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Son las dos menos cuarto de la mañana cuando apago todas las luces y echo el cierre al bar. Hoy acabo un poco más tarde de lo normal. A veces pasa. Es la madrugada de un caluroso día de verano, pero no hay ni un alma por la calle, esto es un barrio muy humilde obrero, la gente se acuesta muy pronto y madruga mucho. 

Aquí todo está tan podrido que los chavales no desarrollan sus actividades a la vista, siempre en la oscuridad de farolas reventadas a pedradas, nada lícito. Los columpios por lo general están oxidados o rotos, los niños ya no bajan a jugar con ellos, los parques abandonados, la maleza les domina y los restos de papel albal quemado los humilla. Desde que llegó la droga, muchos se han perdido en el camino, muchos otros van a ese ritmo y ninguno de los que seguimos aquí, en el barrio, somos los mismos. Familias enteras se han echado a perder, otras se han sumido en la tristeza de perder a un hijo. Aquí, en el barrio, hay consumo y tráfico, aquí se mueve mucho y muy buena.

Estoy sacando la llave de la última cerradura cuando soy consciente de que detrás de mi hay un coche estacionado, esta en marcha. Quizá solo quiera preguntar.

Por favor.

Meto todo lo despacio que puedo el manojo de llaves en mi bolso y cierro con cremallera. Instintivamente lo agarro y lo pego más a mi, todo cuanto me es posible. Y me giro.

No lo creo.

- ¿Qué pasa rubia? 

- Antón... - Consigo decir, sonrío.

- He pillado unas cositas por aquí por tu barrio esta tarde y me preguntaba... - sonríe - lo mismo te apetece compartirlas conmigo.

Me muerdo el labio y sonrío, vamos a ver hasta donde puedo llegar.

- Quizá ni te lo crees, pero trabajar más de 12 horas es muy duro -me acerco al flamante Ford Escort blanco, me agacho y apoyo el brazo en la ventanilla bajada - y estoy cansada, otro día.

Finjo un puchero.

Se ríe y sonrío. Me incorporo. Pongo los brazos cruzados justo debajo de mis pechos y los agito sutil pero deliberadamente. Consigo el efecto que quiero. Mira.

- Solo un ratito rubia...

- Me llamo Eva.- Levanto una ceja, ni si quiera se había molestado en preguntar.

- Casi tan bonito como tú.

No se ríe. No es de broma.

Creo que solo por eso quiero estar más rato con él, saber que me puedo ofrecer, que tengo por ganar y si es bueno lo que ha conseguido. Ojalá no se lo haya pillado a Raúl.

Miro a cada lado, evidentemente no hay nadie, paso por delante del coche y noto como me sigue a través de la luna. Abro la puerta y me siento en el lugar del copiloto.

- Muy bien mi niña, muy obediente así me gusta.- Sonríe complacido e incluso diría que excitado por la situación. 

Siempre tiene esa actitud como de superioridad, como de saber algo que yo no sé. Pero me gusta. También me gusta el olor de su colonia que invade el coche, huele muy a hombre. Me atrae, pienso si será igual de dominante en todos los ámbitos, pero inmediatamente estoy convencida de que sí.

- ¿Quieres probarla? - Dice casi convencido de que diré que sí.

Cuando miro a su mano extendida frente a mi, en medio de la parte de alante del coche, únicamente alumbrada por las farolas, veo un pollo, será como de medio gramo.

Mi cabeza manda todo a la mierda. Quiero colocarme con él.

- Sí, por favor.

Carcajea.

Ya no suelo consumir con tanta frecuencia, cuando mis padres murieron tuve que hacer frente a muchas cosas muy difíciles, y aun que no es excusa, es el camino que tomé. Luego me puse a cargo del bar y me consumo se redujo, abismalmente, pero a día de hoy, sigo consumiendo de tanto en tanto. Supongo que crecer aquí me ha condenado a eso, o quizá ha sido mi propia elección ajena al entorno en el que he crecido. Tampoco me importa eso mucho ahora.

Mientras tanto Antón ha sacado un espejito de cristal de la guantera del coche, como del tamaño de mis dos manos juntas. Vierte en él la sustancia polvorosa y se limita a dividirla en delgadas lineas blancas con su carné de conducir. Después de acabar chupa el filo.

- Esta mierda es buena. - Dice observando su trabajo acabado. - Las damas primero.

Y me da el espero con diez lineas blancas en él, y una delgada y pequeña barrita de metal hueca.

Me la coloco en el orificio izquierdo y aspiro.

Él.

Yo.

Él.

Yo.

Él.

Yo.

Él.

Yo.

Él.

Apenas puedo cerrar la boca, tengo la mandíbula increíblemente tensa y la cabeza funciona más rápido de lo que lo había hecho jamás. Tampoco puedo parpadear correctamente, tengo los ojos totalmente secos y los párpados se me pegan a la retina.

Pero él está desmesuradamente guapo.

- ¿Estás bien?

- Estoy activada.

Carcajea de nuevo, niega con la cabeza, golpea el volante y murmura algo que no consigo descifrar.

- ¿Hay alguna licorería o ultramarinos por aquí cerca abierto?

- Lo dudo muchísimo, ¿por qué?

- Necesito un whisky.

- Bueno, yo tengo mi bar aquí, puedo entrar a por la botella.

Asiento preguntando si le parece bien y me responde con gestos: sin problemas.

Entro y cojo la botella, salgo y vuelvo a cerrar todo a una velocidad que incluso hasta a mi me sorprende. Todo mi organismo está acelerado. Pero todas mis partículas me piden más. Me siento apoteósica.

Me acerco con la botella en la mano y el extiende el brazo por fuera de la ventanilla, reclamándola. Pero no. Me paro a escasos centímetros de su mano, casi me puede tocar, pero no otra vez. Desenrosco la botella y doy un largo trago. Sonrío y le miro. Apoya la cabeza en el respaldo, riega con la cabeza mientras suspira, se ríe.

Vuelve a mirarme.

- ¿Me das por favor?

Vuelvo a beber, pero esta vez más largo, y esta vez no lo trago. Dejo la botella en el suelo, lejos de su alcance y me acerco al coche, me inclino e introduzco la parte superior de mi cuerpo, dejando nuestros rostros a centímetros.

Espera paciente.

Acerco mis labios a los suyos, y en un beso bastante torpe deposito el líquido en su boca. Traga. Me alejo unos centímetros pero antes de que me de cuenta me acerca de nuevo agarrándome de la parte posterior de mi cabeza. Me besa. Violento. Sucio. Queremos más.

Me incorporo.

- Coge la botella y sube al coche. - Demanda.

Y yo no tengo más remedio que obedecer.

Bien Duro (C. Tangana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora