CAPITULO XXII

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Estaba tan concentrada en la escritura que se me debió pasar la hora porque cuando miré el reloj, me di cuenta de que me quedaba media hora para que me viniera a buscar y yo ¡Sin arreglar!

Me fui corriendo a la habitación y me enfundé mi vestido negro de fiesta, unos tacones de aguja y me fui a maquillar. Me puse mi sombra de ojos dorada y mi pintalabios nuevo rojo látigo, me recogí el pelo en un moño y me puse unos pendientes, justo cuando sonó el timbre. Me dirigí a la puerta y al abrirla le vi a él con un ramo de rosas en la mano.

-Hola cariño. Que guapo te has puesto.

-Gracias tu estas preciosa, toma esto es para ti. _ estaba completamente embelesado mirando incrédulo de que aquella diosa sintiera algo por mí y más aún que me llamara cariño. Era demasiado para mí e hizo que me quedará unos instantes en mi mundo _

Cogí las rosas y le besé durante lo me pareció una eternidad, congelada en el paraíso.

-Espera que dejo las rosas y ya nos vamos.

-Vale, pero no tardes.

El diablo, yo y una copa de vino (A LA VENTA EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora