CAPÍTULO XLV

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Por fin había llegado a uno de mis escondrijos. Normalmente hubiera llevado a mi nuevo yo a la fábrica abandonada, pero ese lugar ya no era seguro, no con mi hijo por allí. Lo tumbé en una de las camillas y lo encadené para que no se moviera. Tampoco iba a moverse mucho, le había puesto Tanopestona y Sulphoxine para que durmiera tranquilo hasta que yo tuviera el hechizo completo. Pensando en eso llamé a Vicente para que me trajera unos ingredientes que me faltaban.

¿Vicente? Hola soy yo, necesito que me traigas unas cosas.

Hola Toni ¿Qué necesitas?

Necesito que me consigas hojas de Abedul, de Ajenjo y flores de mandrágora.

¿Qué tramas ya?

Lo de siempre mi dulce y dolorosa venganza. Te paso la ubicación no tardes.

Enseguida estoy allí.

Mientras me puse a preparar el resto de ingredientes y al terminar arregle "mi habitación de invitados". Esa era la habitación donde tiempo atrás me quedaba si necesitaba dormir cerca de mis víctimas, tal vez Vicente y yo nos quedábamos más de lo necesario por allí. Mis hechizos no eran nada sin vino así que siempre tenía un par de botellas en cada escondrijo. Pillé unos vasos de plástico y una de las botellas de vino y me puse a esperar a mi querido guardaespaldas.

Al cabo de un rato, llegó Vicente con los ingredientes. Él era siempre tan servicial, no había nada que no pudiera pedirle, siempre cumplía cualquier orden, sería capaz incluso de engañar a su mujer si eso me hiciera feliz. Además había que admitir que era un hombre muy bien dotado, tanto de una inteligencia clásica como de un buen físico.

Buenos días Vicente. ¿Cómo está tu mujer?

Hermosa como siempre, con mucha barriga.-Dijo orgulloso-.

¿Y ya se sabe si es niño o niña?

Si, será una niña.

Con vuestros genes, será hermosa, créeme.

Gracias.-Dijo ruborizado-. ¿Empezamos?

Por supuesto, no hay tiempo que perder.

Cogí la bolsa con los ingredientes que faltaban y nos acercamos a la mesa donde lo tenía todo preparado: El cuenco ceremonial, la sangre del muchacho y la mía, el azufre, la canela, peonia broteri o comúnmente conocida como flor del diablo... Primero me dediqué a poner todas las hojas de Abedul y Ajenjo y después puse las flores de mandrágora y de peonia broteri y lo hice arder por completo. Cuando el fuego se extinguió añadí el azufre y la canela, mezclando hasta que quedará las cenizas y especias unidas como uno solo. Una vez hecho esto me giré para coger los dos recipientes con la sangre y no pude evitar sonreír al ver la forma en la que me miraba Vicente, era una mezcla de amor y asombro por lo que hacía. Me encantaba verlo así pero tenía que acabar el hechizo cuanto antes así que derramé la sangre en el cuenco y me dispuse a recitar el encantamiento.

E tatalaina le faitotoa i le tino o lenei tamaitiiti, ia tuu atu ia te ia nofoia ai lona agaga ma reincarnate ia te au i se olaga fou, e tumu i le leaga, o le manao ma o le alofa.-Dije levantando con ambas manos el cáliz-. Faafetai atu mo le tuuina mai ia te au le mana e tauia ma ola e faavavau.

¿Qué es eso?-Preguntó Vicente, curioso-.

Shh.

Perdón....

Hecho eso cogí el cáliz y con la sangre dibuje un cerrojo en el pecho del muchacho, justo encima del corazón y una llave en el mío, mientras me bebía el resto del contenido y le mojaba los labios a Pierre que seguía dulcemente dormido. Al acabar me dirigí a Vicente para responder a sus preguntas.

Es Samoano. Un idioma un tanto antiguo pero muy útil.

¿Y crees que funcionará?

No lo sé, eso espero. Por cierto. ¿Te gusta mi nuevo cuerpo? Ya sé que no es lo mismo pero...

Es cierto no es lo mismo, pero es un muchacho precioso y con tu carácter serás irresistible.

Gracias, aunque no es para tanto y en el caso de que no funcionara el hechizo, ya sabes que hacer.

Dalo por hecho.

¿Quieres un poco de vino, Vicente?

Me encantaría...

Ven conmigo entonces.

Lo lleve a mi habitación y le tendí uno de los vasos de plástico con algo de vino, mientras meditaba como decírselo. Había decidido que Vicente iba a ser mío, tenía muchas cosas que ofrecerle, eternidades de caprichos y conocimientos inalcanzables, no para la mayoría.

¿Vicente? Tenemos que hablar.

¿Sí? ¿Qué ocurre?

He estado pensando y te quiero a mi lado.

No te entiendo Toni...

Quiero que te quedes conmigo, quiero darte todo aquello que desees, te quiero a ti....-Dije absorto en su mirada. No usaría mi poder, no con él-.

Yo no sé qué decir...

Di que sí, sabes qué quieres hacerlo.-Dije besándole-.

Puede... Pero no puedo dejar a mi hija, a mi esposa...

¿Por qué no? Me tendrás a mí, obtendrás todos tus caprichos...

Está bien, si, me quedo contigo.-Dijo mientras me besaba-.

Seguimos "charlando" durante un rato y tenía que admitir que era fantástico. Todo salía como yo quería: Vicente era mío, el hechizo funcionaría, mataría a la fulana de Alicia y él y yo viviríamos eternamente juntos. Era tan perfecto el plan, que nada podía salir mal, nada saldría mal... 

El diablo, yo y una copa de vino (A LA VENTA EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora