NOTA: Este capítulo está contado en su totalidad por James.
Tomé a Anabell y la lancé en la fría piscina. Comenzaba a reírme cuando sentí unos pasos detrás de mí. Me volteé para darme cuenta que tenía a dos policías mirándome fijamente.
¿Cómo han llegado tan rápido?
Traté de parecer calmado, pero uno de ellos se apresuró a colocarme unas esposas en las muñecas mientras que su compañero iba por Anabell, quien se encontraba aún en la piscina.
-¡Deja de moverte, chico!- Me gritó el policía que me tenía esposado.
-Okey...- Me tranquilicé.- Solo dime cómo llegaron tan rápido, estuve aquí solo media hora y nunca vi nada.- No había porqué mentirle, al fin y al cabo ya estaba atrapado.
-Mala decisión de casa, hijo.- Dijo el oficial que venía con una Anabell asustada y temblando detrás suyo.- Casa de ricos, debiste saberlo. Hacemos patrullaje todo el día.
Nos llevaron a los dos hasta una patrulla policial y nos sentaron en los asientos traseros. Anabella me miró con miedo en sus ojos. En un intento, algo arriesgado, de tranquilizarla, le tomé la mano para reconfortarla. Al principio se tensó bajo mi agarre, pero se fue tranquilizando con el rato que pasaba.
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-911, ¿en qué puedo ayudarle?
-Servicio de ambulancias en la 135, por favor.
-Robo de autos en la autopista número 4, patrullas en camino.
Todas esas voces de mujeres tras el teléfono, asistiendo las llamadas que llegaban a la comisaría central de Nueva York me aturdían. Las escuché muy seguidas hace dos años.
Nos llevaron hasta un mostrador y una señora pelirroja con el maquillaje exagerado nos recibió.
-¿Por qué están mojados?
-Decidieron dar un paseo por la piscina de los Harrison.- Contestó el policía que nos seguía por detrás.
-Nombres.- Pidió la secretaria.
-A-Anabella Beckhold.- Dijo ella tartamudeando.
-James Mcconaughey.- Respondí. La señora tecleó un par de veces su diminuto teclado Apple y revisó un par de papeles a su izquierda.
-Muy bien, niña, no tienes antecedentes.- Tecleó otras veces y abrió los ojos mientras veía su pantalla y luego a mí.- Tú eres...
-Tengo derecho a una llamada.- La interrumpí antes de que siguiera hablando. Me dirigí con Anabell hasta el teléfono fijo y marqué a la única persona que me ayudaría en un momento así.
-Nicolas, hermano. Sí, estoy con ella. No, todo está bien. Estoy en ciertos problemas. Sí, entiendo. Está bien, te espero.- Me volteé hacia esos ojos verdes intensos que me veían con lágrimas queriendo salir.- Vendrá por nosotros.
Nos sentamos en la sala de espera hasta que el oficial llegó con una carpeta en su mano.
-Bien, las cosas están así. Ella no tiene cargos así que está libre, en cuanto a ti, niño, tu expediente es un poco largo, pero lo que más me sorprende es que decidieras infiltrarte en tu propia...- Pude sentir la mirada de Anabell sobre mí mientras escuchaba al policía.
Mierda...
No podía dejar que ella supiera algo, huiría de mí tan rápido como se enterara. La adrenalina corría por mis venas, el corazón me corría rápidamente y la cabeza me dolía demasiado.
¿Qué carajos me pasa?
La tomé de la cintura, la subí a mis piernas y en un rápido movimiento tomé sus labios junto con los míos. Al principio era el simple intento de alejarla de las palabras del oficial, pero cuando comenzó a responder el beso, el sentimiento cambió. Se sentía tan... bien.
Sus labios me calmaban y sus manos alrededor de mi eran simplemente gratificantes.
-Uhum.-Carraspeó una voz interrumpiendo el beso. Anabell saltó de mis piernas y se arregló la ropa que traía arrugada y húmeda por el agua de la piscina. En frente de ella estaba Nicolas boquiabierto junto con el policía evidentemente molesto por la interrupción mía.
-Cuando me dijiste que estabas en ciertos problemas no pensé que te referías a "esos problemas"- Dijo Nicolas lanzándome una mirada cómplice.
-Y-yo. N-no es lo que parece. Él- yo- nosotros...
-Anabella, cálmate, solo bromeo.- Se volteó hacia el oficial y sacó su billetera.- ¿Cuánto le debo, señor?
-Se los dejaré pasar esta vez sólo por el lazo sanguíneo deMcconaughey, pero la próxima vez que decidas acostarte con tu noviecita en mí comisaría no te dejaré libre, ¿me entiendes?
Asentí, aunque estaba cabreado por completo. Mi intento de mantener oculto parte de mis lazos familiares había sido en vano.
Me levanté de la silla y caminé hasta la salida. Nicolas me detuvo con su hombro y me susurró al oído.
-Ir a la piscina de tu propia familia y que te quieran arrestar por ello no es la mejor idea que se te ha ocurrido, amigo.
-Los Harrison no son mi puta familia, Nicolas, no los llames así.
Salí de la habitación y caminé hasta el elevador del edificio.
-¡James!- Gritaron detrás de mí. Me detuve y volteé al tiempo en que un pequeño cuerpo femenino chocaba contra mí.
-¿Me llamaste, Beckhold?
-¿Podrías explicarme qué diablos fue lo que pasó allí adentro?- Pisó con fuerza el suelo como niña de seis años.
-Te besé, creí que había quedado claro.
-¿Por qué?
-Porque si.
-Eres un dolor de cabeza.- Me refutó molesta entrando al ascensor. Cuando las puertas se cerraron la pegué a la pared angosta y la tomé de la barbilla.
-Tú amaste besar a este dolor de cabeza.- La besé rápidamente y me despegué de ella para esperar que llegáramos a la entrada. Sonreí al ver su expresión de incomprensión, pero sobre todo, al ver una pequeña sonrisa asomándose en sus pequeños labios.
¡Hola!
Espero poder haberme metido bien en el personaje, no soy buena para pensar en qué diría un hombre.
Los adoro,
Ava.
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You are my trouble
Подростковая литератураEn un perfecto cliché del destino, Anabella y James se vuelven a encontrar al otro lado del océano, un año después y en una boda. Ninguno con muchas expectativas de quedarse en la vida del otro, pero nada sale como esperamos. Ella es muy cabezota pa...