04. El encuentro con Trenton

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     El frío cada día tomaba más presencia en Londres. Los árboles aún tenían aquellas numerosas hojas secas de color marrón sobre sus ramas, algunas comenzaban a desprenderse por sí solas, dispersándose sobre el pavimento.

     Elena estaba recostada sobre su colchón. El reloj indicaba que eran las seis con cuarenta de la mañana, debía levantarse porque era viernes y tendría introductorio de fotografía en una hora aproximadamente.

     La semana no había sido lo más interesante para ella, simplemente más de lo mismo. Ayudar a su madre en la cocina, acompañar a Edward al museo británico para cambiar algunas piezas de arte y enseñarle una mejor caligrafía a Andrew, finalizando el día con alguna lectura de los tantos libros que reposaban en la pequeña biblioteca de su casa. Le gustaba mucho leer historias de amor, incluso había optado por releer Romeo y Julieta por tercera vez ese mismo año.

     Elena solo debía ir al museo de fotografía los días lunes, miércoles y viernes. El miércoles en la mañana cuando estuvo allá a primera hora, tuvo la oportunidad de charlar junto a un par de compañeros, haciendo que entrase un poco más en confianza, aquello le hacía sentir que a partir de ese momento todo estaría bajo control, pero en el instante en que Oliver Taylor cruzó el umbral de la puerta con su fuerte semblante e intensa mirada, eliminó todo ánimo de seguridad proveniente de su cerebro.

     Por otra parte, sus pesadillas iban en crescendo, ahora las sentía más reales, provocando que se alterase a sobremanera. La noche anterior no pudo descansar como debía, apenas y logró cerrar los ojos por más de una hora.

     Se llevó una verdadera sorpresa cuando se miró al espejo, debajo de sus ojos grises tenía ojeras, no muy prominentes, tampoco estaban muy marcadas, pero si se notaban lo suficiente, aunque con algo de maquillaje pudo disimularlas un poco.

     Se arregló, desayunó y salió. Anne había estado un tanto paranoica con respecto a ella esa semana. ¡El miércoles la llamó al menos veinte veces en menos de una hora! Aunque Elena insistía en obtener respuesta sobre aquel repentino comportamiento de su madre, ella solo se limitaba a responder con un simple: «no es nada, cariño. Ten un buen día y manda un texto al llegar».

     Al salir de casa el frío azotó su cuerpo. El otoño se encontraba en su fase terminal, preparando a los británicos para el próximo invierno.

     Con paso algo apresurado llegó hasta el parque de Grosvenor. Al igual que cada día en su vida, sentía que la observaban, y aquello le asustaba de un modo tan gigantesco que comenzaba a hiperventilarse. Podría jurar que el temblar de sus piernas no era a causa del frío al que ya estaba acostumbrada, si no por el miedo.

     El parque no estaba tan poblado como de costumbre, de hecho, se encontraba vacío, con excepción de su presencia.

     Estaba segura que había alguien que la observaba desde su espalda, pero no tenía tantas agallas como para girar su cabeza y verificar. Lo único que podía imaginar era un par de grandes ojos esmeraldas mirándola con intensidad.

     Aceleró su paso, y la persona detrás de ella también.

     «No voltees, Elena. No voltees, solo apresúrate» se repetía, pero su paso cesó cuando sintió una fuerte mano tomarla por el antebrazo.

     Sus manos temblaban y su pulso iba en aumento. Se giró y lo primero que divisó fue una frondosa cabellera naranja. Sus nervios comenzaban a diluirse.

     Frente a ella estaba el joven con quien había conversado en su primer día en la universidad, ¡era Trenton! Quien vestía un abrigo tan azul como sus ojos, junto a unos pantalones grisáceos y zapatos deportivos de color negro. En su rostro se dibujaba una gran sonrisa que dejaba al descubierto una perfecta dentadura blanca. Sus mejillas se encontraban tan sonrojadas como las de Elena, producto del frío. Era un alivio para ella encontrarlo.

DEREK © #1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora