La humedad y el frío se fusionaban con la oscuridad de la noche.
Londres no podría catalogarse como una ciudad insegura, o al menos no en algunos de los lugares más frecuentados por los turistas, pero al igual que cualquier sitio del mundo, este también tenía un lado no muy grato para el resto, en donde solo se podían encontrar a personas de la peor calaña.
El pequeño reloj de mano plateado que llevaba en su muñeca marcaba aproximadamente las dos de la madrugada, y sitios como Hackney ya no eran transitados a esa hora, salvo por borrachos pasando de taberna en taberna o una que otra prostituta que rondaba la zona para poder vender sus servicios a cualquier hombre desesperado, de hecho, uno que otro vehículo se cruzaba por allí, por lo tanto, se podría decir que el camino estaba completamente desierto, pero en esa ocasión no era así, porque él iba con un paso lento por la fría calle desolada. La capucha sobre su cabeza y ambas manos dentro de los bolsillos del abrigo, protegiéndose un poco del clima invernal.
Sus tupidas cejas estaba levemente fruncidas, y en su firme paso podía notarse el alto nivel de molestia que lo carcomía vivo, porque su mente solo procuraba jugar con él, su propia mente quería destruirlo y enloquecerlo tal como lo había hecho durante veintiséis años, a veces lograba reprocharse a sí mismo porque sabía como esta podía colocarlo y controlarlo a su conveniencia, pero él jamás hacia algo para detenerla, porque sabía que era esta la que podía brindarle la satisfacción y el éxtasis que necesitaba para tan solo imaginarla a ella...
A su pequeña Elena.
Comenzó a rebobinar todo lo sucedido horas atrás en el parque de diversiones, cuando la tuvo tan cerca como nunca antes, y a milímetros tenía aquellos pequeños labios manchados de un fuerte colorete carmesí. Tal vez nunca había deseado tanto tocar los labios de otra persona con los suyos, y él estaba completamente seguro de que ella pensaba igual.
Era duro para él el haber permanecido durante mucho tiempo entre las sobras, perdiendo tantos años en los que pudo haber estado con su amada, pero sabía que la espera había valido la pena. Elena ahora era toda una mujer.
De ante mano sabía que su chica era una de las personas más inteligente que conocería en la vida, para tan solo tener diecisiete años recién cumplidos.
Elena McFly nunca dejaba de sorprenderle. Como aquella vez en que ganó el primer lugar en una competencia de deletreo en cuarto de primaria, no olvidaría como en sus grises ojitos podía percibir la emisión de dicha experiencia. También se acordó como en primero de secundaria había realizado por sí sola un brazo hidráulico para la feria de ciencias de su instituto, el cual funcionó de maravilla sin requerir de alguna ayuda. Estaba orgulloso de ella.
Siempre había permanecido de un modo muy sutil en su vida, y sabía que ella de una forma algo abstracta lo sabía, porque él jamás se había alejado, siempre había estado a su lado desde el comienzo pese a que ella no lo pudiese ver.
Suspiró mientras seguía andando.
Desde la lejanía notó a una pareja de jóvenes que caminaban a su dirección. Sonrió con algo de malicia al ver a dos niños de al menos veinte años en un lugar tan desolado como Hackney a altas horas. No andaba de tantos ánimos como para joderles la noche a esas dos ratas, pero de todos modos quiso fastidiarlos un poco.
Le gustaba jugar con las personas tanto como su mente jugaba con él.
Ambos se acercaban más y él no pretendía moverse de su lugar. La joven de cabello oscuro vestida con un suéter negro iba tomada del brazo del chico castaño, se veían algo distraídos, como si estuviesen absortos en su propio mundo, perfecto. Su sonrisa se ensanchó, dejando al descubierto la hilera de blancos dientes, cuando su fuerte hombro chocó con firmeza el de la chica, provocando que cayera bruscamente sobre la húmeda acera grisácea. Intentó seguir su paso, pero se detuvo al escuchar la voz del chico, quien se encontraba furioso debido a la acción del desconocido.
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DEREK © #1 [✓]
Gizem / GerilimEsa sensación que hacía estremecer a Elena McFly no era para nada un juego de su imaginación. Cuando el joven y apuesto Derek Phelps conoce a la pequeña Elena en la boda de su madre, sabe de inmediato que esa inocente niña vulnerable debe ser suya c...