Aceptame

Prólogo

Injusto. Eso era completamente injusto, y estúpido, totalmente estúpido.

Hinata gruñó frustrada frente a el espejo de su baño.

—Vamos Hina, si no lo haces tu, lo hará alguien mas. —Ino la observaba desde la puerta burlona.

—¿Por qué tengo que hacerlo yo? ¿Por qué no ella?

—Ella no es la Alfa aquí.

—Esa mentalidad es estúpida y retrógrada, fue ella la que hizo esa escenita de celos en el café. —la Hyuga hizo un puchero y se cruzó de brazos.

—Deja de quejarte, es hora de que te pongas los pantalones y vayas a declararte.

Hinata abrió los ojos y la boca sorprendida antes de gritar. —¡Pero si yo ya me confesé, con flores y todo! ¡Y ella salió huyendo!

La rubia rodó los ojos, caminó hasta su amiga y puso sus manos en los hombros delgados de la más pequeña.

—Hinata, tu sabes mejor que nadie como es ella, necesitaba tiempo.

—Y yo se lo di, ¿por qué no puede ser ella la que deje su orgullo de lado? Yo lo hice por ella... muchas veces.

—Es una omega.

—Tú también y aún así fuiste tu quien dio el primer paso con Sai-kun.

—Eso es diferente.

—¡No lo es!

—Si, bueno, como sea, solo apresurate —la rubia salió del baño, dejando a una irritada azabache en el.

Hinata suspiró al verse sola, recargó su frente en el espejo y la imagen de cierta chica de cabellos rosas se instaló en su mente, sonrió cansada.

—Oh, bueno, ¿qué mas da? Si me rechazas siempre puedo volver a intentarlo ¿no?. —susurró dándose ánimos a si misma.

Salió del baño con las mejillas sonrojadas y la mirada llena de determinación. Abandonó su habitación y bajó las escaleras de la gran mansión Hyuga.

—Hinata. —el llamado de su padre la hizo detenerse en seco. Se volteó con una sonrisa e hizo una reverencia.

—¿Si, padre?

—Eres una alfa. —Hinata frunció el ceño y asintió confundida —Durante muchos años todos dudamos de que merecieras ese título, pero ahora que has demostrado lo que vales, sé que estas lista para dirigir al clan.

Hinata abrió los ojos sorprendida, su lobo interior aulló ansioso, sonrió con emoción y estaba por hablar cuando su padre la interrumpió.

—Pero todo alfa necesita de una pareja, un omega sumiso y elegante, que se adecúe a su posición y cumpla con sus funciones... —la sonrisa de la menor se esfumó y sintió la necesidad de ponerse a la defensiva. —El consejo a creado una lista en base a esos aspectos. —de la manga de su yukata sacó un pergamino que extendió a su heredera. —Elige al que sea de tu preferencia y hazmelo saber cuanto antes.

—Padre, no creo que esto sea necesario. —la joven de tan solo 19 años empezó a negar con las manos.

—Hinata, toma el pergamino.

—Padre, en serio...

—Tomalo.

—Pero...

—Ahora.

—P-padre...

—Hinata. —la miró al limite de la paciencia y la mujer miró aterrada el pergamino que le extendía.