Capítulo veintitrés.

809 121 111
                                    

Todo cae por su propio peso. O eso dicen.

El rastro del tiempo dejó su esencia impregnada en vidas cotidianas, en recuerdos y planes inconclusos. Fue cruel, una tormenta duradera que obligó a corazones a adaptarse al entorno, a lo que pudieron aprovechar en tales circunstancias.

Una pincelada que acomodó cada detalle de vidas con paciencia, con sigilo. Una pincelada que terminó cinco años después de aquel quiebre de esperanza.

—¿Momo vendrá? –cuestionó Jeongyeon quién limpió con una servilleta la comisura de su (por cuarta vez) novia.

—Después del trabajo, tiene clases hasta la seis.

—Vaya horario...

—¡El tuyo es aún menos exigente!

Jeongyeon rodó los ojos con gracia, despertando un pellizco por parte de Nayeon quién acarició sus dedos como jugueteo previo a tomar su mano.

Almas destinadas, como dice Momo.

—¿Y Mina?

—Estará aquí a las siete, tiene ensayo.

Momo y Mina han sido quienes mejor llevaron el paso del tiempo. Si bien, hace un año decidieron retomar la amistad por común acuerdo, Mina no pudo tolerar la ternura de Momo, y ella no pudo con la calma que le transmite Mina. Siempre necesitan verse, sentirse. No existe día en que sus corazones no se sientan como en el comienzo. Mantienen el amor vivo, deseoso de crecer.

Son un ejemplo de qué el amor puede cuidarse y renovarse. No por nada viven juntas hace tres años.

Jeongyeon tuvo que terminar su anhelado descanso de diez minutos para continuar preocupándose de pequeños detalles respecto al cóctel qué preparó para la ocasión. Sí, Yoo decidió cambiar de carrera y aventurarse en gastronomía mientras que Nayeon decidió tomar el riesgo y trabajar como organizadora de eventos; ella realmente se siente feliz teniendo su propia oficina con un asistente a cargo. Según ella, él es su mano derecha.

—Dejen todo aquí, ya que en la derecha estarán los invitados. ¿Ya está todo para la entrevista?

Nayeon rodó los ojos con fastidio antes de sostener su celular y teclear a su pobre asistente. ¡Todo debe estar en orden y falta media hora para la apertura! A las seis treinta de la tarde, Chaeyoung cumplirá el sueño de su vida; exhibirá en una galería unas cuántas pinturas ganadoras de diversos concursos nacionales además, la entrevista a realizar será publicada en la edición de junio de una revista reconocida en el área. Definitivamente encontró el amor; el arte.

Quién encontró el amor también, fue nada más y nada menos que Kim Dahyun. Una aplicada chica que en medio de un magister en Inglaterra, conoció un dulce y creyente chico francés que hasta ahora le roba suspiros cada vez que lo menciona. La distancia hace de las suyas, pero nada evitó un mensaje de felicitación para Chaeyoung y su debut en el medio artístico.

—¡Llegué, llegué! Siento la demora. Uh, ¿comenzó la prueba de sonido?

Nayeon giró a ver a Jihyo con una expresión de muerte, haciendo a la menor tragar en seco y por poco arrastrándola hasta la zona de entrevistas.

—¿Tienes la pista?

Jihyo asintió con confianza, entregando el pequeño disco al asistente de Nayeon. Bastó un click a play y subir el volumen de un micrófono para que una dedicada entrenadora vocal deleitara a su modesta audiencia con su dulce voz.

—¡Esa es mi chica! –gritó Jeong entre aplausos torpes.

—¿Tuya? Si al parecer jamás será de nadie.

No esperes nada bueno de mi. (Sana & Tzuyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora