Capítulo 3

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El llanto de la pequeña se detuvo ante la tranquilidad de esa suave voz. Se incorporó y su mirada triste se posó sobre el dueño de aquella agradable voz, la silueta de él era enmarcada por un Portal de Rosas. El chico se acercó a ella, su mirada azul celeste se perdió en esa mirada verde diamante y de la nada la risa de él rompió el silencio. Candy no comprendía el reír de él, pensaba que lo que tenía frente a ella era una alucinación, froto sus ojos con sus manos sucias y la risa de él se intensifico. La pequeña miro sus manos y dedujo que su rostro estaba sucio, apenada comenzó a reír.

-Tal como lo imagine, eres mucho más linda cuando ríes que cuando lloras.

-Yo... yo no acostumbro a llorar... yo...

En un abrir y cerrar de ojos el joven desapareció. La mirada de Candy buscaba por todos lados al chiquillo, e intento abrir aquel portal, pero no pudo. El portal estaba sellado por un broche, el cual llamo la atención de Candy.

-Es igual al mío... entonces...

Lejos de entristecerse, aquel encuentro le inundo el alma de una gran felicidad y en el fondo de su corazón albergo la esperanza de volver a verlo.

Candy regreso a la mansión Leagan con una enorme sonrisa en su rostro, los hermanitos la contemplaban con asombro, estaban seguros que después de aquel episodio ella no volvería. Elisa noto un gran cambio en ella y eso la hizo enfurecer, la joven Leagan odiaba profundamente la personalidad de Candy y solo por eso quería que esa huérfana saliera de su vida lo más pronto posible.

Al siguiente día la pecosa regresó al Portal de las Rosas, quería ver a ese joven que tanto le gusto. Espero varios minutos y él no aparecía, pero no todo fue en vano, Candy conoció al más pequeño de los Andrew, conoció a Archie.

Archie se presentó ante Candy y como todo un caballero beso la mano de ella, esto hizo que el rostro de la pecosa se ruborizara. Cruzaron algunas palabras, alguien a lo lejos llamo al joven, este se despidió y le envió un beso a Candy.

Candy pensaba que tal vez su suerte estaba cambiando y que entre tanta maldad había cosas hermosas por las cuales vivir y estaba resuelta a dar con aquel chico de ojos azules que se había instalado en su corazón.

Las bromas seguían y gracias a estas, Candy conoció a Stear. Elisa y Niel fueron de compras al pueblo y abandonaron a la pequeña pecosa. Stear al verla se ofreció a llevarla a la mansión, fue un paseo muy divertido. El auto de Stear cayó al lago, ese auto era un invento de él, y no habiendo otra opción, continuaron su camino a pie a través del bosque. A unos metros de la mansión Stear se despidió de Candy.

La pecosa llego a la mansión contenta había conocido a otro muchacho muy especial, mientras que Elisa le veía desde el balcón de su habitación.

Cerca del anochecer, la familia Leagan se encontraba reunida tomando el té y fueron interrumpidos por el mayordomo, quien llevaba unas invitaciones. El señor Leagan las recibió.

La Fuerza de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora