12. Nudo gordiano

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—Se estima que para las próximas semanas se acerque la primera nevada de invierno, es por ello que se recomiendan precauciones, será leve e iniciará desde el noroeste del país —mientras la comentarista del tiempo se encargaba de informar lo que parecía ser los futuros cambios en el clima de Gran Bretaña a través de la televisión, los oficiales iban de un lado a otro cumpliendo sus deberes.

El olor a café y a diversas fragancias de perfume masculino se fusionaban en la estación policial Metropolitana de Londres, ubicada en la calle Victoria Embankment en Westminster.

Agentes de seguridad iban y venían, algunos salían a las calles a cumplir su turno, otro eran los que se quedaban monitoreando el movido ritmo de la ciudad a través de las cámaras de seguridad, y si había acción con suerte se podría ver uno que otro detenido por infringir la ley.

Stanlee Wadlow amaba cada día su trabajo.

Esa mañana se encontraba tomando una taza de café recién servido. Observaba por los grandes ventanales de su oficina como Londres se movía a su alrededor. Siempre se sentía orgulloso de aquella vista y del impotente London Eye que se lucia justo frente a él. Siempre había sido muy bueno al escoger las cosas.

Se rascó la barba.

Ese día se había levantado un poco más relajado, decidió ir a trabajar en pantalones de mezclilla y una franela blanca, aunque claro, encima de esta utilizaba una chaqueta de aviador marrón para protegerse del friolento ambiente.

Aún no había dado con información altamente relevante al caso de Oliver Taylor, era como si ese hombre no hubiese existido en este mundo. No habían rastros de ningún familiar, o de alguna ex-pareja que quisiera confesar algo de importancia para las autoridades. A veces todo aquello le hacía sentir lastima, ¿en serio podría un hombre vivir en solitario y no sentir algún tipo de depresión? Se cuestionó varias veces, pero luego se sintió como un completo hipócrita al referirse a Taylor como un solitario, cuando estaba claro que él también lo era.

A sus treinta y dos años aún no estaba casado, y mucho menos había señales de hijos. Su madre había fallecido décadas atrás, cuando era solo un pequeño de cinco años, y su padre se encontraba en un hogar para ancianos al cual lo había internado luego de que el alzhaimer atacara con más dureza su memoria. No solía tener amigos, salvo sus compañeros de trabajo con quienes aparte de hablar sobre trabajo discutía temas políticos o deportivos.

Su vida era toda una rutina, de la casa a la oficina y de la oficina a casa, frecuentando aquellos elegantes trajes que muchas veces los altos cargos le obligaban usar. Permanecía doce horas en el trabajo, y al llegar a casa practicaba un poco de cardio para mantenerse en forma, preparaba una buena ducha tibia y se sumergía entre las sábanas del colchón para leer un buen libro y luego quedarse dormido.

A veces su monótona vida lograba enfermarle.

—Envejecerás solo, sino es que alguien termina matándote primero —le había dicho Emma, su ex-novia, un par de años atrás mientras se quebraba en llanto cuando él le había cortado.

«Jamás estuvo tan correcta».

Muchos viejos detectives que conocía habían aprendido a apartar su vida profesional de la personal, sabía que con practica y costumbre era sencillo, pero ¿de verdad necesitaba a alguien a su lado para ser feliz? Ya estaba tan acostumbrado a ser una persona solitaria que así se sentía mejor consigo mismo.

No se enfrascaba en el trabajo por ser «su trabajo», sino porque amaba cada experiencia de acción y suspenso que vivía cuando algún problema acechaba su puerta. Amaba saber qué podría pasar al día siguiente, amaba la incertidumbre y le gustaba vivirlo solo.

DEREK © #1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora