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Durante el transcurso de los siguientes meses, Yuri consiguió mover los pies, aunque todavía no era capaz de incorporarse de la cama. La rehabilitación avanzaba lenta, pero segura, y con eso era más que satisfecho incluso si a veces sufría ataques de impaciencia que lo sumergían en ataques histéricos que tanto Yakov como Lilia hacían lo posible por calmar con el uso de palabras y la razón.

Yuuri continuó enviando cartas por escrito, siempre acompañadas por algún presente de Canadá, o de algún otro país en el que esté de visita. Sin embargo, él nunca respondía. Y, a pesar de todo, siempre las esperaba con ansias y las guardaba con cariño para sorpresa de sus más cercanos.

La rehabilitación de la marcha inició tan pronto como fue capaz de mantenerse en pie y conservar el equilibrio. Era más difícil de lo que imaginó. Tenía miedo, no, pánico, y a veces resultaba imposible impedir que cayera al suelo. Para su fortuna, todos los fisioterapeutas que lo acompañaban en esa ardua tarea hacían lo posible por ayudarlo, le brindaban ánimos, y siempre le recordaban aquel objetivo que debía alcanzar al recuperarse.

Y él quería regresar a patinar, costara lo que costara.

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Mientras desayunaba con una expresión molesta, porque su comida se había enfriado y él detestaba que eso ocurriera, Yakov ingresó a la habitación portando una tablet, la cual tendió a Yuri sin ofrecer palabra. Éste lo contempló sin comprender, y sujetó el objeto con ambas manos, mas sus ojos se abrieron como platos al notar que se trataba de una llamada a través de Skype, y la persona que estaba al otro lado no era otra más que Yuuri.

—Ha pasado tiempo, Yurio —expresó desde el otro lado, con una sonrisa y una expresión relajada.

Yuri sintió que sus dedos comenzaban a temblar, pero no fue capaz de ignorarlo. Notó entonces que la nostalgia consumía sus sentimientos, y una sonrisa asomó con esfuerzo sobre sus labios. No supo qué decir, se sentía tan torpe que temía cortar la llamada con un simple gesto a causa de un accidente. Al final, exhaló un suspiro, y expuso las primeras palabras que atravesaron su mente.

—¿Te has dejado crecer el pelo, cerdito?

Yuuri elevó la mano y jugueteó con unos mechones que caían sobre su cara.

—No era intencional. Creo que es momento de que vaya a hacerme un corte —expresó.

—Luces bien.

Yuuri sonrió desde el otro lado, visiblemente animado.

—¡Gracias! —y, tras una pausa agregó—: Espero no estar siendo una molestia. Me he desvelado solo para llamarte cuando ya estás despierto. Esta diferencia de horarios me confunde mucho.

Yuri negó con la cabeza.

—Precisamente he acabado de desayunar, así que tengo algo de tiempo para ti antes de comenzar con mi rehabilitación.

—¡Me alegra saberlo! ¿Cómo va todo? Tienes mejor aspecto que la última vez que nos vimos.

Yuri ladeó la cabeza hacia un lado y luego hacia otro, indicando un "más o menos".

—He tenido algunos tropiezos, pero siempre hallo la forma de levantarme.

Yuuri rió desde el otro lado.

—Ése es un buen comentario —expresó—. ¿Sabes? He pensado mucho en ti. Sé que no acabamos de la mejor forma, pero la verdad es que... te extraño. Esos últimos meses que pasamos juntos en el hospital estuvimos más unidos de lo que jamás pudimos. Te conocí mejor, y me percaté de que eras más de lo que a simple vista pudieras aparentar. Me gustaría... volver a verte algún día.

Yuri sintió una punzada en el pecho.

No, por favor, no.

No revivas.

Basta.

Se esforzó por sonreír y mantener una expresión calma.

—He recibido tus cartas, las tengo guardadas —anunció.

La expresión de Yuuri se iluminó. Sus ojos brillaron de la más pura felicidad.

— ¡¿De verdad?!

—No los respondí porque se me da mejor decir las cosas a la cara que escribirlas —se excusó enfurruñado. Yuuri rió y, luego de eso, sonrió con suavidad.

—Te creo. Sé que eres alguien que prefiere decirlas de frente. Siempre lo fuiste.

Yuri sintió que su pecho apretaba, pero se esforzó en devolver la sonrisa.

—¿Por qué decides llamarme?

—Porque quiero verte. Necesito saber que te encuentras bien —afirmó Yuuri—. ¿Te molesta que lo haga?

—No realmente —se encogió de hombros—. Solo me has tomado por sorpresa... Como nunca antes lo habías hecho, no lo esperaba.

Yuuri rió y se disculpó.

Así, transcurrió un par de horas enteras sumido en esa conversación con aquella persona a la que se había prometido olvidar. A pesar de la distancia, casi podía sentir que Yuuri se hallaba presente a su lado, y eso lo animaba. Yuuri relató algunas cosas acerca de su vida en Canadá, y él lo escuchó solo por el puro placer de oírlo hablar. Le agradaba verlo tan vivaz, tan feliz.

Sin embargo, el momento de acudir a rehabilitación llegó e interrumpió la conversación.

—Entonces, ¿Puedo continuar llamándote? —cuestionó Yuuri cargado de inseguridad y timidez.

Yuri le ofreció una sonrisa sincera.

—Adelante.

Colgó la llamada y sintió un peso menos en el pecho.

Comprobar que Yuuri estaba bien y dichoso lo hacía feliz. Ya no existía esa urgente necesidad de conquistarlo a toda costa. Ahora, lo dejaba ser.

Lo amaría en silencio, y simplemente disfrutaría de la felicidad de su ser amado.

Promesa de conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora