Capítulo 26: Enfoque

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 Narra (TN):

Había ocasiones en las que no quería pensar en nada, en las que sólo quería acostarme sin siquiera recordar lo que había pasado entre nosotros, o simplemente olvidar el hecho de que alguna vez nos habíamos encontrado.

Mis días enteros transcurrieron en angustia y tristeza, de esas que duran meses pero que en el fondo sabes que te dolerán para siempre. Y a decir verdad, creo que me sirvió de mucho porque llegué a comprender varias cosas.

A veces me reía de las estupideces que había cometido y de lo molesta que he sido con él en ese entonces. ¿Cómo pudo soportarme tanto? Llegar como si nada, arraigarme en sus días como si se tratara de una plaga que colma tu paciencia. Nunca lo entendí de ese modo, pero las cosas estaban claras: ambos nos sentíamos solos. Ambos queríamos alguien o algo qué abrazar, y simplemente pasó. El encontrarnos podría significar desgracia o redención, dependiendo de lo que ocurriera.

Durante ese tiempo fui feliz sin asomarme al pozo que ocultaban sus ojos, ese vacío que siempre creí hermoso como el universo, realmente también me asustaba porque me transmitía una "nada". Esa razón implícita que me cegaba, que hacía que me perdiera, era lo que temía a la vez. 

Tardé meses en componerme, en saber que no podía abrirme a nadie para contarle sobre mi sufrimiento, en darme cuenta por mí misma de lo malo y en acostumbrarme al dolor. Cada semana que pasaba, mi único consuelo era irme a la universidad lo más temprano que podía, porque al llegar a casa me encontraba con sus recuerdos, objetos que nunca se llevó porque tal vez creía que seguían siendo míos. Helen era un tonto. Dejó lo que le regalé, ignorando que entre sus manos se llevó mi corazón. 

"En fin. Cada suspiro te lo dedico, pero desde ahora cada día será mío." Eso dije, y deberías estar orgulloso ya que cumplí mi palabra.

En total, ha pasado un año desde esa fecha. He contado bien y no me equivoco. No podría decir que he cambiado del todo, pero sé que ya no perseguiré a nadie como lo hice cuando te conocí.

Últimamente estuve visitando el instituto de artes desde temprano. Tomaba el bus porque al igual que cocinar, jamás le tomé el gusto a la conducción. Demasiada responsabilidad para mí, aunque sabía hacerlo.

Cuando era hora de bajar del colectivo, entré en cuenta de lo bonito que estaba el día. Sentí mis pies sobre la tierra, y la verdad es que era reconfortante por más que amara la sensación de estar volando. Suspiré.

— Tranquila. Todo saldrá bien. — Dije para mí misma entretanto cerraba mis ojos para visualizarme la mejor versión de hoy.

Hoy, misma fecha en la que me abandonaste, voy a comenzar mis clases de arte en el instituto. 

Estoy emocionada por tantas razones y entre ellas es que por fin retomaría mi interés por dibujar. Ser compañera de Amadeus era también otra, pero es que no puedo creer que sea libre de hacer algo que siempre quise hacer. En mi morral traía pinceles, pinturas, lápices y otras cosas porque no tenía idea de cómo empezar ni por dónde comenzar. Era lo máximo.

Ésta era una nueva vida para mí, llena de esperanza, llena de motivación. Cuando entré a los cimientos de la gran institución, tomé la oportunidad para replantearme de lo grande que era. Esas ventanas, enormes como ojos abiertos, brillaban sin importar la perspectiva. A medida que caminaba entre la ola de estudiantes nuevos, no pude contener la euforia de inspirar los sueños de los demás. Este ambiente de lujo, con tanto talento dentro y lecciones por aprender, sin duda era mi nuevo hogar. Moría por encontrar a alguien que como yo, estuviera retomando su amor por el arte. Sentí dentro de mí las enormes ganas de hacer amigos nuevos, de conversar con la gente e intercambiar sueños.

