8.

954 51 15
                                    

- Bien, y ahora que estamos aquí, ¿que te apetece hacer? - Dice.

Camino por la habitación y me siento en los pies de la cama, justo al borde, nerviosa. Necesito que él haga de esto algo más fácil, porque quizá me esté equivocando. Le sigo con la mirada, y veo como se desabrocha la camisa y se la quita justo delante del mini bar, dejándola caer al suelo sin ningún tipo de preocupación. Su espalda musculosa se tensa levemente mientras se sirve una copa de whisky.

- ¿Puedo tomar yo una? - Pregunto, casi pidiendo permiso.

- No me has contestado, y no, no puedes. - Y da un trago largo, haciendo una muesca al final.

Deja el vaso en el mueble y camina hacia mi, muy lentamente, pero no me mira a los ojos, se sienta a mi lado y coloca su mano izquierda en mi rodilla, y ahora me mira.

- Responde...

- Beberme un whisky. - Y me levanto rápidamente escapando de su agarre.

Ya habrá tiempo para eso después, pienso.

Ojalá.

- Eva, escúchame, no deberías. - Dice poniéndose de pie también.

Pero hago caso omiso y me lo sirvo, rápidamente, como si estuviese cometiendo un delito, y me lo bebo de un sorbo. Le escucho suspirar tras de mi. 

- Eva...

- ¿Qué quieres hacer tú? - Pregunto cuando me siento donde estaba antes y coloco mi mano en su rodilla.

Pero antes de que pueda incluso parpadear, todo su peso se abalanza sobre mi como un alud, dejándome enterrada entre las sábanas y su cuerpo sobre mi. Tiene cada una de sus palmas a cada lado de mi cabeza, y sus rodillas a la altura de mis caderas. Poco a poco desciende su cabeza hasta que su frente choca suavemente con la mía, y la deja ahí apoyada, mientras mi respiración va incrementando de puras expectativas. La tensión que genera se extiende por cada poro de mi piel, y deseo que arranque la acción porque si no conseguirá volverme loca. Me mira y respira, parpadea. De pronto...

- Me desafías constantemente... - Apenas es audible, como un pensamiento.

Trato de asentir, pero el peso de su cabeza me hace ardua la tarea.

Y me besa.

Delicado, lento y húmedo. Penetra mi boca con su lengua, que busca la mía, casi desesperada, y juntas se mueven, al principio a un ritmo suave, que con los segundos se vuelve desesperado.

Deja caer todo su peso sobre mi, y ahogo un gemido. Noto su erección sobre mi vientre. Me regodeo de felicidad, de solo pensar en lo que va a pasar.

Creo que no he sido consciente hasta este mismo instante de cuanto lo necesitaba y de lo mucho que lo echaba de menos. Ahora mi cuerpo se prepara, poco a poco se aclimata a la situación y me pide más.

En un solo movimiento coloca sus rodillas entre mis piernas y se incorpora, pero no me mira a la cara, se deleita observando mi cuerpo, como si fuese comestible, y antes de poderme dar cuenta sus manos se están apresurando por desabrocharme los pantalones. Casi sin pensarlo me saco los zapatos para que finalmente pueda deshacerse de mis pantalones de un tirón. Los lanza a la butaca marrón colocada al lado derecho de la cama.

La ansiedad se expande por cada célula de mi cuerpo. Siento el impetuoso deseo de tenerle más cerca, de sentirle por completo y de unirme a él.

No puedo evitar retorcerme en el sitio de puro deseo carnal, la parte más íntima de mi cuerpo late y bombea, necesita un poco de alivio.

Y como si hubiera leído mi mente, procede a calmar mis ansias, o a incrementarlas, no soy capaz de comprender sus intenciones. Desliza sus manos por mis caderas arrastrando la parte inferior de mi camiseta hacia arriba y despojándome de ella, dejando mi torso al desnudo. Con mucho cuidado se inclina y besa el centro de mi pecho. Se decanta por mi pezón izquierdo, y comienza a besarlo y a chuparlo, cuando siento su mano recorrer mi vientre, hasta llegar al punto en el que mis piernas se unen. Acaricia la zona al mismo tiempo que muerde el pezón, haciéndome gemir de placer. Continúa haciéndolo algunos minutos más, y siento que no voy a aguantar mucho más si sigue así, pero justo en ese momento me concede una pequeña tregua. No dura mucho, lo poco que tarda en desabrocharse el cinturón y bajarse un poco los pantalones, apenas le llegan al muslo. Eso me extraña.

Bien Duro (C. Tangana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora