09. El niño que perdió la inocencia

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Burslem, Stoke-on-Trent, Inglaterra.

25 de diciembre, 1993.

     Los numerosos globos multicolores que permanecían levitando alrededor de aquel pequeño departamento le agregaban un poco de vida a la fiesta de cumpleaños cercana a celebrarse. Las serpentinas se fusionaban junto a las llamativas luces navideñas verdes y rojas esparcidas por la sala de estar. Sobre el comedor de madera, ubicado a una de las esquinas, se encontraba un pequeño pastel blanco decorado con crema azul y chispas de chocolate el cual tenía encima una vela amarilla con forma de número cinco. El pastel era de vainilla y chocolate, justo como al cumpleañero le gustaba.

     Afuera, el frío se escabullía dentro de su hogar, por ello su madre había encendido la calefacción. Sus menudas manos reposaban sobre el marco de la ventana, mientras que él se mantenía observando con una profunda tranquilidad cómo el sin número de copos provenientes del cielo cubrían Stoke-on-Trent en una espesa capa blanquecina de escarchada nieve.

     Amaba el invierno.

     El piso en el cual vivía junto a sus padres se ubicaba en el centro de un pequeño pueblo del distrito, llamado Burslem. Era un lugar de constante movimiento debido a las tiendas a su alrededor.

     Bajó la vista para dar con las decenas de personas que transitaban de un lado a otro, por supuesto, era Navidad. Muchos salían con sus familias a pasear y festejar el nacimiento de Jesús, también había un sinfín de niños jugando y corriendo por las estrechas calles con sus nuevos regalos para acercarse junto con sus padres a la plaza para presenciar el gran espectáculo pirotécnico.

     Frunció levemente el entrecejo.

     No le gustaba que su cumpleaños fuese en un día festivo porque muchos solían olvidarlo, sobre todo el día de Navidad, cuando la mayor parte del tiempo sus amigos de la escuela permanecían con sus familias en casa, por lo cual no lo visitaban o traían regalos.

     Leves crepúsculos comenzaban a formarse en el nublado cielo gris que se fusionaba al naranja, formando un cálido color rojizo. Sonrío, aquello era tan hermoso que lo sentía como un regalo, el cual era solamente para él.

     Volvió nuevamente en sí, girando sobre sus talones. Su dulce madre terminaba de colocar unas cuantas sillas de plástico en la sala para los invitados. Levantó su dedo incide y señalando una por una comenzó a enumerarlas, justo allí habían diez sillas. Aún no tenía idea de a qué personas había invitado su madre pero por lo visto no eran muchas, aquello le gustó bastante. Pese a ser solamente un niño de cinco años no le gustaba socializar mucho, se sentía bien con solo un poco de personas.

     Cuando su madre terminó de organizar todo, se dirigió hacia él, colocándose en cuclillas para observarle. Con suavidad la joven mujer frente a él acaricio su cabello de corte hongo para posteriormente besarle.

     —Debes cambiarte, cariño. En tu habitación coloqué la ropa que usarás. Los invitados vendrán pronto, alístate.

     Él asintió sin apartar aquellos grandes ojos de su madre. Ahora era su pequeña mano la que se dirigía al rostro de la mujer para acariciar con suavidad el hematoma sobre su delgada ceja femenina. Era un niño muy maduro para su edad y lograba entender lo que estaba sucediendo en su hogar aunque su madre pensara lo contrario.

     —¿Dónde está papá? —cuestionó con suavidad. Su madre apartó los cojos cafés de los suyos por unos instantes observando el suelo.

     —Salió por unos deberes. Ahora ve, hijo, tus abuelos están por llegar.

     Los verdosos ojos del niño se iluminaron a causa de la emoción, ¡vería a sus abuelos luego de tantos meses! Besó la punta de la nariz de su mamá para salir corriendo a su habitación de color azul. No había mucho dentro, solo una cama, un pequeño armario de madera con ropa y algunos juguetes, también un par de libros que estaba aprendiendo a leer, aún se le complicaba un poco, pero estaba practicando. Recién se había mudado allí con sus padres. Su mamá trabajaba en una tienda mientras que él permanecía en la escuela, pasaba la mayor parte del tiempo con ella. Su padre, por otro lado, solía aparecerse a altas horas de la noche, cuando él ya se encontraba durmiendo junto a su oso de peluche, por ello no había frecuentado con él desde hace unos días.

DEREK © #1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora