Capítulo 5: Curiosidad

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-¿Quieres un café?

La propuesta sonaba demasiado tentadora en un tiempo tan gélido, pero no evitaba que un lado lo suficientemente descabellado saltara por sus labios y tomara a su contrario por sorpresa.

Helen apreció su tez pálida temblar mientras sostenía con fuerza el mango del paraguas. Él se encontraba absorto; Ella aún lo miraba suplicante, esperando que su oferta no fuera rechazada.

Nada en el mundo podía despojar la curiosidad que sembró su mente hacia Helen. No lo conocía y esto tan sólo coqueteaba con sus deseos de descubrir cada vez más de él, era un sujeto interesante cuya mirada despertaba un gran anhelo dentro de ella y la empujaba a formular un sinfín de preguntas. Sus razones eran bastante claras al ser estudiante de psicología pues, al ser alguien absorbente, el único consuelo que encontró con el cual despejar sus variantes era dicha facultad universitaria, a la que ahora pertenecía con orgullo.

-No -. Tan pronto como enfatizó el monosílabo, la tormenta se sirvió a desprender un trueno ensordecedor que acaparó la atención sonora de cualquiera en dicha plaza. Por supuesto que (TN) no escuchó a Helen hablar y procedió a preguntar nuevamente:

-¿Qué? 

El pelinegro frunció el ceño en respuesta a aquella chica. Ella estaba equivocada si pensaba que iba a repetir el mismo enunciado. 

-¿Qué dices? - Volvió a interrogar. Sin duda estaba siendo muy insistente.

No iba a mostrar gesto alguno y mucho menos un ademán. Helen se levantó en silencio y firmemente decidió mostrarle su imponente figura para causarle algún tipo de incomodidad, pero ella ni se inmutó. Al contrario de lo que esperaba, la joven siguió sustentando su iniciativa sin vacilar. 

-¿Cómo te llamas? Es un gusto, yo soy (TN).

Helen la observó desde lo alto con notable antipatía. Sus preguntas tan sólo encontraban en él una sensación fastidiosa y se preguntaba con insistencia cuándo podría deshacerse de ella. 

El lugar estaba repleto de gente por doquier y empujarla hacia una zona oscura sería difícil. Tenía miedo  y además de eso, creía que (TN) lo sabía; sospechaba que aquella bestia femenina podía percibir su temor con facilidad. Sin controlarlo, las pequeñas gotas que se deslizaban por su rostro con delicadeza empezaban a engendrar escalofríos en él, provocando unos débiles temblores en sus huesos. La evidencia de su sentir cada vez lo anegaba más en deseos de calidez. Quería volver al observatorio y arroparse con algo nuevo, alejarse de la chica por siempre y dibujar  con los materiales que aguardaban dentro de tan inhóspito cuarto al cual había convertido en su morada.

-Nadie te preguntó tu nombre, (TN)-. Espetó.

Sus palabras abrigaban cierto ego y su tono, inusualmente burlesco, manifestaba a gritos unas ansias de volver a casa.

-Sé que sientes frío y quieres volver a casa. Un café podría ayudarte ahora. 

Su iniciativa parecía indestructible. Comparando desde una base subjetiva, sus deseos de conocerlo eran mucho más fuertes que la avidez  de Helen por alejarla. Ella esbozó una sonrisa suplicante e intentó tocarlo levemente, no obstante este dio unos pasos hacia atrás para evitar todo contacto físico con aquella deleznable mujer que lo atormentaba.

El pelinegro  arrebató el paraguas de sus puños y lo hizo suyo. No soportaba la frialdad del agua y pronto iba a pescar un resfriado.

-Hey, eso es mío-. Indicó la muchacha mientras lo seguía desde atrás con pasitos adorables que apuntaban cuidado a no resbalarse en tan húmeda calle. 

Su acompañante y ladrón de paraguas no contestó y continuó caminando hasta la cafetería próxima sin dirigirle la palabra durante todo el transcurso. En su rostro un gesto de preocupación se dibujaba y dentro de su mente una serie de pensamientos lo obligaban a creer que había tomado la decisión equivocada al aceptar la invitación de su anfitriona.

|Musa| Bloody Painter y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora