XVII

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—¿Eso quiere decir que...?

—Son órdenes directas de Hinata-sama. —el joven de la segunda rama hizo una reverencia pronunciada antes de retirarse.

Hikari se giró hacia su hermano con el corazón latiendole con fuerza, Hikaru la miraba con los ojos igual de abiertos.

—¿L-los dos? —preguntó con las manos temblandole, Hikari sonrió y asintió con un pequeño sollozo saliendo de su boca.

—Los dos. —respondió. El menor se lanzó a sus brazos y lloró de alivio. La mayor lo recibió gustosa y rió entre lágrimas. —Vamos a casarnos Ru-chan.

...

Hinata se recargó contra la pared en silencio, podía ver a la pareja de omegas ser medidos en una de las tantas habitaciones de la mansión.

Su mirada se concentraba en el menor de los dos, Hikaru parecía destilar brillos de sus bonitos ojos cada que la risa de su hermana sonaba por el lugar. Se veían tan felices, tan enamorados.

Que parecía que no era ella quien iba a casarse.

—Hinata-sama, no la esperábamos aquí hoy. —una de las tantas costureras se le acercó haciéndole una reverencia.

—Discúlpeme la interrupción, solo quería ver a mis omegas un momento, continúe con lo suyo por favor. —la beta asintió y se alejó, fue ahí cuando su mirada se encontró con la de Hikaru.

Los tímidos ojos se enfrentaron a los suyos con agradecimiento, con la felicidad de quien ha ganado su más grande deseo.

Y Hinata lo aceptó, una vez más había perdido, y una vez más no importaba, porque ella estaba dispuesta a sacrificarse de nuevo.

«Todo estará bien, ya verás que esto es lo mejor. »

«¿Estás tratando de consolarme? »

No recibió respuesta, pero no es como que hubiera esperado una, dió una última mirada a los que serían sus omegas y luego se marchó del lugar.

...

Los días pasaron con rapidez, Hinata no había sabido nada más acerca de Sakura, enfocada en su futuro trabajo como líder del clan Hyuga y llevando a cabo los preparativos de su ceremonia matrimonial.

También había estado conviviendo con los gemelos Hyuga, quienes se habían vistos envueltos en unas rigurosas clases de etiqueta para cuando fueran presentados como los omegas del líder. Hinata había intentado estar presente en la mayoría de las sesiones, deseando que de esa manera pudiera distraer a sus sentimientos, sin embargo, parecía tener el efecto contrario, pues solo parecía destruirse cada vez más a sí misma.

Ino también se había centrado en los preparativos de su propio compromiso, intentando ignorar en su mayoría el hecho de que la boda de su mejor amiga estaba a la vuelta de la esquina.

La rubia aún podía recordar su último encuentro, el abrazo cálido y apretado, la culpa disfrazada de felicidad por parte de ambas y el nudo en su garganta que la presionaba a sujetarse de la Hyuga, que la incitaba a no soltarla jamás. Y aún sentía las lágrimas que corriendo por sus mejillas en la soledad de su habitación le gritaban que la había dejado ir hace mucho tiempo atrás.

Que le gritaban que ya no había nada que hacer, solo seguir adelante.

Parecía que ya todo estaba perdido, no había un final alternativo, y Hinata ya se estaba haciendo a la idea.

Y cuando creyó que su corazón no volvería a latir de la misma manera, llegó una última luz a tambalear sus emociones.

«Dime que no es verdad, por favor», y por más que imploró por ello, sabía que sus ojos no mentían, y ahí, en medio del salón de la mansión Hyuga, escoltada por dos miembros de la rama secundaria y frente al líder del clan, se encontraba Sakura, vestida con sus ropas ninjas y con la mirada más decidida que le había visto jamás.

—Vengo a pedir la mano de Hinata Hyuga.

Su mundo dió vueltas entonces, porque supo en ese momento, que no importaba cuanto intentara hacer lo correcto, su corazón siempre miraría para el otro lado. Justo como el de Sakura hacia.

Los ojos verdes la enfrentaron, tan serios y furiosos que poder notar la tristeza en ellos solo le recordaba que jamás nadie amaría a esa omega tanto como ella lo hacía.

Nadie amaría a Sakura de una manera tan fuerte. Nadie la amaría como Hinata lo hacía.

Y eso solo hacía la despedida más difícil.

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