CAPITULO I

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"La observaba desde la penumbra corazón en puño, admirándola en silencio mientras lágrimas de hiel se desdibujaban lentamente sobre mi antebrazo recorriendo lo con sus bífidas lenguas ensangrentadas. Fue entonces cuando aquel ángel caído del cielo giró sobre sus pasos mirando hacía el callejón donde mi presencia se albergaba. Su cuerpo bañado por la bruma se antojaba delicioso, un sencillo vestido azure que dibujaba sus curvas como cincel en manos del mejor artista del mundo. Su rostro pálido y frío como la luna resaltaba sus ojos color miel y sus labios rosados te llevaban a la locura. Compartimos un haz de luz en silencio, una fugaz mirada, y cuando quisieron sus tintineantes pies emprender el vuelo no quedaba de mí más que aquel corazón palpitante enfriándose en el suelo"

Suspiré siendo recorrida por un leve escalofrío y recosté mi espalda en el mullido butacón que se encontraba en mi estudio. Me hallaba en casa tan tranquila escribiendo mi último libro titulado "La entrada al infierno", me estaba costando más que los otros libros pero cuando lo acabará quedaría de maravilla. De repente llegaron a mis oídos el tenue roce del parqué sobre unos pies descalzos que se aproximaban a mi encuentro. Era mi hija Alicia. Tenía once años y era la niña de mis ojos.

-¿Mami que haces? – Me preguntó con esa mirada que solo reflejaba inocencia -.

- Escribir mi libro.

-¿De qué trata?

- Trata de un señor malvado que roba el corazón de doce personas y usa la sangre en vez de tinta para escribir un libro de ritos.

- No me gusta, me da miedo. – Dijo agarrándose a mí con todas sus fuerzas y cerrando los ojos. La apreté contra mis brazos acariciando su cabello rezando por que esa angelical inocencia perdurará por siempre. Mi próxima novela estaba avanzando a buen ritmo así que decidí prestarle atención y consentirla un poco -.

- No pasa nada cariño es solo un cuento. Mira si quieres dejo de escribir y nos acercamos a esa panadería que te gusta tanto, a merendar. ¿Te apetece?

-¡¡Si!! ¿Puedo pedirme esas napolitanas de chocolate que tanto me gustan?

- Puedes pedirte lo que quieras y cuando acabemos daremos un paseo hasta la playa.

- Vale mami.

Recorrimos el camino hasta la panadería entre risas. Alicia que tanto se parecía a mí, adoraba la literatura y no había libro alguno en casa que no se hubiera leído ya. Es por eso que adoraba que me inventará historias para ella mientras merendábamos en esa panadería que tenía el aspecto de castillo encantado. Al terminar nos encaminamos a la playa y pasamos el resto de la tarde caminando descalzas por la arena mientras recogíamos conchas de tamaños formas y colores distintas. Al regresar a casa proseguí con la escritura del tercer volumen de la trilogía en la que estaba trabajando. Teclee febrilmente hasta terminar de escribir el último punto de la historia, descubriendo para entonces que el sol rayaba el horizonte haciendo sangrar al cielo en sus tonos carmesí. Le envié el manuscrito por correo a mi editor, el cual me dio la enhorabuena complacido de que el nuevo libro llegará antes de término. Si bien es cierto el resto de volúmenes habían tenido un asombroso éxito, mi humilde editorial era de los que iniciaban con publicaciones pequeñas para no tener pérdidas inesperadas. Se me informó que se realizaría una primera tanda de 500 ejemplares y como hacía desde mis inicios les comuniqué que el primer ejemplar me pertenecía para mi colección personal y que iría a recogerlo tan pronto como descansara un poco. 

El diablo, yo y una copa de vino (A LA VENTA EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora