Yuuri decidió acompañarlo durante la sesión de rehabilitación. Yuri ya era capaz de caminar unos tres metros (sosteniéndose, por supuesto), y eso no hacía más que alentarlo a proseguir con su sueño de retornar algún día a la pista de patinaje. Sus pies todavía eran débiles y no respondían a todos los estímulos, pero por fortuna ya era capaz de mover las piernas, aunque no tanto como desearía.
—El joven Plisetsky avanza muy rápido en su rehabilitación —comentó uno de los fisioterapeutas a Yuuri—. Hemos tenido otros casos similares, pero ninguno como el de él. Es una persona muy perseverante, y creemos que eso es lo que lo ha llevado tan lejos.
Yuri, que escuchaba desde el área de ejercicio, no pudo evitar que el orgullo respecto a sí mismo se le subiera a la cabeza, algo que constituyó una distracción, y ocasionó que perdiera el equilibrio y sus rodillas se doblaran. Tanto los fisioterapeutas como Yuuri se acercaron con rapidez hasta el sitio, pero él se encontraba bien, y se lo hizo saber con un gesto de la mano.
—Solo me distraje —se excusó mientras intentaba ponerse de pie por sí mismo, una hazaña difícil mas no imposible.
—¿De verdad te encuentras bien? —la expresión de Yuuri se hallaba cargada de preocupación, aunque no hizo el intento por ayudarlo. Quizás previó que cualquier intento sería rechazado.
Yuri asintió con la cabeza y, una vez más, se puso en pie.
—No me subestimes —comentó con una sonrisa, gesto que fue devuelto por Yuuri.
—Hacerlo sería un gran error. Eres más de lo que nadie podría llegar a imaginar.
Yuri alzó la mirada y la enfocó en Yuuri. Eso no era bueno: Estaba provocando que su ego subiera hasta las nubes y, lo que era peor, estaba teniendo esperanzas, esperanzas vacías pero que, sin embargo, allí estaban: Tan reales como los latidos de su propio corazón.
¿Por qué, Yuuri? ¿Por qué estabas generando esos sentimientos tan dolorosos?
Avanzó unos pasos temblorosos más, siempre sujeto a las barandillas que lo ayudaban a sostenerse. Quería llegar al otro lado, quería demostrarse a sí mismo, y a todos, que podía, que era capaz de alcanzar aquello que muchos consideraban imposible.
Quería alcanzar a Yuuri.
Sin percatarse de ello, sus pasos aceleraron.
—¡Yurio, ten cuidado!
Y, cuando menos lo esperó, ya estaba al otro lado de la cinta. Se dejó caer pesadamente al suelo, pero Yuuri evitó que tocara el suelo rodeándolo con los brazos. Él hizo lo posible por incorporarse y no poner todo su peso sobre él, una hazaña que requirió de todo su esfuerzo.
Entonces, sus ojos se enfocaron en el rostro de Yuuri y quedó embelesado con el brillo de sus ojos. Elevó los brazos inconscientemente, y apoyó las manos sobre las mejillas de éste. Yuuri no se resistió, mas su mirada bajó acompañada de una sonrisa tímida. Percibió que sus latidos enloquecían, que las mariposas nuevamente batían sus alas furiosas en el interior de su estómago.
Quería besarlo.
Pero uno de los fisioterapeutas carraspeó, y no tuvo más elección que abandonar sus deseos y centrar su atención en él.
—Has conseguido caminar un metro más que en nuestras sesiones anteriores. Buen trabajo. Ahora, puedes marcharte y tomar un descanso.
Él asintió con la cabeza y, acompañado por Yuuri, quien lo sostuvo todo el trayecto, fue a los vestidores a sacarse la molesta bata de hospital que llevaba puesta.
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—Fue un placer volver a verte en persona —comentó Yuuri, quien se puso de pie dispuesto a marcharse. Sin embargo, antes de atravesar el umbral de la habitación, se acercó a Yuri y besó su frente con cariño. Éste lo contempló a los ojos, y estiró el brazo para apoyar la mano sobre su mejilla. Yuuri depositó sus dígitos sobre los de Yuri, y sonrió de forma tan encantadora, que éste percibió que su corazón latía con una gran furia. No era justo. No quería revivir esos sentimientos, porque sabía que Yuuri pertenecía a Viktor.
—T-Te quiero... —expresó con voz temblorosa. No quería que se marchara y lo abandonara. Sabía que solo había ido por su cumpleaños, y que debía retornar a Canadá lo antes posible, pero su egoísmo era mayor y no deseaba que partiera de su lado tan pronto.
Yuuri no respondió en el siguiente par de segundos, pero acabó asintiendo con la cabeza.
—Y yo a ti —afirmó cerrando los ojos por unos momentos, pero no tuvo más remedio que apartarse—. Cuando nos volvamos a ver, será contigo en la pista y yo animándote desde el público. Mientras, continuaré comunicándome contigo por Skype: Es lo mínimo que puedo hacer.
Yuri no tuvo más elección que dejarlo partir. Yuuri le dio la espalda y abandonó la habitación, y Yuri percibió que el calor aun persistía en la yema de sus dedos.
No era un «Adiós».
Era un «Nos volveremos a ver, definitivamente.»
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Promesa de conquista
FanfictionTras cinco años, Yuri Plisetsky regresa a Japón con un único fin: Conquistar a Katsuki Yuuri.