Capítulo 2: Juegos.

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"The Puppeteer", o así se hacía conocer él, era la persona más cercana a Helen en esos momentos.  Él poseía los ojos inyectados de un dorado que brillaba a simple vista en las penumbras y ropas que desaparecen en la misma negrura de su alma.

Era juguetón, sarcástico y belicoso. Adoraba jugar con la mente de las personas solitarias  para finalmente ahorcarlas en un nudo de depresión formada por ellas mismas, a la vez que traspasaba sus huesos. Cierto día, Puppeteer vio a una chica sentada al costado del pasillo del lugar que él frecuentaba visitar; Podía notar tristeza en su mirada y un gesto que denotaba simplemente soledad, por lo que creyó propicio empezar un juego con ella.

Pensaba que, seguramente llevaría emoción a la vida de su viejo amigo, Helen, quien encerrado entre cuatro paredes desaliñadas aguardaba tranquilamente el desgaste de su ser, tal como si se trataran de cenizas siendo arrastradas por el impulso del viento. El espectro tomó sin permiso los dibujos del artista y los dispersó por los poligonales suelos del instituto de arte de manera que sólo (TN) pudiera verlos al caminar por estos y, efectivamente, mordió el anzuelo.

Ella se encontraba mirando fijamente los azules ojos de Helen, el artista despojado de sus obras. Él también la miraba con detenimiento mientras esperaba una respuesta de ella.

- ¿Qué haces aquí? - Recalcó la pregunta el chico de ojos eléctricos.

Rápidamente notó que entre los brazos de la desconocida se encontraban sus obras, justo las que habían desaparecido misteriosamente. 

-¿Quién te dio eso? - Añadió al interrogatorio.

(TN), sin pasar inadvertido aquel tono en el que realizaba el chico las preguntas, llevó su temblorosa mano hacia sus espaldas buscando de esa forma la cerradura de la puerta. 

-¿No me responderás? - Volvió a preguntar.

-Oh, cuánto lo siento. De verdad. No fue mi intención entrar aquí, es más, me iré - Dijo ella bajando la mirada.

-¿Quién te dio eso? - Insistió Helen.

-Sólo los encontré tirados en el suelo - Respondió con la mirada inquieta. Sentía cada vez más cómo las paredes la asfixiaban, tal y como se tratara de claustrofobia.- Tengo que irme, en serio. Por favor, ahí fuera me esperan. - Adicionó.

Helen se levantó y lentamente se dirigió a ella, al mismo tiempo que crujía sus dedos. Al estar en frente de la chica, él la miró a los ojos aún con la máscara puesta.

-Ya no tendrás que preocuparte por eso. 

-¿Por qué? - Quiso saber tontamente ella, quien trataba de mantener un comportamiento firme ante la intimidante posición del contrariado. 

Al instante (TN) tomó en cuenta que había alguien detrás de ella y volteó raudamente, encontrándose con esos fosforescentes ojos dorados que alguna vez había visto ayer. Este espectro sonrió mostrando sus dorados dientes para luego golpearla fuertemente en la cabeza provocando que, de una manera lenta,  cerrara los ojos a  medida que captaba todo con desconcertación. Ella vio todo a su alrededor y no evitó sentirse impotente al no poder moverse con albedrío en esos momentos; Soltó los papeles y empezó a desvanecerse como una flor marchita.

- ¿Por qué? Porque  no deberías emocionarte por el mañana, no habrá un mañana... 

Ella cerró sus ojos y cayó inconsciente luego de escuchar estas palabras. 

Las horas pasaron como un huracán devastador y todos en el instituto de arte salieron de sus salones. Amadeus, emocionado por ver a su amiga después de un largo transcurso de horas, se encontró con la sorpresa de encontrar totalmente nada. Aquel rincón en donde ella solía sentarse estaba más oscuro de lo habitual. 

Tomó su celular y empezó a llamar a (TN) repetidas veces hasta darse por vencido, ¿en dónde se habría metido si esta tarde estuvo esperándolo pacientemente? Empezó a circular los pasillos con notable preocupación, cuando de repente intentó hacer una llamada más a la chica; Rápidamente, pudo escuchar el tono de llamada de (TN) cerca a él siendo reproducido por unos cortos segundos, para luego darse con la noticia que habían cortado la llamada gracias a la notificación  de su propio teléfono.

Él fue corriendo mientras intentaba encontrar el cuarto del que provenía esa música con los grotescos gustos de su amiga, hasta llegar a tener en frente aquella misma puerta que (TN) tuvo  delante suyo esa misma tarde. Dudoso el chico llevó su mano hacia el picaporte y, aún pensando, se detuvo por un instante al escuchar aquel zumbido en sus oídos. Abrió entonces el picaporte, pudiendo ver  un escenario caótico, llevando su mirada lentamente hacia los pálidos rayos de luna, los cuales le apuntaron a una figura humana ser colgada desde el techo.

Amadeus retrocedió tres pasos con un gesto algo abrumado, cuando de repente reconoció a (TN) en medio de esos miles de hilos dorados, los cuales ahorcaban todo su cuerpo al mismo tiempo que la cargaban desde el techo. 

En su desesperación el chico tomó varias cosas punzantes e intentó innumerables veces destrozar aquellos hilos que notablemente la estaban matado. De repente, cuando creyó que ya lo había perdido todo, bajó la mirada; Los rayos de luna apuntaban directamente a sus desordenados cabellos y, aún con un semblante que denotaba seriedad, empezó a soltar lágrimas cristalinas, las cuales impactaron contra el polvoriento suelo.

Amadeus, con el corazón destrozado, empezó a llorar silenciosamente en la vacía habitación. Nadie lo escuchaba, miraba o hablaba. Sólo eran la luna y él. Inmerso en un temible silencio el pelinegro alzó la mirada, aún presenciando a su amiga envuelta en hilos más duros que el diamante. Caminó hacia el cuerpo de ella y se apropincuó de tal manera hasta llegar a tocar sus narices. 

- Vine tarde, ¿verdad? - Expresó el chico mientras acariciaba las mejillas de  (TN). Él la tomó del rostro y rozó sus labios contra los de ella, para finalmente apoyar su frente en contra de la misma. 

Sin darse cuenta, los hilos fueron deshaciéndose poco a poco, hasta liberar su cuerpo. El frío cuerpo de (TN) cayó sobre Amadeus de manera inesperada, provocando que este también se derrumbara en el suelo. 

Amadeus, incorporándose forzosamente con su lábil condición, intentó acomodar a (TN) entre sus brazos para hacerse cargo de la descuidada. Sus ojos se invadieron en una felicidad férrea y a la vez se contenía las ganas de dar una bofetada a su amiga por su torpeza y descuido; Sin embargo, las cosas no concluían en aquellos sentimientos tan vagos y fugaces. El chico, aún poseedor de una inmensa preocupación, se interrogaba acérrimamente sobre el causal de aquellos sucesos casi insuperables.













|Musa| Bloody Painter y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora