21. Elixir.

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Laughing Jack

Miré a Chrystalle, dormida. Observaba cómo un rayo de luz se posaba delicadamente en su rostro.

—¡Alguien cierre las estúpidas cortinas, el Sol me asfixia!
Solté una sonora carcajada ante el comentario de Chrystalle. Chasqueé mis dedos y las cortinas se cerraron de golpe.

—¿Cómo hiciste eso? -dijo Chrystalle, abriendo como platos los ojos-.

—Magia, querida -respondí, con una sonrisa soberbia-.

—¿Haces magia?

—Chrystalle, tengo un Circo entero para mí. Un Circo no es nada sin magia.

—Pero... -comenzó a decir-.

—Cuando gustes, irás conmigo al Circo.

—Oh, amm -dice, poniéndose nerviosa y mirando desesperadamente a todos lados-. No quiero ver más gente morir.

Me reí. Qué mal, no sabe disfrutar la muerte: el elixir de la vida.

—No sabes de lo que te pierdes, Chrystalle -le dije, sonriendo-.

Los ojos grises y profundos de Chrystalle me observaron por unos segundos.

—Jack -me llamó, en voz baja-.

La miré, dando a entender que le prestaba atención.

—¿Me vas a matar? -dijo con un hilo de voz-.

—No.

—¿Por qué no?

—¿De verdad quieres que lo haga, Chrystalle?

Hubo un breve silencio.

—No, no quiero. Pero no entiendo por qué no lo harás.

Chrystalle, tan ilusa, tan frágil como un cristal. Claramente yo no voy a asesinarla, si lo hubiera querido ya lo hubiese hecho. Pero yo no voy a asesinarla, eso no me toca a mí. Yo sólo la voy a arrastrar a una muerte lenta, pero segura. Y eso no tiene por qué saberlo.

—No tienes por qué entenderlo. ¿Qué harás hoy?

Chrystalle me miró, desconcertada y confundida.

—Iré a ver a Alysha a su casa -respondió, sonriendo-.

Su sonrisa es un bálsamo que cura mis más profundos pésames y desgarradores deseos de mal.

Toqué su mejilla con una de mis negras garras, cuidadosamente. Tratando de no provocar un corte en su piel. Chrystalle cerró los ojos, suspirando, disfrutando el tacto de mi gélida garra sobre su piel.

—Adiós, Chrystalle.

—¿Te vas? -preguntó, abriendo estrepitosamente los ojos, grandes, confundidos, hambrientos de respuestas-.

—Así es.

—¿Por qué? ¿Volverás? No quiero que te vayas, aún es temprano.

—Tengo que irme, Chrystalle. Pero volveré.

—¿Volverás hoy?

—No, no creo -dije, fríamente-.

—Ya veo -dijo ella, un poco desanimada-.

Los dedos de Chrystalle se juntaban nerviosamente, mientras jugaba con ellos, reprimiendo sus sentimientos, el dolor, las lágrimas.

Acaricié su cabello con mis manos, tratando de tranquilizarla. Alcé su mentón con una garra y le di un casto beso en los labios. Ella me miró, por última vez, antes de que me esfumara de ahí.

Dentro de mí, los sentimientos se arremolinaban. No entendía por qué no podía simplemente terminar con su vida. Sentía algo por ella, pero eso no era suficiente como para querer salvarla de las tinieblas de la muerte.
Nunca sería suficiente, soy un ser que no puede enamorarse, no siente compasión. Tampoco puedo amar. Lo único que siento es atracción, y ese no es motivo para dejar con vida a alguien. Yo disfruto ver sufrir a las personas, eso alimenta mi putrefacto corazón.

Y esas son las repercusiones de enamorarte de un asesino. Psicópata, despiadado, frío. Nunca sabes cuándo puede darte la mano para avanzar un paso, o cuándo puede empujarte al abismo.

Activity X |Laughing Jack|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora