Estúpido.
Eres estúpido.
La canción Shut up and Explode de Boom Boom Satellites resonaba en su habitación, tan fuerte que era capaz de ahogar en su sonido los gritos de frustración que brotaban de su boca con tan solo rememorar los instantes vividos solo un par de horas atrás. Su puño cerrado golpeó la pared centenar de ocasiones, hasta que sus nudillos comenzaron a sangrar a causa de los impactos. Pero eso no lo detuvo, continuó repitiendo el proceso hasta que se sintió satisfecho y, entonces, se dejó caer de rodillas.
Por culpa de su maldita impaciencia, ¡Lo había estropeado todo!
¿Qué tan imbécil podría llegar a ser?
Gritó de nuevo para ahogar ese sentimiento de opresión de su pecho.
¿Qué debía hacer a partir de ahora? Esta vez había enfadado a Yuuri en su totalidad, y dudaba que se acercaría a pedir disculpas como la última vez, porque fue él mismo quien había provocado la situación en primer lugar.
Pensado esto, no podía continuar bajo el mismo techo que Yuuri. No se veía a sí mismo capaz de soportar encontrarse todas las mañanas con él, y no saber qué decirse a causa de la incomodidad y la culpabilidad que ya había anidado en su pecho. Por esta razón, tomó sus cosas y empacó con rapidez con la idea de irse antes que nadie lo descubriera. Así, tras tener listo el equipaje, abrió la puerta, y se encontró con la hermana de Yuuri, quien tenía el puño levantado como si estuviera a punto de llamar. Los ojos de Yuri se abrieron como platos, y los de ella reflejaron igual estupefacción.
—¿Estoy siendo una molestia? —inquirió ella, su mirada bajó y contempló las maletas que él tenía—...Oh.
—Me voy —sabía que no necesitaba exponer sus acciones, pero lo hizo de todas formas.
—¿Piensas escabullirte como un cobarde? —fue la pregunta que ella elaboró mientras se hacía a un lado para dejarlo pasar.
—Silencio, esto no te incumbe —replicó él de mal humor, avanzando a zancadas, pero ella lo siguió de cerca.
—Por supuesto que me incumbe: Se trata de mi hermano —repuso con los brazos cruzados—. Cuando llegaste, lucías tan seguro de ti mismo, ¿Qué fue lo que te hizo cambiar de opinión?
Yuri gruñó con molestia.
—Métete en tus propios asuntos.
—Oh, ya veo: Él te ha rechazado.
Yuri no respondió. Avanzó sobre los pasillos y se dirigió al vestíbulo con intenciones de pagar por los días que allí había pasado.
—Cuando volviste, creí que lucías maduro —añadió la hermana de Yuuri—, pero veo que es solo la apariencia. En realidad continúas siendo el mocoso de quince años que vino un día a competir en contra de mi hermano.
—¡¿Podrías cerrar la boca?! —exasperado, se giró a enfrentarla. Sus puños dolían a causa de las heridas que los cubrían, pero él los ignoró.
La hermana de Yuuri arqueó una ceja.
—Que quede claro: Yo no te ayudaré. Debiste pensarlo mejor antes de intentar poner las manos sobre mi hermano —Y, tras decir eso, abandonó la escena deslizándose como un fantasma. Yuri apretó los dientes y los puños y, con brusquedad, depositó el dinero y se marchó convertido en una ráfaga.
Si no había tenido pensado ayudarlo, ¡¿Por qué mierda había ido a buscarlo, en primer lugar!?
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La llovizna se había convertido en una poderosa lluvia, y él no tenía un paraguas bajo el que resguardarse. La acera estaba resbalosa, y era el único transeúnte que se atrevía a recorrer las calles a pesar del estado del tiempo. Sin embargo, el agua no lo molestaba, pues lo ayudaba a camuflar las lágrimas que escapaban amargas de sus ojos.
Se detuvo en una esquina, a la espera del semáforo, y se entretuvo enviando un mensaje a Lilia. Mintió diciendo que estaba bien, y que se estaba divirtiendo en Japón. Se mordió el labio inferior y apretó los ojos en un fútil intento de convencerse a sí mismo de que todo estaba bien. Sí, se suponía que no había problema alguno, pues todo había sido su culpa desde el principio.
Cuando el semáforo pasó a verde, avanzó.
Necesitaba hallar un nuevo hospedaje. Regresar derrotado a Rusia era la última idea que atravesaba su mente. No repetiría la misma escena que unos años atrás nunca más.
Continuó avanzando en silencio y empapado, furioso y frustrado.
Sus pies dolían, su cabeza también.
Cruzó la calle, pero resbaló a causa de la humedad que cubría el asfalto.
No supo qué ocurrió: Solo sintió un fuerte golpe y, entonces, todo se tornó oscuro.

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Promesa de conquista
FanfictionTras cinco años, Yuri Plisetsky regresa a Japón con un único fin: Conquistar a Katsuki Yuuri.