Elena había dejado de recibir esas incesantes llamadas a su teléfono. De hecho, durante la semana había decidido ir a una agencia telefónica para cambiar el número, eso había sido un santo remedio para ella, ya que no tenía más llamadas de números desconocidos ni nada por el estilo, aunque sus padres se habían preocupado un tanto debido a que Elena jamás había tenido la necesidad de cambiar su línea, pero supo persuadirlos con una que otra excusa.
La última llamada que había recibido durante esa semana no había sido muy gratificante, pues la habían despertado nuevamente. Ahora con la misma tonadilla de Beethoven que la persona del otro lado de la línea solía tocar.
Pese a ser algo joven para muchos, Elena no eran una persona ingenua. Su vida durante mucho tiempo había transcurrido en completa normalidad junto a su familia y amigos, jugando, estudiando, saliendo. Pero ahora se sentía más vigilada que nunca. Desde que aquel hombre castaño había entrado de un modo tan misterioso en su vida todo comenzaba a tornarse oscuro a su alrededor.
No sabía su nombre. No sabía quién era. Incluso, ni siquiera sabía en donde podía estar. Sólo sabía que no debía fiarse de él, ni de aquellas extrañas llamadas, las cuales posiblemente fuesen suyas.
Al final sólo pudo formularse una interrogante ante después de todo ese razonamiento... ¿Por qué ella?
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Stanlee Wadlow tomaba café cargado mientras observaba los múltiples archivos que tenía sobre su escritorio. Había transcurrido una semana desde el interrogatorio en la universidad de artes, ahora era fin de semana por la tarde, mientras muchas personas comenzaban a despojarse de sus trabajos para incursionarse a la fiesta y el alcohol, él seguía encerrado justo en la oficina que se había ganado años atrás en la comisaría Metropolitana de Londres por su arduo esfuerzo investigativo.
Era un hombre apasionado por su trabajo. Solía sumergirse tanto en un caso que era incapaz de notarlo y aquello le había costado varias relaciones serias a lo largo de su vida. «Los asesinos no esperan». Era la última frase que le había dicho a la mujer con la que había compartido tres años de su vida, pero sus constantes reclamos por atención lo llevaron a tomar la decisión de terminar con aquello. Él no tenía tiempo para nadie, y ella merecía a un hombre mejor.
El respecto al caso de Oliver Taylor... aún no comenzaba a fluir como él quería, todavía le faltaba información, y a decir verdad ésta tal vez era la primera vez en la cual no sabía por dónde comenzar. Sabía que al hombre que tenía como primer sospechoso era a un castaño de cabello largo y ojos verdes, sólo eso, sin nombre, identificación, nada. ¿Cuántas personas no habrían así en Inglaterra?
Había indagado un poco más en la miserable vida de Taylor, con el pasar de los años había hecho muchos enemigos, enemigos de los cuales Wadlow sabía no eran capaces de cometer alguna locura, pero seguían siendo sospechosos debido a sus antecedentes con el fotógrafo.
Descubrió gracias a los vecinos de Taylor que un hombre llamado Owen O'Sullivan le había amenazado dos semanas antes de morir por no pagar una deuda pendiente. Lo vería el lunes por la mañana para interrogarle. Al menos algo debería sacar de allí, pensó para luego suspirar.
«¿A dónde quieres llevarme, Oliver?»
Recordó a la última joven que había interrogado el jueves pasado. Pese a que se había mostrado algo duro con ella al principio, por dentro le había hecho sentir algo de nostalgia al mirarle a los ojos, eran tan parecidos a los de su querida Susan.
Por un momento se permitió viajar unos tantos años al pasado, cuando tenía diecisiete y se encontraba en la flor de la juventud. Se vio a él mismo en sus pensamientos, recostado sobre la verdosa hierva y siendo arropado por el cálido tiempo primaveral. El sonido de diversos pájaros eran cantos que a diferencia de muchos él sí sabía apreciar, y las personas que jugaban en los alrededores del Hyde Park no le molestaban en absoluto, sino que le hacía permanecer en un modo muy feliz. Amaba estar así, sobre todo con Susan a su lado.
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DEREK © #1 [✓]
Mystery / ThrillerEsa sensación que hacía estremecer a Elena McFly no era para nada un juego de su imaginación. Cuando el joven y apuesto Derek Phelps conoce a la pequeña Elena en la boda de su madre, sabe de inmediato que esa inocente niña vulnerable debe ser suya c...