Capítulo 18: Sicofanta

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A veces la curiosidad humana es infecciosa y se dispara a través de la sociedad como una plaga, contagiando a más de uno; haciendo que los demás se pregunten lo mismo.

 "¿Quién eres?"

...

¿Cuán deprimidos tenemos que sentirnos para extrañar nuestra niñez a pesar de que no eran nuestros mejores momentos, incluso si no comprendíamos del todo nuestros entornos?

Esa tarde el cielo se veía triste, solo y ausente, justamente como él se sentía. De niño creía que el clima dependía de su persona, porque si lloraba, llovía; si estaba alegre, el sol brillaba. Pero eran pensamientos de un niño, acordes a su imaginación y edad. Ahora sólo eran parte de una sorprendente coincidencia. 

Amadeus navegaba con lentitud a través del gentío, mezclando su aspecto entre miles de personas caminando adyacentes a él. En su brazo cargaba algunos lápices y cuadernos que pensaba devolver a la tienda, sin embargo eso no era lo único que cargaba en ese instante, sino también una fuerte sensación de abandono y disgusto. Disgusto porque los materiales que llevaba estaban en mal estado desde que los compró y el abandono porque desde hace semanas no se sentía igual cuando se trataba de (TN). Sus relación se había vuelto... ¿distante? De cualquier manera, ya sabía la razón.

El pianista recordaba con claridad cuando la conoció y cómo el sol brilló hasta quemar sus inseguridades, puesto que se sentía feliz y el tiempo cambiaba de acuerdo a sus sentimientos, según su "yo" en la infancia. La amó desde siempre, y seguía amándola.

A medida que su mente recordaba las cosas que había vivido, sus pies se acercaban cada vez más a su destino. No obstante, no contaba con el encuentro que tendría a puertas del negocio que estaba visitando: (TN).

Él la vio pero ella no a él. Estaba saliendo de la librería, llevando pinceles y pinturas nuevas, como si de pronto se hubiera interesado en el dibujo y la pintura, cuando Amadeus sabía perfectamente que nunca volvería a esos campos. El muchacho se detuvo para observarla, curioso de por qué ahora (TN) compraba esos instrumentos de arte. De hecho, como su amigo, siempre supo que la joven era una artista frustrada a comparación suya, un músico consumando sus sueños en una de las más grandes y privilegiadas escuelas. Desde niños ambos tenían convicción para el arte, pero sus padres eran tan diferentes... En lo que (TN) dibujaba y su talento no era apoyado, Amadeus se acercaba a la música y tenía respaldo; cada uno por su camino encontraría la manera de sobrevivir y vivir la vida como podían. 

Así pues, vio cómo se alejaba entre la multitud, seguramente para llegar a casa ya que sus clases culminaban todas las tardes. Más luego le preguntaría sus razones.

[...]

Por otro lado, estaba Helen. El eterno prófugo seguía con la misma incógnita, repasando una y otra vez los bocetos que había hecho durante días. ¿A quién le pertenecían estos preciosos ojos que se presentaban a su mente de vez en cuando? ¿Y por qué le inquietaba tanto no saber la respuesta? Masticaba tantas ideas que poco se había percatado de la llegada de (TN), quien lo descubrió hundido entre miles de papeles describiendo el mismo poema de un ojo dibujado a medias. Le avergonzó un poco, pero al garzo ya no le importaba ocultar sus intereses y dibujos de la chica. Le tenía confianza, porque después de todo, era la única que no lo juzgaba y no se burlaba de sus excentricidades propias de un artista. Ella era tan diferente a su amigo "El Titiritero", pelmazo que solía llamarlo "otaku" cada vez que lo pillaba obsesionarse con algo. 

—¡Buenas tardes! — Anunció una vocecilla, acto seguido de un portazo.

Helen alzó la mirada y se topó con la de (TN), quien traía consigo una pequeña sonrisa, como si ocultase algo. El hecho de que viniera tan rápido desde la entrada de la casa hasta su estancia lo asustaba, ¿qué tan rápida sería? En fin, parecía emocionada por alguna razón en especial. 

El joven seguía sentado en el piso, tomando los lienzos que había estado estudiando desde hace rato. Su contraria, inversamente, se posó a su lado en un instante para mostrarle lo que había traído.  

— Noté hace unos días que estabas dibujando, así que pensé en pasar por la librería para comprar algunas cosas. — Explicó con brío a medida que desempacaba los materiales de la bolsa uno por uno.

La joven, ignorante de los sentimientos de su acompañante, notaba su incomodidad. A lo lejos el motivo sería su compañía, así que se detuvo para preguntarle:

— ¿Qué pasa?

— Nada. Es que... estás gastando mucho en mí. — Aclaró con un tono calmado y complaciente. (TN) no sabía que Helen podría llegar a preocuparse por esas cosas, o si se daba cuenta de ellas, ya que ni ella lo hizo. Y sí, había gastado en un mes más de lo que había gastado en sí misma. Pensó que quizá lo apoyaba de esa manera debido a lo que había pasado, porque como Amadeus sabía, ella era una artista frustrada. Tal vez estaba intentando dar lo que a ella no le dieron.

— Entiendo. Pero—

— No quiero llegar a ser una molestia para ti. — Sentenció con una mirada firme en sus ojos, temiendo internamente que aquella chica que tanto se estaba esforzando en hacerle sentir como si estuviera en casa  llegase a percibirlo como una carga. Suficiente era con darle un lugar en dónde dormir y comer.

— Pero esta es mi manera de demostrarte que me importas. 

El artista quedó perplejo. 

— Hay cosas que no sé de ti, y tú de mí. No te doy todo esto porque pretendo reclamártelo en un futuro — Comenzó a explicar— Sino porque es mi manera de decirte que eres importante para mí. — La chica no había evidenciado que en sus palmas ahora se encontraban unos puños producto de la tensión que pasaba, así que continuó con su discurso, buscando apaciguar no sólo los sentimientos que estaban renaciendo en su interior, sino también los del artista del que se había enamorado. Continuó :—  Las obras que hiciste, por más de que estén manchadas con sangre, o independientemente de ello, las admiro...

Helen no supo responder a sus halagos. De hecho, contestarlos nunca fue su especialidad, así que se mantuvo callado hasta que se le ocurriese algo. No obstante, la chica no reaccionó de igual manera ante su mutismo:

— Intento apoyarte de la manera en la que no—

Entonces, cuando menos lo esperaban, la atmósfera tensa fue rota por una llamada entrante. (TN) no tuvo más remedio que contestar, así que sacó su teléfono de su bolsillo izquierdo y desbloqueó la pantalla para atender:

— ¿Amadeus? ¿Hola? — Dijo mientras le pidió al chico de ojos zarcos que se siguiera en silencio. Tras unos segundos de espera, su amigo contestó:

— Disculpa que te moleste, ¿te importaría recogerme mañana del instituto? Hay cosas que quisiera conversar contigo.

(TN) aceptó, sin tener la menor idea de qué se trataba.







|Musa| Bloody Painter y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora