albornoz corto, se le ocurrió que debía preguntar a Louis a qué venían aquellas prisas por irse del rancho.