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Transcurrieron un par de días en los que Yuri se mostró distante con Yuuri, no porque se sintiera molesto con sus palabras; más bien su plan era crear cierto alejamiento para que su objetivo comenzara a dudar respecto al impacto de sus frases dichas y se sintiera culpable, esto crearía cierta ventaja que pretendía aprovechar. De esta manera, cuando Yuuri se dirigía a él, respondía con monosílabos y cortante; al pasar por su lado, Yuri evadía todo contacto visual y proseguía con su andar sin detenerse siquiera a cruzar miradas. Una desventaja obvia era que debía conservar un temple sereno y evadir cualquier posible contacto visual, motivo por el que no era capaz de observar la reacción ocasionada respecto a su actitud.

El plan resultó ser todo un éxito.

Al tercer día, Yuuri se acercó vacilante y con una expresión preocupada, y tomó asiento a su lado mientras él se encargaba de comer naranjas que los señores Katsuki fueron muy amables en ofrecerle.

—Yurio... —sonrió con timidez, quizás buscando las palabras adecuadas a enunciar—. Yo —vaciló— respecto a lo que dije el otro día, lo siento. No pretendía herirte, yo sólo...

—Lo que dijiste quedó muy claro —respondió él con sequedad. Dirigió una mirada indiferente a su objetivo, y se encogió de hombros—: Es obvio que te causo incomodidad y soy molesto. Vale, lo capté.

Tomó su cuenco de naranjas, y se puso de pie con el fin de abandonar la habitación. Al sentir que la mano de Yuuri sujetaba el dobladillo de su yukata, una sonrisa triunfante apareció en sus labios, aunque tuvo que hacer el esfuerzo por borrarla de su expresión lo más pronto posible y continuar demostrando una de completa indiferencia.

—No, Yurio, yo... —la culpabilidad se trazó por completo en el rostro de Yuuri—. Lo que dije estuvo mal, no debí perder el control de mí mismo. Lo siento. Yo de verdad lo siento.

—De acuerdo, disculpas aceptadas —se encogió de hombros, tratando de parecer alguien que no se hallaba afectado—. Ya puedes dejar de verme como cachorro golpeado.

Yuuri sonrió, quizás mucho más aliviado, y él tomó asiento a su lado.

—¿Naranjas? —tendió el cuenco en su dirección, y Yuuri sujetó una, vacilante.

—Gracias, Yurio —expresó con una sonrisa radiante que puso a prueba el autocontrol de Yuri.

Ah, mierda. El plan actual sería mucho más lento, así que no podía cometer la equivocación de besarlo y echar todo por la borda gracias a ese simple gesto. Debía mostrarse orgulloso e inalcanzable, y ahora que las cosas mejoraron, buscar el contacto visual de forma sutil.

Sonrió y lo vio a los ojos.

—Estoy pensando en salir de compras —expresó invocando a su autocontrol—: ¿Deseas acompañarme? Podría ayudarte con un cambio de look.

—¿Eh? ¡Ah! ¡No, no! ¡No es necesario!

Yuri se encogió de hombros.

—¿Pero vendrías a acompañarme? Me gustaría obtener una opinión sincera acerca de mi apariencia.

En realidad, lo que deseaba era lucir atractivo a ojos de Yuuri, y comenzar así a plantar la semilla de la duda en su corazón, poco a poco.

—No creo que mi opinión sea muy buena —dijo éste, cohibido—. No sé mucho acerca de moda.

—No es necesario que sepas de moda, solo quiero saber si me veo bien o no —Yuri comió un poco de naranja, y sonrió intentando aparentar como alguien inocente.

—B-Bueno... —vaciló un poco—. Supongo que eso puedo hacerlo.

Yuri cantó victoria en silencio, y sujetó la mano de su objetivo, con el fin de halarlo y ayudarlo a ponerse de pie.

—Entonces vamos. Hay varias cosas que me gustaría probar —afirmó con los ojos brillando.

De esta forma, el plan B comenzaba a marchar.

¿Funcionaría?

Promesa de conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora