Capítulo 16: Recíproco

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Ahora ella se encontraba más lejos que cualquier estrella que habitase una galaxia distante. Sentía que, de ninguna manera, sus palabras podían llegar a sus oídos,  que sus dedos se quedaban cortos incluso para alcanzar sus finos y pálidos hombros y que su existencia quedaba remota a la suya.

A medida que los segundos pasaban, la multitud lo hacía también. Cada persona era un mundo distinto, otro obstáculo que debía pasar para acercarse a su deseada persona. Pero ahora, incluso si le hablara, ¿seguiría siendo presa de estos sentimientos que atenuaban la poca seguridad que había recogido hace unos minutos?

Vio como (TN) se acercaba a brincos a aquel hombre, quien con maestría recibió todos los besos y gestos amables que ella le regaló por sus encuentro. A diferencia de Helen, ¿cuánto le habría costado no ponerse nervioso luego de todas esas expresiones de afecto? ¿La habría rechazado como siempre lo estuvo haciendo desde que la conocía? Entonces, por un momento, sólo por un instante, anheló ser como cualquier otro; una persona de bien tal vez, alguien lo suficientemente común como para no abstraerse del modo en el que había hecho hasta ahora. Deseaba no ser él, deseaba no tener los problemas que seguía acarreando y desde luego, la quería a ella. Pero... estaba tan lejana, como una estrella que pudo haber implosionado pero que su luz aún seguía viviendo y mostrándose ante sus perdidos ojos.

Esta angustia no pasó desapercibida por (TN), y sin pensarlo dos veces, lo llamó por su nombre:

— ¡Helen! — Pronunció con esa vocecilla que enternecía su alma. 

El pintor alzó la mirada y ensimismó su atención hacia la fuente de la voz, quien, aún parada al lado de aquel misterioso sujeto, hizo un ademán para que se acercara seguramente esperando a presentarlos.

 Con los sentimientos de inseguridad todavía carcomiéndole desde lo profundo de su carne, éste avanzó con poco brío hacia la ubicación de la razón de su incertidumbre: (TN). Pero eh, aún no se atrevía a levantar el rostro, lo cual le causaba vergüenza. ¿No eran suficientes emociones negativas para su gusto? Ya llegando a su destino, se dispuso a guardar silencio como si hubiera perdido la capacidad de hablar. En definitiva, ésta era la actuación de un estúpido; según él.

— ¿Es un nuevo amigo? — Procedió a indagar el pianista. Su voz no combinaba con la de ella porque era cruda y seria, llena de incredulidad y notable suspicacia. — No lo había visto antes.

Ante la repentina pregunta, (TN) llevó su mano hacia su nuca y esbozó una sonrisa llena de nerviosismo.

— Oh, tú tan intuitivo como siempre. — Comentó en tono ameno. 

— Claro. — Contestó con brevedad, como si contuviera una gran curiosidad que incluso traicionaba a sus ojos.  Quizá creía que si usaba una palabra tan concisa como esa detendría sospechas de su evidente  interés por saber quién era el muchacho que habría traído su amiga al evento al que con tanto esfuerzo le había reservado la primera fila.

Amadeus, una persona que no solía tener una personalidad incisiva, sintió por primera vez la necesidad de comportarse de dicha manera. Quizá eran celos y en su interior también crecía la brasa que cocinaba ese lado que pocas veces (TN) pudo conocer. A diferencia suya, Helen podía sentir lo mismo, sin embargo su comportamiento desembocaba en uno huraño.

— Me llamo Amadeus. Es un gusto. — Anunció para cuando al terminar de pronunciar su nombre, su talentosa mano se extendiera hacia el joven que tenía en frente con suma elegancia. La petulancia pasó inadvertida incluso para sí mismo, ya que nunca había actuado así frente a un desconocido. — ¿Y tú eres...?

Aún esperando que su saludo fuera recibido, dentro del salón comenzó a hablar el maestro de ceremonia para dar comienzo al evento. Estas palabras viajaron hasta los oídos del pianista, quien desistiendo en media presentación, devolvió su brazo hacia su torso y se despidió como si nada hubiera pasado, quedándose con la ganas de saber el nombre del invitado de su amiga.

[...]

— Estuviste muy callado. — Comentó la chica en voz alta, esperando que su comunicado repercutiera en el actuar de su acompañante.

— ¿Y?

(TN) no lo comprendía. Aproximadamente hace una hora, él parecía tan diferente, tan cálido.

Quizá el hecho de haberle llamado por su nombre lo había molestado, ya que para Helen su identidad era sumamente valiosa.  Tal vez la razón era esa, pero no se atrevería a mencionarle palabra alguna durante toda la presentación. 

Las luces del público se apagaron y los espectros lumínicos hacían gala de una elegante pasarela en lo alto del escenario. Según lo mencionado por el maestro de ceremonia, el espectáculo de Amadeus sería el último entre todos, pues ser la cereza del pastel le quedaba como anillo al dedo al magnífico talento que éste poseía.   

El tiempo pasaba presentación tras presentación y (TN) se mantenía firme. No hablaba y pretendía estar absorta en lo que esperaba contemplar la función de su amigo, cuando en realidad a ella también le calcinaba la conciencia el no saber por qué Helen se había enojado. Entonces, de manera sorpresiva, este último comenzó a lamentarse en voz alta por sus respuestas previas:

— Lo siento.

Aquellas palabras casi inaudibles y que (TN) no esperaba escuchar jamás de la boca de su acompañante, dieron empiezo al evento por el que tanto había aguardado durante toda la noche.

— Está bien. — Sonrió. 

Su mirada sobria pero llena de indulgencia brindaron a Helen la tranquilidad que tanto le había hecho falta desde hace una hora. Los sentimientos de angustia se esfumaron como espuma en el mar, y así mismo, la culpa. A sus ojos la iluminación la hacían notarse hermosa, pero lo que hacía éste un momento digno de recordar era su preciosa sonrisa. ¿Estaba mal devolverle el gesto? 

No.

Sin dudarlo, una pequeña sonrisa también adornó el inexpresivo rostro de Helen.

¿Así que éste era el sabor de una reconciliación sincera? 

De todas formas, se sentía demasiado bien.


|Musa| Bloody Painter y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora