Al tiempo no le importaba nada. No le interesaba si arruinaba al rostro más bello, si mataba a la pasión más ardiente o si agrandaba un sentimiento no deseado. Día tras día una pesadumbre invadió el pecho de (TN), puliendo con hierro aquellas sensaciones que tanto quería destruir y se negaba a aceptar.
Durante esos días, la ventana al frente de su escritorio simplemente se mantuvo abierta por horas indefinidas; parecían ojos llorosos, completamente abiertos como luna llena. En su soledad, la miríada de emociones carcomían sus uñas en arranques de ansiedad melancólica. No podía siquiera concentrarse en la tesis en la que tanto había estado trabajando desde hace semanas. ¿Por qué tenía que sucederle esto a ella, especialmente ahora, cuando en la facultad sus esfuerzos estaban dando frutos? ¿por qué apareció aquella maldita curiosidad y desmoronó lo que con tanta dedicación estaba construyendo? ¡No debió conocerlo, bajo ninguna circunstancia!
De pronto sus emociones llenaron cada rincón en su mente, empujándola a un inevitable clímax que la precipitó a tomar la tapa de su computadora y cerrarla con fuerza. Su sorpresa fue tal, que cuando se había dado cuenta, aquella herramienta de trabajo al ser golpeada se apagó irremediablemente sin darle la oportunidad de guardar el archivo que hace unas horas estaba avanzando arduamente. Qué estúpida había sido al dejarse controlar por sus sentimientos. Esto era lo que obtenía por meter sus narices en donde no le correspondía.
- Maldita sea...— Expresó con inflexión notablemente irritada. — Ahh...
Aún faltaba una semana y media para la presentación de Amadeus, y así mismo ese era el tiempo que le restaba para entregar el documento que tristemente había perdido hace unos segundos gracias a su soberana idiotez. Se encontraba tan estresada, que podría lanzarse de un cañón únicamente para deshacerse de todos sus problemas. Pero esas no eran las únicas cuestiones: Notó que gracias al inmenso interés que formó respecto a Helen, habría terminado enredándose en un asunto que podría cobrar hasta su propia vida. ¿Qué intentaba decir con esto? Es que, sencillamente alejarse de él podría significar tantas cosas, y entre ellas el que creyera que fue acusado ante algún tercero, viéndose obligado a extinguir la vida de la chica con sus propias manos. Lo había tomado en broma, pero ahora sabía que realmente se trataba de un criminal suelto y activo. Sin embargo, ¿él un criminal? Era extremadamente callado, un artista innato tal y como Amadeus. Pensar en la realidad la tenía tan confundida, ¿qué debía hacer?
Sin previo aviso su celular emitió un sonido alarmante que la despidió abruptamente de sus pensamientos. Había estado tanto tiempo absorta en ellos, que poco había notado el correr de las horas después de tomar el almuerzo. En efecto, la hora de recoger a Amadeus del instituto de artes casi llegaba —y también la de verlo a él—.
Tomó sus cosas con evidente fatiga, avanzando con fuerzas minúsculas, las cuales se resaltaban en sus pies arrastrados al caminar con cierto desgano. No iba a pensarlo una vez más: su vida estaba desmoronando a pedazos únicamente por su culpa. Tampoco culparía a Helen, Amadeus, o a cualquier otro factor. Era aquella curiosidad intrínseca la que desencadenó la coyuntura exacta que concebiría la situación en la que estaba metida, aquella misma circunstancia que iba ahogándola lentamente hasta consumir las últimas burbujas de oxígeno que le quedaban para mantenerse de pie y con cordura.
Abrió la puerta a la par que sacaba con impaciencia el manojo de llaves que guardaba en sus superficiales bolsillos traseros. Qué infierno había resultado hacer amigos, pensaba.
[...]
Así pues, no le tomó más de media hora llegar a los pavimentos del instituto en el que se resguardaba Amadeus. Probablemente él seguía en clases, por lo que haría lo mismo que hacía desde hace un par de meses: buscar a Helen.
No quería hacerlo ya que su presencia la ponía muy nerviosa, pero no le quedaba otra opción. Tenía que ir antes de iniciar algún malentendido que pudiera causarle serios problemas. A veces ni ella comprendía lo que sentía por él: temor, ¿o cariño?
De esta manera puso el primer pie sobre el cemento que componía el pintoresco camino hacia los enormes portones que daban la bienvenida en la ilustre institución. Nada había cambiando en su apariencia: seguía igual de elegante y lúgubre, pero de tan sólo entrar, la pesadez de su pecho se acrecentaba como espuma al contacto con jabón y agua. Suspiró:
— Espero que no haya notado mi presencia. — Dijo ella, apuntando sus iris sobre las ínfimas pizcas de tierra que descansaban sobre la construcción que ocupaban sus finos pies. Sus pestañas le daban un aspecto tan encantador y a la vez preocupante, que rápidamente se podría pensar que tenía problemas para conciliar el sueño.
De esta forma, caminó mostrando inquebrantable firmeza sobre cada uno de sus pasos, cuando por dentro estaba desmoronándose poco a poco.
Narra Helen:
Cuando la vi cruzar por las veredas del patio delantero, sólo supe que había llegado la hora de tolerar sus estupideces otra vez.
No estaba acostumbrado a las visitas, y menos ahora. Al tener un historial delictivo desde la escuela en nada era fácil subsistir tranquilamente por los alrededores sin que alguien tratara de amarrarte una cuerda al cuello. Siempre hay gente que intenta desquitarse de las desgracias y busca hundirte por una equivocación cometida hace años. Aquellos errores no eran de mi responsabilidad en absoluto, sino de mis agresores y de la gente que trataba de acercarse ilusamente a mí, aún con intenciones tan enfermas y miserables como la de Tom, mi mejor amigo, a quien le arrebaté la vida luego de abrir los ojos y darme cuenta cuán asquerosa es esta pestilente sociedad. Nadie merece un trato amable.
Pero hoy había algo diferente. Es que, mientras (TN) acortaba cada vez más la distancia física entre nosotros, también lo hacía sentimentalmente. No sentía algo especial, sin embargo solía esperarla cada vez que me enteraba que su amigo llegaba a sus clases de música, porque acostumbraban a ir juntos desde que tengo memoria. Llegaba cuarentaicinco minutos antes de lo que debía, sólo para admirar las cosas que este lugar guardaba gracias a su empedernida curiosidad. Por esa misma razón tomé el un mal hábito: me asomaba por las esquinas de los alfeizares de la gran cúpula en la que ahora vivía, únicamente para asegurarme de que ella habría llegado.
No obstante, esta tarde se notaba ligeramente diferente. Su gesto se notaba duro, pero sus manos decían lo opuesto. Se encontraba nerviosa, como si algo estuviera destruyendola en su interior.
Sin que lo notara me alejé con cuidado de las ventanas antes de que entrara en cuenta al alzar ligeramente la mirada penetrante que solía describirla. Nunca lo había dicho antes, pero cuando nuestros ojos se encontraron por primera vez, los míos tenían la férrea necesidad de permanecer encarcelados en la oscuridad de los suyos, como si en ellos naciera sin previo aviso el deseo de forjar lazos indestructibles. Y así lo hice. Quité mi palma de mi mano derecha, arrastrándola con delicadeza por la rugosa estructura pavimentada que enmarcaba la gran ventana de la bóveda.
Cuando por fin había tomado mi posición para recibir su llegada, mi queridísimo y deleznable amigo levantó la voz como lo hacía de costumbre:
-¡Awwww! ¿Es que estás ansioso por su llegada? — Comentó desde el lóbrego almacén con evidente descaro. — ¡Es sumamente adorable!
Era obvio que no soportaba escucharlo en ocasiones, sin embargo ahora estaba ocupando mi mente en otra cosa —o persona—: Ella. Me desplomé como arena sobre la butaca que descansaba tranquila frente al gran caballete que cuadraba mi más reciente obra a base de sangre. Ciertamente aquella mujer me había obsequiado pinceles, pero no los usaría. Sería como perder la dignidad.
Así fue como pasaron largos minutos, y cada uno de ellos eran tortuosos. No dejaba de dirigir mis ojos hacia el gran portón adornado en pedazos de querubines barnizados, como si me muriera por verla. No obstante, en una milésima de segundo; al otro lado del gran bloque de madera, unos frágiles puños femeninos hacían notorio su llamado. No cabía duda, era ella. La había esperado tanto tiempo a pesar de haber sido tan sólo miserables horas desde anteayer.
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|Musa| Bloody Painter y Tú
FanfictionPara una persona común, un cuadro tal vez sólo puede ser una composición de colores; pero, para una persona que posee el don de entender el arte, el lienzo va mucho más allá. Significa, no sólo una composición de tonos, sino algo mucho más profundo...