27.

579 31 5
                                    

Abro los ojos lentamente, una luz tenue y triste entra como sin ganas, sin vida, a través de las rendijas de la persiana. Los rayos se clavan directamente en mi cara, perturbando mi sueño, un sueño tranquilo. He conseguido dormir en paz, por fin, después de mucho tiempo. 

Me extraña el hecho de que a mi lado no esté Antón dormido, como esperaba. Miro el reloj desconcertada, son las 11 de la mañana. Salgo de la cama y subo la persiana, abriendo la ventana después. Salgo de la habitación y me dirijo directamente a la cocina, asumiendo que allí estará por lo menos él. El olor a café me conduce a pasos agigantados. Para mi sorpresa en la cocina solo encuentro a su madre, bastante agitada.

- Buenos días. - Digo sin saber muy bien que hacer o decir.

- Ay Eva, buenos días hija, por fin te has despertado, no sabía si dejarte dormir o despertarte yo.- Dice acercándose.

- ¿Por qué? ¿Qué pasa? - Pregunto extrañada.

- Ven, siéntate, tómate un café. - Me dice invitándome a sentarme en la mesa de la cocina, pero su actitud y tono inquieto está empezando a preocuparme de verdad, no tiene nada que ver con la Patricia que conocí ayer.

- Patricia, por favor, ¿qué está pasando?- Pregunto sentándome, intentando que se relaje. Mi tono es calmado, para contrarrestar su estrés. 

- Se han ido a Madrid esta mañana temprano... - Dice sentándose a mi lado y mirándome profundamente a los ojos, como si debiera entender lo que quiera que me está diciendo, pero no entiendo nada.

- ¿Quiénes se han ido? - Pregunto empezando a ponerme nerviosa yo también.

- Antón y Manuel. - Termina confesando.

No entiendo nada, no entiendo por qué se han ido. Tengo una lejana intuición de saber porqué se han marchado, pero espero equivocarme.

- ¿Puedo coger uno? - Pregunto señalando el paquete de tabaco que hay encima de la mesa.

- Claro, Eva. - Dice soltando el humo y gesticulando con la mano que me sirva yo misma.

- Necesito hablar con ellos Patricia, es importante. - Digo sin poderme creer lo que esta pasando y rezando interiormente por estar equivocándome.

- Pucho nunca nos dice en que hoteles está, nos suele llamar desde cabinas de tanto en tanto, ¿entiendes? Yo tenía la esperanza de que tú me pudieras ayudar con eso... - Dice y en su cara veo desesperación.

- Entonces tengo que irme yo también. - Digo.

- Vamos cariño, no digas tonterías puedes quedarte el tiempo que quieras, además han sido ambos muy tajantes con eso... - Dice demostrando que ya lo tiene muy interiorizado, demostrando que quizá tenga mucho de madre coraje. - Tienes que quedarte aquí hasta que ellos vuelvan...

Suspiro.

- ¿Así que hay que esperar hasta que ellos llamen? - Pregunto.

- Y eso si es que llaman.- Dice en tono irónico.

- Pero yo no puedo quedarme aquí por un tiempo indefinido, yo tengo un bar que mantener y miles de facturas que pagar, no puedo. - Digo, y creo que la angustia es bastante notable en mis palabras.

- Eva tranquila, - dice acercándose y sentándose a mi lado, poniéndome la mano en el hombro a la vez, tratando de calmarme un poco, - haremos una cosa.

Y hace una pausa más larga de lo que quizá socialmente está establecido, mirándome a los ojos.

- ¿Cuál? - Pregunto inquieta.

- Esperaremos, no hay otra... - Dice finalmente, dándome a entender que no sabe que diablos hacer.

- Pero... ¿Y si como has dicho no llaman? 

Bien Duro (C. Tangana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora