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Permaneció de pie en el mismo sitio en el que había estado, contemplando la forma en la que Yakov ofrecía palmaditas en la espalda a Yuuri, quien era presa del llanto. No supo qué hacer, pues el impacto de la noticia resultó peor de lo que podría imaginar.

Lo cierto era que había oído que algo malo había sucedido con Yuuri en uno de sus tantos entrenamientos y que, por ese motivo, no tenía más alternativa que abandonar el patinaje, pero él había estado tan centrado en otros aspectos, que había olvidado ese dato por completo.

Algunos espasmos hicieron temblar el cuerpo de Yuuri, y él se acercó a zancadas y se inclinó a su lado. Comprendía que el amor de Yuuri por el patinaje era tan intenso como el suyo. Ahora, había sido tan egoísta que lo había lastimado. Se sentía de lo peor. ¡Maldita sea!

— ¿Qué ha sucedido? —inquirió—. No oí mucho al respecto.

—Bueno, esto sucedió hace cuatro años —Yuuri se secó las lágrimas, y posó sus ojos llorosos en él—. Mientras estaba entrenando, hice un salto, pero caí mal y me disloqué el tobillo. Atravesé un largo proceso de recuperación, mas nunca he podido retornar a la pista. No puedo girar el pie y, a veces, se mueve de un modo extraño y otras tantas se adormece.

—He oído hablar mucho respecto a ese problema —comentó Yakov—. No solo ocurre con patinadores, también con otros deportistas. Pero estoy seguro de que con un tratamiento adecuado podrá recuperarse.

Yuuri apretó los labios y bajó la cabeza.

—He ido con muchos médicos, y éstos aseguran que no tengo nada. He ido a fisioterapias, pero el problema persiste... Ahora ya no mucho como antes, pero ahí está.

—No permitas que eso te detenga —intentó animarlo Yakov—. Si Yuri puede volver a caminar cuando no teníamos muchas esperanzas de que lo hiciera, tú también puedes. Hablaré con mis mejores contactos y hallaremos la solución a tu problema —le brindó una palmada más, y sus ojos se posaron en Yuri. Éste captó su significado de inmediato: «Dile algo».

Él balbuceó y se llevó la mano a la nuca, no muy seguro respecto a qué mencionar, pero al menos hizo el intento.

—Yakov es uno de los mejores entrenadores que conozco, y conoce a una cantidad innumerable de gente que podría ayudarte. No rechaces su oferta. Estoy seguro de que podrás volver a patinar.

Yuuri alzó la mirada y la centró en él.

— ¿Estás seguro de eso?

— ¿Crees que diría algo así si no lo estuviera?

Una sonrisa suave se apropió de los labios de Yuuri, quien asintió.

—La canción que has puesto es hermosa —mencionó sin verlo—. Me encantaría patinar junto a ti al ritmo de ella —Y, tras una pausa, se puso de pie—. Aunque no pueda retornar a la pista de patinaje como un competidor, patinaré una vez más y, esta vez, lo haré contigo.

Yuri no se resistió. Sujetó el rostro de su amado con ambas manos y plantó un beso sobre sus labios.

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Yuri y Yakov pasaron cuatro días allí. A veces, Yuri se colaba a la habitación de Yuuri solo para dormir abrazado a él, y éste aceptaba gustoso cada uno de sus mimos. No llegaron más allá de simples caricias cariñosas, porque Yuri temía ir muy deprisa. Ya había sufrido las consecuencias de la impaciencia una vez, y no volvería a perder los estribos.

Cuando ambos retornaron a Rusia, Yakov una vez más prometió que se pondría en contacto con algunos médicos que podrían solucionar su problema, y Yuuri juró que haría lo posible por mejorar su propia condición, solo con el fin de patinar junto a Yuri y, así, confirmar su amor eterno por él.

No derramaron lágrimas, solo podía contemplarse sonrisas en sus rostros, y la promesa de que, cuando se encontraran de nuevo, esta vez lo harían en la pista de patinaje.

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Yuri se esforzó más que nunca en su tratamiento. Yakov cumplió con su promesa y envió varios mensajes a los mejores médicos que conocía. En sus llamadas por Skype, Yuuri aseguró de que había iniciado con la fisioterapia que lo ayudaría con el problema de su tobillo y, al contemplar la sonrisa de su rostro, Yuri advirtió que todo iba bastante bien.

Transcurrió casi un año entero cuando Yuri fue capaz de colocarse de nuevo los patines.

Yakov, Lilia y Mila lo ayudaron lo más que pudieron.

Al principio resultó costoso, porque era como empezar desde el principio, pero Yuri se lo tomó bastante bien y se esforzó al máximo para recobrar el estado físico del que fue dueño antes del accidente.

Muchas noticias llegaron a sus oídos. Mark, el discípulo de Viktor, había ganado el Grand Prix por segundo año consecutivo y, para celebrarlo, contrajo matrimonio con su novia. Viktor era considerado como uno de los solteros más cotizados, pero él nunca salía con nadie. Todo indicaba que su amor por Yuuri continuaba vivo.

Luego de un largo tratamiento, Yuuri también volvió a practicar, aunque no por mucho rato ya que su condición física no era la misma de antes. Se esforzaba, sin embargo, en permanecer en la pista el mayor tiempo posible para poder cumplir con la promesa de patinar An Historic Love en compañía de Yuri.

Así, cuando menos lo esperaban, las competencias de patinaje iniciaron con la presencia que muchas personas aguardaban con tanto fervor: Un nuevo Yuri Plisetsky que, para celebrar su retorno, se había cortado el cabello y lucía más atractivo que nunca. Las Yuri Angels se volvieron más insoportables que nunca, pero, ¿Podía culparlas?

No, en lo absoluto.

Promesa de conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora