[18] Yuuri

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Durante su vuelo de retorno a Canadá, Yuuri dejó brotar algunas lágrimas mientras se sujetaba el pecho. Éste dolía: Un dolor que no había conocido antes y que deseaba arrancarlo. Una azafata preocupada le acercó algunos pañuelos de papel, y se secó el rostro, mas el llanto no cesó. Sus hombros se sentían tensos, y percibió que todo su cuerpo era presa de espasmos. No comprendía qué ocurría consigo mismo, jamás había sentido algo similar: Una mezcla de emociones y sensaciones que invadían su pecho y su mente, llenándolo de confusiones.

Necesitaba a Viktor. Quería verlo, fundirse entre sus brazos y oír sus palabras tranquilizadoras. Solo él conseguía generar tanta calma en él. Viktor era, sin lugar a dudas, la única persona en el mundo que lo hacía sentirse en casa. Pero una sombra oscura, una que desconocía hasta ese momento, lo hizo dudar con la siguiente pregunta:

«¿Estás seguro de eso?»

Y su mente fue asaltada con imágenes de los momentos vividos en compañía de Yuri. Recordó todo: La sensación de hallarse entre sus brazos, su sonrisa tan sincera y radiante, así como su gentileza. Recordó cada llamada que se habían hecho por Skype, sus expresiones, la forma en la que éste parecía haber madurado bastante desde ese día en el que lo golpeó en el rostro. Recordó su «Te quiero».

Abrió los ojos súbitamente, y volvió a llevarse la mano al pecho. Su corazón latía con una furia nunca antes descubierta.

¿Qué estaba sucediendo con él? No lo comprendía. No estaba acostumbrado a esas cosas. Se sentía confuso, perdido. Ni siquiera sabía cómo debía reaccionar o cómo tomarse esos nuevos sentimientos que estaba descubriendo.

No quería...

No, realmente no deseaba...

Viktor, por favor.

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Luego de atravesar la puerta, anunciando su llegada en voz alta, descubrió a Viktor cómodamente sentado en el sofá de la sala, bebiendo té mientras observaba la televisión. Yuuri sonrió y se acercó a zancadas. Viktor giró el rostro y le dedicó una sonrisa amable, abandonó su taza de té, y se puso de pie abriendo los brazos. Yuuri acortó la distancia que los separaba y se arrojó sobre él.

—¡Te extrañé!

Viktor acarició su espalda con cariño, y besó su coronilla.

—¿Cómo te ha ido? Ven, cuéntamelo todo.

Sus manos se encontraron y se entrelazaron mientras tomaban asiento. Viktor apagó el televisor con el mando a distancia, y prestó su entera atención a Yuuri, quien comenzó a narrar todo lo acontecido desde su llegada, el cumpleaños de Yuri, hasta que se marchó. A medida que hablaba respecto a Yuri, su emoción tocaba el mismo techo, sus ojos brillaban, y no podía ocultar lo orgulloso que se sentía al verlo progresar con tanta rapidez. Habló mucho, relató cada instante, cada detalle, cada emoción, cada palabra. Pero al llegar el momento de narrar la escena de los «Te quiero», quedó sin habla, y omitió el detalle por alguna razón que desconocía.

Viktor apoyó una mano sobre su mejilla.

—Luces muy feliz. Ha pasado tiempo desde que he visto esa expresión en tu rostro —afirmó con un tono de voz dulce. Yuuri, por algún motivo que desconocía, se sonrojó y agachó la mirada sintiéndose avergonzado por haberse emocionado tanto.

—¿C-Cómo te ha ido con Mark? —preguntó en un intento por evitar el tema y disipar esas emociones que lo consumían—. ¿Ha hecho algún progreso?

Viktor se llevó la mano a la barbilla, pensativo, y suspiró visiblemente exhausto.

—Tiene potencial, aunque todavía sigue fallando mucho en sus saltos —explicó—. La verdad es que si no fuera porque ha venido a mí llorando literalmente para que lo ayudara, no habría aceptado. Creo que el único que ha podido sorprenderme lo suficiente, has sido tú, y eso nadie cambiará, y nadie ocupará tu lugar.

Yuuri abrió los ojos un poco pasmado por tal declaración, y poco a poco una sonrisa tímida fue ganando espacio en su expresión.

—Te amo. Lo sabes, ¿No? —Viktor lo rodeó con los brazos, y él correspondió con suavidad.

—Lo sé.

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Las llamadas por Skype a Yuri se tornaron imprescindibles. Desde el mediodía se sentía impaciente por realizarlas, pero como sabía que en ese área del mundo no era el momento más adecuado para una llamada, debía contener sus emociones y actuar con paciencia. Pero no podía resistirse al urgente deseo de conversar con Yuri. Había descubierto tantas cosas acerca de él, que ya no lo podía ver como el chiquillo inmaduro, impaciente y molesto del que se había esforzado tanto por escapar.

Y las mañanas, durante el desayuno, a menudo se descubría a sí mismo conversando con Viktor acerca de las cosas que se habían dicho durante la llamada. A veces se dejaba llevar por sus emociones, y otras tantas prefería omitir detalles. Este comportamiento se tornó más seguido de lo que pudo imaginar.

Así, meses enteros transcurrieron.

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Yuuri se despidió de Viktor en el aeropuerto. Éste acompañaría a Mark a una competencia en Moscú.

Viktor besó su frente con gentileza.

—Nos vemos en una semana —anunció. Yuuri asintió con una sonrisa.

—Te esperaré.

Viktor lo estrechó entre sus brazos con fuerza, y Yuuri correspondió al gesto, pero entonces percibió algo extraño: Todo el cuerpo de Viktor era presa de espasmos.

— ¡¿Viktor?!

—No quiero perderte —su voz sonó temblorosa, denotando que se encontraba llorando—, pero tú amas a alguien más, y yo no...

Yuuri se alarmó.

—¡Espera! ¿De qué estás hablando?

Viktor no se apartó, no incluso cuando anunciaron que su vuelo estaba por partir.

—¡Viktor!

Éste finalmente lo dejó ir, y se secó las lágrimas. Se despidió con una sonrisa, y se marchó.

Yuuri lo contempló alejarse sin decir una sola palabra más: Se sentía muy confuso, demasiado tal vez.

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Semanas más tarde, se anunció la separación entre Viktor Nikiforov y Katsuki Yuuri. El motivo era desconocido, porque a pesar que habían firmado las actas de divorcio, ambos continuaban llevándose tan bien como cuando se hallaban casados. La prensa se hallaba pasmada: ¿Cómo una pareja tan perfecta había decidido separarse cuando todo indicaba que continuarían junta por la eternidad?

Misterios que nadie probablemente sería capaz de descifrar.

Promesa de conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora