Ni ju go (25)

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En esos meses todo había empeorado en la tierra de los muertos, Tadashi difícilmente salía de su casa después de que paso la festividad, le dolía no ver a su familia.

Quería cruzar y abrazarlos con fuerza mientras les decía cuanto los amaba y los extrañaba, pero no podía decírselos si no se lanzaba su farol y, por tanto, no cruzaría.

En esos momentos el nipón se hallaba en su sillón esperando al mayor, quería verlo entrar por esa puerta con aquella sonrisa que provocaba demasiados sentimientos en él, oírle hablar sobre un nuevo sitio que ver mientras lo tomaba de la mano, ya extrañaba salir con él a cualquier lado del mundo de los muertos.

Espero hora tras hora, pero este no daba señal alguna de ir, cansado de no ver al mayor se dispuso a salir y buscarlo por su propia cuenta.

Salió de su casa para ver que todo estaba decorado en el mundo de los muertos, entonces recordó que fecha era.

Primero de noviembre.

Hoy Héctor tenía que cruzar el puente para ver a su familia como cada año, quiso darse un zape por no recordar aquello y se dispuso a ir a la casa Rivera.

Ni cuenta se dio de que su alebrije no se hallaba a su lado, tenía en mente buscar a Héctor.

Llego a la casa luego de un rato, la cual a decir verdad era mas bien un taller de zapatos.

Toco la puerta para ser recibido por la señora Imelda la cual le dejo pasar con aquella sonrisa característica de la mujer.

—¿Sucede algo mijo?

—Quería ver a Héctor, es que hoy no vino a casa, ¿está ahí?

Ella se quedo viendo extrañada al nipón —Héctor no ha venido hoy, pensamos que estaba contigo Tadashi por lo que pensamos verlo en el puente.

Aquello no hizo mas que preocupar a Tadashi, si no estaba con la familia Rivera, ¿con quién estaba?

—¿No sabrá a donde más pudo ir? —Preguntó de nueva cuenta de manera cortés, tampoco quería recibir un botazo por maleducado.

La mayor hizo un gesto pensativo por unos momentos hasta que finalmente habló —Bueno, hay un lugar, pero...no es muy bonito que digamos

—¿Podría llevarme por favor?

No podía ser tan malo, ¿o sí?

La mayor chiflo trayendo consigo a aquel gran alebrije que pertenecía a la mujer, la vio ingresar al hogar sacando un trozo de tela de color marrón, como el pantalón de Héctor el cual la felina olisqueo antes de dejarles subir a su lomo y emprender vuelo, llegaron por fin a su destino, un lugar desolado donde se hallaban cientos de esqueletos en pequeñas chozas en mal estado que no hizo más que hacerle sentir lástima por ellos

—¿Qué es este lugar señora Imelda?

—Aquí viven los que son olvidados, personas sin familia que los recuerde y que pasan el resto de sus existencias aquí... hasta que se vuelven polvo.

Siguieron caminando hasta llegar a un par de mujeres que se hallaban en una mesa a las cuales Imelda se les acerco.

—Disculpen, ¿han visto a Héctor?

—¿Nuestro chamaco? Esta en la choza de Chelo — dijo la primera desanimada

—¿Qué le sucedió a la tía de Héctor? —pregunto preocupada Imelda a lo que estas dos se tomaron un trató de la botella a lado suyo al mismo tiempo.

La Rivera sabía que no eran familia de Héctor, pero este consideraba a cada esqueleto de ese desolado lugar un integrante de su familia con el cual tuvo alguna experiencia cuando estaba siendo olvidado...gracias a ella.

Futago no tamashī (Hectashi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora