—Perdóname, Yurio, perdóname... —entre lágrimas y balbuceos, Yuuri continuaba abrazado a él. Yuri percibió el temblor de todo su cuerpo, pero no fue capaz de corresponder al gesto. En esos momentos, a pesar de sus vivos sentimientos por Yuuri, no podía dejar de pensar en sus piernas.
Se sentía vacío, sin vida.
Ya no podría volver a patinar.
La súbita realización ocasionó que más lágrimas se derramaran de sus ojos mientras elevaba el rostro hacia arriba, permitiendo a éstas derramarse con libertad. Lloró en silencio, haciendo lo posible por morder el dolor emocional y evitar que éste fuese más desgarrador. No obstante, era una hazaña imposible, y no era capaz de reprimirlo por más que lo intentara.
Viktor se acercó en el más profundo silencio, y depositó el ramo de rosas a su lado. Yuuri, en cambio, no se apartó de él, murmurando «Perdón» mil y una veces.
—He regresado de Estados Unidos tan pronto como me enteré del accidente —comentó Viktor, decidiendo así quebrar el silencio que mantenía un ambiente tan incómodo—. Lo lamento.
Yuri no respondió. Apartó a Yuuri y se obligó a no verlo a la cara. Comprendiendo que podría tener una apariencia lamentable, se secó las lágrimas, y evitó cualquier contacto visual.
—No debiste haber venido —musitó sintiendo que una mezcla desagradable de emociones se agolpaban en su pecho—. Ninguno de ustedes dos.
—Yurio... —Yuuri extendió los brazos y apoyó las manos sobre sus mejillas, obligándolo a verlo a los ojos—. Quiero que sepas que, sin importar lo que suceda, Viktor y yo te apoyaremos. Puedes contar con nosotros: Somos tus amigos.
Yuri apartó sus manos con un golpe sordo.
—Váyanse. No quiero ver a ninguno de los dos.
—P-pero...
—¡Que se vayan! —su voz produjo un eco en la habitación, dejando perplejo a Yuuri, quien tardó en reaccionar.
Viktor frunció el ceño y se acercó a su prometido.
—Comprendemos que estás en shock, pero no es necesario que la agarres en nuestra contra —afirmó ayudando a Yuuri a ponerse de pie—. Volveremos cuando te sientas mejor.
Ambos decidieron abandonar la habitación sin mencionar una sola palabra más, aunque los ojos de Yuuri continuaron presentes sobre él hasta que atravesó el umbral.
Yuri no sabía cómo sentirse.
Apretó las sábanas y maldijo mil veces en voz baja, con el único deseo de que ésa fuese tan solo una muy mala pesadilla.
.
.
.
El tiempo transcurrió, y la noticia de que podría volver a caminar llegó a sus oídos. Tras muchos estudios, semanas enteras de sufrimiento, llanto y dolor, y la comprensión de un médico que era experto en sus casos, descubrió que había sufrido una lesión incompleta de la médula espinal, por lo cual tenía altas probabilidades de recuperar la motricidad en sus extremidades inferiores. No obstante, el proceso tomaría años enteros, más estudios, y una cantidad descomunal de dinero.
Yuuri iba a visitarlo todos los días, a veces solo, y otras en compañía de Viktor. A pesar que siempre los echaba (pues detestaba la visión de contemplarlos juntos), ambos retornaban todos los días y le hacían compañía. Mientras Yuuri se encargaba de obsequiarle frutas —mismas que pasaba largos minutos pelando para ofrecérselas de comer—, Viktor se encargaba de prestarle libros que podría leer mientras guardaba reposo.
Yuri los odiaba. Lucían como una pareja feliz y complementaria, una pareja demasiado perfecta e imposible de quebrar. Además, la manera en la que Yuuri veía a Viktor era... No tenía palabras para describirla.
Se rindió entonces al comprender que jamás conseguiría ganarse un espacio en el corazón de Yuuri, espacio que pertenecía solo a Viktor y que nadie más podría conseguir. No se lo dijo a nadie, solo intentó convencerse a sí mismo de que se trataba de lo mejor para él.
Aunque odiara la idea, Yuuri nunca le pertenecería, y ahora que estaba postrado en una cama, luciendo deplorable, menos oportunidad tenía.
Decidió entonces estrechar lazos como amigos. Poco a poco fue abriéndose a él, expresando opiniones, quejándose, relatando la trama de los libros de Viktor, ofreciendo datos acerca de sí mismo. Yuuri siempre lo escuchaba con atención y una sonrisa en los labios.
Hasta que, un día... Dejó de asistir al igual que Viktor.
Luego de una semana, Yakov informó que ellos dos habían contraído matrimonio en Nueva York, y habían decidido quedarse a vivir en Canadá.
Yuri notó que su corazón se hacía trizas, pero se resignó. No tenía, y nunca tuvo, oportunidad después de todo.
Pasó el tiempo deprimido, y cuando llegó el momento de iniciar el largo y doloroso proceso de rehabilitación, las cartas comenzaron a llegar.
.
.
.
Querido Yurio:
¿Cómo estás? Yakov se ha comunicado con Viktor, y nos ha informado de que comenzaste con tus rehabilitaciones. ¡Te deseo mucha suerte! Sé que no será fácil, que tomará tiempo, pero incluso así, sé que lo lograrás, porque eres fuerte y has conseguido hazañas que jamás nadie ha logrado. Eso es lo que más admiro de ti. Tienes verdadero potencial, y sabes cómo no quedarte atrás.
Lamento no haberme podido despedir de ti. Surgió una serie de inconvenientes que me mantuvo ocupado y, cuando menos lo esperé, ya habíamos partido para Estados Unidos. ¡Nueva York es realmente increíble! Hay tanta gente... Viktor y yo intentamos hacer turismo, pero acabamos perdidos en más de una ocasión.
Decidimos instalarnos temporalmente en Canadá. Aunque quisimos ir a Rusia al principio, nos gustó Canadá luego de nuestra Luna de Miel, así que escogimos una casa con un paisaje increíble, y nos quedamos. Espero que un día puedas venir a visitarnos, ¡Sé que el lugar te encantará! Estamos cerca del río, así que hay muchos patos.
Nuevamente me gustaría pedirte perdón. He sido muy grosero contigo. Yo no puedo sentir algo por ti, porque amo a Viktor, pero en lugar de hacértelo saber con palabras... te golpeé y dije palabras horribles. Lo siento.
Extraño conversar contigo, ¿Sabes? Nuestras charlas en el hospital siempre me animaban el día. Eras tan sincero y abierto, y me agradó conocer esa faceta tuya.
Espero que tu rehabilitación permita que regreses al mundo del patinaje. Quiero volver a verte en la pista.
Te quiere, Yuuri.
PD: He adjuntado algunos dulces de aquí, ¡Son buenísimos!
.
.
.
Yuri apretó los labios y bajó la mirada. Una sutil sonrisa se formó en sus labios al contemplar a través de las palabras que Yuuri era realmente feliz.
Ahora solo quedaba no defraudarlo, y demostrarle que sus pies volverían a pisar la pista de patinaje.
Y lo haría a toda costa.

ESTÁS LEYENDO
Promesa de conquista
Hayran KurguTras cinco años, Yuri Plisetsky regresa a Japón con un único fin: Conquistar a Katsuki Yuuri.