Así como me cautivaba, también me confundía. ¿A dónde debía ir si este titánico lugar tenía un sitio para todo tipo de arte? Desde música, redacción, dibujo, danza, entre otras formas, nadie me había explicado en dónde se encontraba el salón para los nuevos estudiantes de dibujo. Y a decir verdad, estaba a punto de frustrarme cuando alguien me ofreció su mano:

— Se nota que estás muy perdida. — Se burló.

Esa voz gruesa, llena de seriedad pero que a la vez expresaba burla, me dio una pista para reconocer a mi futuro guía.

Volteé, consumida en pasmo.

— ¡¿Por qué no me dijiste que estabas aquí?! — Reclamé.

Era Amadeus, el mejor pianista entre su generación y probablemente así sería hasta las próximas.

Él sonrió con los brazos cruzados, mirándome con una encantadora serenidad que me invitó a estarlo también. Era suficiente para calmarme y explicarle todo lo que había estado pasando por mi cabeza, aunque fuera evidente para él.

— Sabrías que estuve buscándote desde hace media hora si contestaras tu teléfono. — Explicó.

Y es verdad, al revisar mi teléfono, tenía un par de llamadas perdidas de su parte. De todas formas me defendí:

— Hace media hora no estaba aquí. Acabo de llegar.

El pianista bufó, dándose cuenta que no estaba dispuesta a asumir mi culpa. Tomó mi mano sin previo aviso, para que no me perdiera. 

— Te enseñaré cuál es tu salón. 

Así pues, fue el ángel que bajó del cielo para ayudarme a encontrar mi camino. A medida que caminábamos entre la multitud que también se encontraba ofuscada, pude darme cuenta al asomarme por los otros salones de lo bella que sería mi estancia aquí. Sentía la orquesta de aquellos que estaban aprendiendo música, y también el vertiginoso huracán de sentimientos que desataban los poemas de quienes estudiaban la lírica. Estaba maravillada del talento que se escondía en esta ciudad y de la pequeña sociedad de la que formaría parte si me esforzaba.

— Y dime, ¿por qué te animaste a entrar al instituto? — Inquirió Amadeus, curioso por saber cómo es que alguien tan cerrada como yo por fin cedió ante la tentación de dibujar cada que me presentaban un lápiz y un papel.

Sinceramente, era por Helen. Todavía luchaba por olvidarlo, y tenía que transformar la palabra "arte" en un recordatorio sobre mí antes que de él.

Bajé la cabeza, pensando en qué responder.

— Supongo que reflexioné sobre eso. — Admití en parte.

Desde esa respuesta, nuestro viaje se secó en silencio. Amadeus no decía nada, y aunque yo intentaba convencerme de que no era así, siempre sentí que él sabía sobre lo que sucedió. No tenía idea de cómo, y en verdad, rogaba para que sólo fuera una suposición mía.

Ya al llegar, él me dejó a la entrada del aula y me recordó que nos encontraríamos durante la noche.

— Bien, te dejo entonces. — Él seguía serio, quizá pensando en lo que le contesté, creyendo que era sospechoso. Y  así pasó durante unos segundos hasta que esbozó una sonrisa al darse cuenta de la mala presencia que daba esa seriedad. — Recuerda que hoy nos encontraremos en el restaurante cerca al instituto. Estoy ansioso. — Enfatizó. 

— Ah, sí... — asentí con un ánimo que me costaba encontrar.

—Bueno, nos vemos. — Se despidió. — Que te vaya bien.

Dio media vuelta y comenzó a irse, y es cierto, cenaríamos juntos. Desde hace poco empecé a salir con Amadeus, después de que me confesara sus sentimientos. Me esforzaba, pero no podía verlo como alguien más y es por ello que una sensación de culpa me invade cada vez que lo veo.

















|Musa| Bloody Painter y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora