El diablo, yo y una copa de vino (A LA VENTA EN FÍSICO)

CAPITULO XXVIII

Al despertarme por la mañana fui a desayunar y cuando acabé me dirigí al comedor. De repente se abrió la puerta, pensaba que era él, pero resultó ser mi hija Alicia que corría hacia mí.

-¡¿Qué haces aquí?!

-No podía irme sin despedirme de ti. Te quiero mami, muchísimo.

-Yo también te quiero de verdad, te amo con locura pero no puedes quedarte. _ De repente sentí una punzada de dolor en el costado, algo iba mal muy mal podía notarlo y necesitaba poner a salvo a Alicia con urgencia _

-Lo sé mami te quiero ¿Nos veremos pronto verdad?

-Sí cariño, pero ahora tienes que irte.

De pronto otra voz resonó por las paredes y yo supe enseguida de quién se trataba:

-Nadie se va a ir a ninguna parte.

-¿Mami quién es?

- Un amigo de la facultad, se llama Toni.

-Con que esta es tu hija.

-Sí, es la niña de mis ojos.

-Pensaba que no te acordabas de mí.

-Como no me iba a acordar.-Me dirigí a él, le besé y le abracé para que no viera los gestos que le hacía a Alicia para que huyera-.

No sé como pero, se dio cuenta, intentó agarrarla sin embargo no se lo permití y Alicia se escapó diciéndome:

-Te quiero mami.

-Y yo cariño, ahora corre y no mires atrás. _ estaba segura de que esas serían las últimas palabras que le dijera a mi pequeña y tan pronto desapareció por la puerta las lágrimas brotaron desconsoladas sobre mis mejillas _

Cuándo ella ya salía por la puerta le dije a Toni:

-Esto es entre tú y yo, a ella no la metas.

-Veo que te leíste el libro.

-Sí, bueno no del todo. ¿Cómo saliste vivo?

-Por lo visto alguien no acabó sus deberes... No lo hice, cuando iba a sacarte, el edificio se empezó a derrumbar así que apenas tuve tiempo cogí un trozo de metal y empecé a golpear y hacer ruido, cuando vi acercarse a Nerea tu mejor amiga. Solo me dio tiempo a lanzarte al exterior y ver cómo te ponía a salvo, antes de que se me cayera encima.

-¿Pero entonces cómo es que estás vivo? ¿Nerea?

-¿Nunca me creíste cuando te dije que mi padre era el diablo, verdad? Él solo podía pasarme parte de su poder si me estaba muriendo y eso hizo convirtiéndome en tu príncipe de las tinieblas. Sí Nerea, fuisteis las últimas personas que vi antes de morir. ¿Dónde están las copas? _ podía verle dando vueltas por el comedor, cabreado, extasiado, confuso y con mil cosas en la cabeza, sus explicaciones eran inconexas y únicamente me revelaban fragmentos de lo que pasó, pero eso ya poco importaba _

-En el armario de la cocina.

Al rato volvió con un par de copas y en una de ellas vertió un líquido rojizo que a mí me pareció sangre.

-¿Por qué mataste a esas mujeres? _ Quería que me confirmará la idea que no paraba de resonar en mi mente, quería la verdad que había ignorado _

-Primero lo necesitaba para un hechizo de amor para ti y luego por diversión.

-¿Un hechizo? ¿Por qué? No te hacía falta. _ Oír eso dolía tanto como metal ardiendo en la piel, todas esas muertes era por y para mí y lo peor es que me conmovía y aterraba por partes iguales _

-¿Estás segura de eso?

-¿Me quieres? pregunté entre mil dudas, acercándome a él recordando su rostro cuando era joven, todo lo que veía de él en mis novelas, todo lo escrito haciéndose real.... Toqué su rostro entristecida _

-Dijo la mujer que me engaña con otro.-Rió sarcástico-.

-¿Engañando?

-Sí, el otro día en el restaurante cuando hablabas por teléfono y le dijiste cariño. Bébete la copa. _ Se alejó cortante y dolido. Sabía que en verdad no quería hacerme esto, que le dolía tanto como a mí _

-Vale, pero que sepas que le decía cariño a mi hija, fue ella quien me llamó.

-Sí, pero precisamente ella del aire no nació.

-Su padre murió cuando ella tenía cuatro años. -Dije acabándome la copa de un trago. Sabía que era la última conversación que tendríamos nuestro último atisbo de amor, y sentí la necesidad de justificarlo -.

-¿Entonces no me engañabas?

-No, yo te quiero, siempre te he querido, desde que nos conocimos en la facultad y me vi obligada a asimilar tu muerte.

-Y yo amor... Pero ya es demasiado tarde.

-Lo sé, te amo mi querido señor I. _ Rocé su rostro sintiendo frío en el cuerpo y le robé un beso suave, sintiendo todo el amor que el tiempo nos había robado _

Se me cayó la copa de las manos, no me aguantaba en pie y me apoyé en él, le di un beso y me agote, cada vez me sentía más pesada y más adormilada, se me caían los párpados y de repente todo se volvió oscuro...