Capítulo 4

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Al entrar a la habitación, Candy quedo fascinada con lo que contemplaban sus ojos, la enorme alcoba estaba finamente decorada, lo que más llamo su atención fue ver las hermosas muñecas de porcelana que reinaban el lugar.

-¿De quién es esta habitación? – preguntó con gran curiosidad la pequeña.

-Es la habitación de la Tía Abuela.

-Es muy linda... y por qué estamos aquí Anthony.

-¿Te gusta? – preguntaba el joven mientras le mostraba un bello vestido de fiesta color rosa.

-Qué lindo es.

-Tómalo, es un presente de la Tía Abuela.

-Lo dices en serio.

-Claro que sí, ella me pidió que te lo entregara en su nombre.

-Gracias Anthony.

-Ahora póntelo rápido... mira ahí está el vestidor – señalaba el jovencito.

Candy rápidamente entro y en pocos segundos salía ataviada con tan elegante vestido.

-Te ves hermosa... ahora te pondré este lindo collar y estos aretes, algo simple para que las joyas no opaquen tu belleza.

Candy sentía que se encontraba en un dulce sueño, no quería despertar.

-Señorita Candy... desde este momento es usted mi pareja, así que me concederá la primera pieza.

-Claro que si Anthony.

Por la gran escalera descendía Anthony y de su brazo una elegante Candy. Esa parejita fue el centro de atención, todas las miradas estaban fijas en ellos. Elisa no podía creer lo que miraba y se acercó a los hermanos Cornwell.

-Stear... de dónde sacó Candy ese vestido tan elegante.

-La Tía Abuela se lo obsequio, por eso estábamos buscándola – contesto Stear.

-Elisa... tu sabes perfectamente que la Tía Abuela es muy exigente en esos detalles, y nos pidió que lleváramos a Candy a su recamara para regalarle el vestido, luce muy hermosa.

-No lo puedo creer... cómo es posible que la Abuela Elroy haya hecho eso... además ese vestido no le queda nada bien – decía con desprecio la pelirroja.

-Por qué... por qué me ha traicionado, esto nunca se lo voy a perdonar – pensaba Elisa mientras miraba con odio a la matriarca.

Aquel vestido que Candy lucía, la Tía Abuela lo había comprado para Elisa.

Anthony llevó hasta el centro de la pista a Candy y la orquesta tocó un vals, el cual siempre estaría en los recuerdos de la pecosa. Anthony y Candy bailaban armoniosamente, era como si ese vals hubiera sido compuesto especialmente para ellos, la mirada de Candy se perdía en el bello cielo de Anthony.

La Fuerza de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora