IV

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Despertó con los ojos llenos de lágrimas secas y ardiendo en rojo por el llanto que había dejado salir la noche anterior.

Estiró sus brazos tronando sus huesos por lo entumidos que se encontraban y miró su alrededor, su habitación estaba tan pulcra como siempre.

El olor a canela inundaba el cuarto y de inmediato la imagen de su rubia amiga llegó a su cabeza, suspiró pensando en que tendría que pedirle perdón después.

Se levantó de su cama y caminó al baño de su habitación. Enjuagó su rostro y se observó en el espejo.

Sus mejillas estaban rojas como sus ojos que se veían hinchados, sus labios estaban secos y agrietados, y se veía tan demacrada con esas ojeras que no pudo evitar hacer una mueca de disgusto.

Comenzó a estirar su cuerpo en repetitivos ejercicios que su clan aseguraba la haría tener mas altura y ser una alfa mas digna de ellos.

Bufó fastidiada al recordar que de todos los meses que llevaba haciendo exactamente lo mismo solo había crecido unos cuantos centímetros.

Pero algo era algo y ella estaba realmente cansada de que su altura la hiciera ver menos imponente. Era un golpe a su orgullo y su lobo se lo recriminaba seguido.

Su lobo. Sinceramente no sabía de donde había salido ese lobo, eran completamente diferentes.

Mientras ella quería ayudar, él quería lastimar, mientras ella quería ser amable, él quería imponerse, mientras ella se conformaba con poco, él era un caprichoso que buscaba más y más.

No se toleraban y siempre estaban en desacuerdo.

Era mandón, grosero, prepotente, egocéntrico, egoísta y cruel.

Y ella había permitido que fuera de esa forma durante muchos años, incluso se había mantenido callada cuando mas de una vez había querido tomar el control de su cuerpo, en especial durante los celos, donde quería tomar al primer omega que le pasara por en frente.

Se había mantenido callada siempre, todo porque seguía con la idea de que podrían llegar a aceptarse, a comprenderse y ser amigos.

Pero él no la quería, no la quería desde que a los 10 años cuando había sido obligada a pelear con su hermana menor, se había rehusado a golpearla siquiera.

Esa vez, no solo su padre la había mirado con decepción y desprecio por perder ante una beta 5 años menor, su lobo la había humillado y le gritó los peores insultos que había recibido nunca, furioso porque su parte humana no demostrara indicios de ser una alfa digna.

Y ella lo soportó, con lágrimas en los ojos y la dignidad por los suelos, la autoestima desvanecida en sus sollozos y el temor rodeando su pequeño cuerpo. Lo soportó porque creía cada una de sus palabras.

Hasta que se enamoró.

Tenía 16 años cuando aceptó que lo que fuera que sintiera por el beta Uzumaki Naruto no era amor, cuando sus ojos habían visto algo tan hermoso como un día de primavera.

Sakura Haruno se había metido por cada uno de sus poros y no pudo evitar quererla para ella.

La omega se había presentado tardíamente y para ese momento todos pensaban que sería una beta. Fue una sorpresa para todos que se presentara justo cuando a la Hyuga le llegaba el celo de imprevisto.

Y fue ahí cuando demostró ser una alfa hecha y derecha. Habían hecho falta más de 10 ninjas para poder controlarla.

Aún se avergonzaba de la forma en que se había querido adueñar del aroma a cereza que despedía su amada pelirrosa.

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