Aquí es cuando las nubes abrazaban la redondez de la luna, cuando las hojas de los árboles danzaban al son del viento y cuando las palabras se deshacían en la boca como si fueran algún tipo de deleite que sólo los seres humanos pueden probar.
Aquella noche de agosto lucía tan limpia, pero de vez en cuando también tétrica. Nadie sabía si el búho que cantaba desde la obscuridad lo hacía con el afán de cortejar al sosegado paisaje o si intentaba calmar su angustia, porque la melodía se notaba tan tranquila, que causaba un sentimiento inquietante a quien la escuchase. Lo que sea, ¿quién podría asegurarlo?
— ¿Puedo contarte algo? — Dijo una voz suave, despidiendo un poco de vaho en el aire.
— Adelante.
Su imagen inverosímil, como si fuera un dibujo hecho a base de tinta china, se recostó sobre el piso para bañarse con la luz de la luna. Esta sería una conversación larga.
— No sé qué hacer. — Confesó. — Estoy asustada.
Angustia penetrante, ojos destellantes. ¿Por qué hoy se sentía como si fuera un mal día? ¿Por qué no podía sentirse feliz luego de pasar tiempo con alguien que había extrañado? Le dolía el pecho de sólo pensar en lo que había hecho, aunque no fuera su culpa. Aún así, necesitaba contárselo, porque tal vez él podía curar su corazón con su manera tan entrañable de ser.
Miró su rostro, como arena blanca y perlácea sólo para acariciarla y sentir la suavidad de sus mejillas con sus dedos deseosos. Ella negó con un gesto anhelante, como si tratara de decirle que tocase otra parte suya: y no era para menos porque durante todo el lapso que había pasado fuera, era una tortura no poder arroparse en su compañía que desprendía un aroma que refrescaba sus pulmones. Era una locura pensar en cuánto podía quererlo, y lo mucho que rogaba porque no acabara este episodio de su vida, ya que inexplicable la idea de que terminaría llegaba a su mente.
— ¿Qué pasa? — preguntó el garzo, notando la pesadez de la muchacha.
Los dos estaban echados sobre el piso barnizado, dándole la espalda a lo demás; centrándose únicamente en sus compañía mutua.
Él, todavía sin comprender lo que (TN) le pedía a gritos silenciosos, siguió:
— Dilo.
Pasaron unos segundos y de pronto llegaron las palabras, iniciando con un tono ahogado que casi da empiezo a un llanto sutil pero atropellante. Quizá sentía arrepentimiento o vergüenza de lo que iba a contar, porque no se atrevió a dirigirle la mirada.
— Hoy vi a mi amigo y le hice daño. — Comenzó — Preguntarás por qué — Supuso eficazmente, dando por hecho la futura incógnita que le haría su oyente.
—Y no te equivocas.
— Bueno. —Expresó todavía con esa inflexión que comenzaba a aturdir a Helen. Aunque ya había resumido el tema con su pequeña introducción, aún le era difícil seguir con la explicación que buscaba detallar. Recurrió a juntar sus palmas, creyendo que el otro no le prestaría atención al acto.
— ¿Quieres que te ayude a entrar en confianza? — Propuso afilado, como si pusiera todos sus sentidos a trabajar en una sola cosa: encontrar una forma de hacer del momento algo más... ¿Íntimo? No era un experto, pero era consciente de lo mucho que se esforzaba. Sólo él podría saberlo.
Entonces, sin previo aviso, tomó sus manos y las entrelazó con las de (TN) no sin antes pedirle un favor mientras luchaba por mantenerse firme.
— Mírame, por favor.
Helen no era bueno a la hora de pedir favores, no obstante aquella chica era un caso especial. No quería sonar rudo o grosero, sino algo más... dulce.
Dándose cuenta que su tono había sido el incorrecto, agregó ahora con un tono más suave:
—No es una orden, es una petición.
Bueno, entre todo ese rollo descubrió la hermosa sensación que podía brindar una simple unión de manos. Miles de personas haciéndolo todos los días, pero esta era la primera vez de Helen. Era valiosa, irremplazable y preciosa.
Aún recostados, viéndose de cerca y conectándose constantemente, no sólo uno redescubrió la belleza del otro, sino ambos. Esa manera de pedirle que lo mirara la sedujo por completo, porque no era una elección de palabras cualquiera, sino también una forma de hacer que posara su atención y confianza sobre él, tomando como herramienta la profundidad de sus ojos eléctricos y su voz tintineante y cruda.
—Yo... la verdad — Se detuvo un momento, como si estuviera acumulando valor para decir lo siguiente: — Me hace feliz cada vez que me miras. — Confesó el artista.
Perpleja, simplemente no supo qué responderle. Aunque la conversación de por sí era seria, no podía evitar sorprenderse ante su respuesta; y como si fuera por obra de arte, una pequeña sonrisa se esbozó en los labios de su contrario.
— Acabo de darme cuenta de algo. — Anunció la chica, quien sin pena le devolvía la sonrisa con dulzura.
— ¿Y qué es? — Inquirió.
— Eres muy astuto. — Sentenció mientras tomaba sus manos con más fuerza. No sabía quién saldría huyendo ahora, así que apretó sus palmas.
Aunque las cosas no siempre eran muy sencillas de decir, no importaba ahora. El viento azotó la ventana y las hojas nuevamente bailaron al son de la brisa, rozando con suavidad el alfeizar de la ventana, la cual daba paso al revelador brillo de la luna.
Así pues, Helen separó una de sus manos de las de (TN) para llevarla a la mejilla de ella y acariciarla. En un tono melodramático, continuó:
— Creo que no te gustaría dejarme con la duda.
De esa manera el corazón de la muchacha se liberó y expresó todo lo que la asfixiaba: sus ganas de pedirle perdón a Amadeus, de contarle las cosas completas sin sentirse culpable o incluso de haber pasado más tiempo en su compañía sin sacar a la luz temas de tono venenoso que ponían en duda su confianza.
Sabia había sido su decisión al contarle al garzo sobre todas estas cuestiones, porque como lo pronosticó, él fue capaz de curar sus dolencias. Su gracia y maestría era todo lo que necesitaba para sentirse mejor, así que tomó su consejo y continuó:
— ¿Seguro que es lo que debería hacer? — Cuestionó por última vez.
— Sí — Afirmó con firmeza, mirándola a los ojos entrañablemente. — Alguna vez tuve un amigo, y lo valoré mucho. Aunque él no pensaba lo mismo de mí, no me hubiera gustado que pasaran ciertas cosas... — Comentó. (TN) no comprendía la razón de estas palabras, pues a sus oídos sólo eran oraciones salidas del viento y para el viento. — Así que no quisiera que sufras. Ve.
Así pues, la chica finalmente se decidió y llamó a su amigo. ¿Qué podría salir mal?
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|Musa| Bloody Painter y Tú
FanfictionPara una persona común, un cuadro tal vez sólo puede ser una composición de colores; pero, para una persona que posee el don de entender el arte, el lienzo va mucho más allá. Significa, no sólo una composición de tonos, sino algo mucho más profundo...