24. Sangre sobre la nieve

3.5K 260 81
                                    

Comenzaba a atardecer, y por lo visto afuera aún seguía nevando a pesar de que las nubes estaban tomando otro rumbo, más hacia el oeste.

Para Derek seguía siendo una tarde tranquila, justo como cualquier otra, mientras tocaba con sosiego un sonata de Beethoven titulada Moonlight; la cual le hacía relajarse en los momentos más turbios, como el que había tenido minutos atrás con Elena, quien había preferido encerrarse en el baño antes de sentarse a disfrutar la cena con él. Por primera vez sentía un deje de remordimiento, pero la pelea no había sido su culpa, él solo había querido cenar junto a ella y esta se negó rotundamente, por ende, no había tenido más alternativa que derribar la puerta de dos solidas patadas y sacarla de ahí a la fuerza.

Ya ambos habían terminado de comer el estofado de ternera que Derek había preparado con la vieja receta de su abuela. Pese a que el castaño era el tipo de persona que prefería ir por comida rápida antes de prepararla, estaba muy en claro para él que sus habilidades en la cocina eran magníficas, aunque Elena no quiso probar mucho de lo que él había hecho, por el contrario a Derek, la joven no había tenido el suficiente apetito como para comer más de tres bocados. Eso le exasperaba como la mierda, pero prefirió aguantárselo para no tener que pelear otra vez en el mismo día. Por eso ahora se encontraba tocando en el piano que su abuelo le había heredado a Darcy antes de morir.

La mañana luego de llegar del bosque, Elena se había despertado con una fuerte jaqueca, motivo al golpe que Derek le había dado desde atrás con una gran rama. Durante esa noche ella le había preguntado a cerca de los cuatro montículos de tierra que se encontraban en lo más profundo del desolado bosque, pero él se había negado a responder aquella interrogante, era algo de lo que prefería pasar.

Elena se encontraba sentada en el sofá marrón ubicado en el medio de la sala mientras escuchaba como Derek llenaba toda la atmósfera con su suave melodía, pero la verdad era que no podía apartar la vista del platinado revólver que residía sobre el lomo negro del piano. Derek la había colocado allí justo después de la pelea en el baño, como una clara amenaza de lo que él era capaz de hacer y que ella no era capaz de subestimar... Pese a que el muchacho no le quiso decir palabra alguna sobre los cuatro montículos encontrados, ella sabía que se traban de personas asesinadas, y ella no quería formar parte de ellos.

Cuando el castaño finalizó su teatral tonada, suspiró con pesadez colocando sus ojos sobre Elena, podía notar lo empañados que estaban, ella solía llorar todas las noches cuando juntos se acostaban. ¿Por qué no podía ser tan feliz como él?

Se pasó con frustración los dedos a través del cabello; ya lo tenía más largo de lo común, había pensado en realizarse un corte durante la semana, pero no era nada oficial aún.

Cuando se levantó del pequeño taburete negro y se acercó a ella, vio la reacción de su cuerpo, el cual poco a poco se fue llenando de rigidez mientras que se removía incomoda sobre el sofá, aún sin quitarle la vista al arma.

¿Cuántas veces no la había amenazado con ella en tan solo quince días?

Él se colocó de cuclillas frente a ella. Examinó minuciosamente su suave y delicado rostro, así como solía examinar las obras de arte que estudiaba en los museos. Sin duda alguna Elena McFly era su Afrodita y él estaba dispuesto a convertirse en su Ares de por vida. La tomó del rostro con sutileza y comenzó a susurrarle con su profunda voz.

—En un rato puedo prepararte un baño de burbujas, si es lo que quieres. O podría mostrarte otro de mis álbumes fotográficos, tal vez el de las niñas... Sé que ese te ha gustado, te vi hurgando en él hace dos noches atrás —dijo mientras le acariciaba la sonrojada mejilla izquierda con sus ásperos pulgares, justo en donde el moretón de la vez pasada residía, aunque este había empezado a desaparecer. A pesar de sus buenas ofertas, ella seguía sin dirigirle palabra alguna, solo permanecía con la mirada perdida sobre el arma. Aquello provocó que se desesperara—. ¿Quieres que me disculpe? Está bien, lo siento, pero toda la pelea ha sido culpa tuya desde el principio —señaló.

DEREK © #1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora