El diablo, yo y una copa de vino (A LA VENTA EN FÍSICO)

CAPITULO IV

Estaba delante de la pantalla de mi ordenador. De repente la imagen se encendió y vi a aquella diosa poner música en su ordenador, quitarse la ropa y meterse en la bañera. El vapor dificultaba la visión porque empañaba el lente de su portátil pero aun así las vistas eran espléndidas. Era alta, de curvaturas perfectas, estaba delgada y su rostro era el mismo que el de un ángel. Su estructura, su porte, aquellas delicadas siluetas parecían cinceladas en pro de la paz mundial, tallada por los mismísimos dioses para ser adorada y elogiada. Y yo, pobre demonio desolado, moría por corromper esas carnes, por acariciar, rasguñar y poseer cada centímetro de su dulce piel. Tenía unos ojos de color ámbar rojizo impresionantes y la comisura de sus labios guardaba tantos secretos, secretos que yo me moría por averiguar. Era una mujer maravillosa pero por algún motivo yo no era suficiente y eso me sacaba de quicio, una musa como ella debía de ser mía. Ansiaba elogiarla con todas las riquezas del mundo, idolatrarla como la más bella de los nueve círculos. Pero para eso necesitaba información, necesitaba conocerla mejor que a sí misma, necesitaba recordar. Sabía que en su metodología ya había comenzado a escribir el nuevo volumen y aunque normalmente esperaba a verlo publicado, decidí echarle un vistazo. Tan pronto empecé a leer pude darme cuenta que nuestro querido villano se había convertido en un reflejo de mí, de lo que le dejaba vislumbrar. Pude ver como el caballero en la historia le dedicaba un nuevo crimen a su amada, colmandola de regalos tras hacerlo. Era simplemente exquisito.

Se me iluminaron los ojos, me convertiría en el protagonista de su historia del cual ella se enamora, "Me convertiré en su Dios o en su Diablo". Solo alguien como ella podía ver el romanticismo y heroismo en narrativas tan macabras, solo ella podía ver luz en la oscuridad del inframundo, en mi oscuridad. Con esa idea en mente fui a buscar mi primera víctima.