25. Maldita tecnología.

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Laughing Jack

Maldita tecnología, todos dicen que es mucho más fácil comunicarte por un teléfono celular, pero yo lo veo realmente difícil. Me acomodé en mi sillón, mientras tecleaba en el aparato, tratando de encontrar el número de contacto de Helen, para llamarlo y poder saber algo de la "princesa en apuros", nombre que le había puesto él mismo a Chrystalle. Es frágil y pequeña, pero no creo que sea una princesa en apuros. Princesa, sí. En apuros, no. No sé cómo, pero ella siempre logra salir de cualquier apuro en el que se encuentre.

Escuché cómo alguien azotó la puerta de mi casa, y antes de sacar mis negras garras, Ben Drowned se recargó en el umbral de mi puerta.

—¿Qué hay de nuevo, Jack? ¿Nuevo juguete? —preguntó, señalando con su mirada mi celular.

Asentí, un poco molesto por su repentina y molesta llegada.

—Venga, déjame ayudarte —se sentó a mi lado y el mocoso insolente agarró rápidamente mi celular, y empezó a teclear muchas cosas, diciendo que lo estaba configurando para que pudiera usarlo más fácilmente.

—¿Qué carajos haces? —pregunté, sin entender cómo tecleaba tan rápido.

—Ya verás —comentó, después formándose un largo silencio, hasta que me extendió el celular y me explicó algunas cosas básicas para usarlo—. ¿Qué harías sin mí, verdad?

Le agradecí mientras puse mis ojos en blanco por su egocéntrico comentario, mientras llamaba por teléfono a Helen.

—Hey —contestó del otro lado de la línea, su voz sonaba agitada, sonaba cómo algo arrastraba por el piso.

—¿Qué rayos haces? —pregunté, refiriéndome al sonido que se escuchaba.

—Nada —sonó como algo pesado se desplomaba por el piso, provocando un ruido sordo—. Bueno, sí. Necesitaba sangre, mis dibujos no se hacen solos.

—¿Cómo está Chrystalle? —inquirí, secamente.

—¿Por qué te importa tanto? ¿Qué tiene de especial?

—Te pregunté algo, Helen.

—Bien —dijo, a regañadientes.

—Define bien —algo dentro de mí, me hacía sentir inseguro por haberle dicho a Helen que se quedara con Chrystalle. Algo no andaba bien, no de todo.

—Pues sigue viva —tosió—, eso es lo que importa.

Hubo un silencio durante algunos segundos, no estaba del todo seguro de lo que iba a decir, pero era una idea que había premeditado desde hace tiempo.

—Este juego tiene que detenerse —demandé.

—¿Qué mierdas dices? —preguntó Helen con rabia—. No puedes hacer eso. Llevamos planeándolo desde hace años. Además, no es un juego. Es un estilo de vida. Un sacrificio, que debemos hacer nosotros. La gente ya no nos tiene miedo, Jack. ¡Nos idolatran, escriben historias sobre nosotros y hacen estúpidas parejas entre nosotros, como si no fuéramos asesinos! La gente que antes nos temía ahora trata de invocarnos con estúpidos rituales de mierda, ya no nos tienen miedo como antes. Este "juego", como tú le llamas, que en realidad es una masacre, nos ayudará para devolvernos nuestra reputación de antes, volverán a temernos. ¿Y ahora dices que quieres detenerlo? Vete a la mierda —escupió ferozmente, se le escuchaba muy molesto.

—Yo lo sé, Helen. ¿Pero qué carajo tiene que importarnos si no nos temen? Es estúpido seguir con esto, pueden pensar lo que quieran, no importa. Están tan inmersos en la tecnología, que no se darán cuenta si asesinamos a la mitad de la población, ellos solos se están matando, antes mataban por deudas o por venganza, ahora la gente mata a otros porque tienen un mejor celular que ellos, la sociedad es una mierda, y no vale la pena hacer todo esto, solamente por ellos.

—¿Entiendes que si no nos temen, estamos en peligro nosotros, verdad? Joder, Jack. Ellos empezarán a matarnos a nosotros, nos ven como un juego, como una "creepypasta".

—¿Una qué mierda?

—Creepypasta, Jack. Así nos dicen. Crearon estúpidas historias que no son ciertas, que lo único que hacen es ponernos a nosotros como víctimas. Y se burlan de nuestras historias, apariencias y personalidades. Esta masacre no va a acabar, es más, acaba de empezar, y da inicio con Chrystalle. Te guste o no.

Se escuchó un pitido, indicando que Helen había terminado la llamada.

—Mierda —dije para mí mismo—, tengo que ir a buscarla.

—¿A quién? —preguntó Ben, saliendo de mi cocina, mientras le daba una mordida a un sándwich y me veía atentamente.

—¿Sigues aquí, mocoso? —pregunté, poniendo mis ojos en blanco.

—Oye, más respeto —dijo, hablando con la boca llena de comida, para después tragar y volver a hablar—, que este mocoso es la única ayuda que tienes en estos momentos.

—Odio que tengas la razón —dije, guardando mi celular en uno de los bolsillos de mi atuendo, mientras sacaba un pequeño dulce y lo metía en mi boca, sintiendo cómo se deshacía lentamente en mi paladar.

—Sí, bueno, siempre la tengo —dijo, dando otro enorme mordisco a su sándwich—. ¿A dónde vamos?

—No lo sé —respondí, con frustración.

—El gran e inigualable Laughing Jack, ¿no lo sabe?

—Cierra la boca, Ben.

—Muy bien, de seguro vamos a ir por esa entrometida mujercilla, ¿no es así?

Asentí.

—¿Y no sabes dónde está, verdad?

Volví a asentir, frunciendo mi entrecejo.

—Ah, Jack. Tienes que pensar en grande. Es por eso que implanté un microchip en su celular. Simplemente abro una aplicación que me dirá dónde mierdas está y listo, la encontramos.

—Pero, ¿cuándo carajos hiciste eso?

Se encogió de hombros y sacó su celular, tecleando rápidamente, y volviéndolo a guardar, se encaminó a la puerta para salir.

—Venecia, Italia —dijo, mientras se terminaba su sándwich.

Abrí los ojos, con sorpresa. ¿Cómo carajos Helen pudo haberse llevado a Chrystalle tan lejos? Tenía que terminar lo que había empezado, porque si no lo hacía yo, lo único que se terminaría, sería la vida de Chrystalle. Y aunque eso quería al principio, no lo quería ahora. Todo, menos eso.

Activity X |Laughing Jack|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora