CAPITULO XXIV

36 8 2
                                    

No podía creerme nada. Había pasado los mejores días de mi vida con mi querida Elizabeth. Ella me había cambiado, había hecho que olvidarla mi deseo incesante de sangre había hecho que sintiera amor algo que iba más allá del placer humano. ¡Y ahora ella me engañaba con otro! Entré en mi despacho y busqué mi carpeta con las doce víctimas, todas mujeres, todas perfectas, todas como mi querida Elizabeth. Esta era mi demoníaca lista, ahora cambiada por la ira que corría por mis venas: Katherine Reed, Katerina Smith, Elizabeth Escribano, Bea Sánchez, Mireia Pérez, Elena Llorens, Nuria Valdivia...

Pero ella sería su trofeo, la embalsamaría y la pondría en su ataúd privado en mi sótano, para siempre, por fin sería mía. Metí la mano en el bolsillo, saqué una cajita y la lancé contra la pared, me acerqué y vi que el anillo de compromiso, que le iba a regalar a Elizabeth estaba intacto, no se había rayado siquiera. Lo cogí y sin poder evitarlo lloré de rabia. Sería mía, debía serlo. 

El diablo, yo y una copa de vino (A LA VENTA EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora