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Lentamente y como si despertase de un sueño voy volviendo en si. No sé cuanto tiempo he estado sin conocimiento, pero siento una fuerte presión en la parte de la cabeza en la que me golpearon. Es un dolor laxo, pero aún así me cuesta abrir los ojos, sigo deambulando en el limbo de la consciencia y no me siento preparada para enfrentarme a lo que pueda pasar. Pero es extraño, poco a poco todo lo que me rodea va tomando forma cuando abro los ojos y todo tiene sentido ahora. Me cuesta no hacerme pis encima del puro miedo que siento.

Tal y como sospechaba pero me negaba a hacer frente, estoy atada a una silla de pies y manos, sobre la cabeza llevo una especie de saco, que deja pasar el aire pero a duras penas la luz, y por último y más agobiante, estoy amordazada. De vedad que estoy dando todo de mi por no entrar en pánico.

Intento tratar de controlar mi respiración agitada para así poder concentrarme en que sonidos escucho a mi alrededor, pero es inútil, mi pecho sube y baja a toda velocidad, y el aire que entra por mis fosas nasales me parece siempre insuficiente, por lo que deshecho esa idea de inmediato. Pero antes de que pueda pensar algo más sensato que hacer, comienzo a tratar de chillar con todas mis fuerzas, pero solo se escapa de mi boca un aullido sordo que probablemente nadie habrá oído. Pero una vez más me equivoco, lo sé en seguida cuando escucho a mis espaldas a alguien mandándome callar con un silbido suave. Y de la nada, se hace la luz.

Cierro de apresuradamente los ojos, para abrirlos tan solo un par de segundos después, no existe una luz cegadora aquí donde estoy, donde quiera que esté. Parece una fábrica abandonada y tan solo me viene a la cabeza la de muebles antigua que hay cerca del descampado... El descampao... De inmediato lo sé y lo asumo, se para que estoy aquí.

Al alzar la vista veo a un Raúl que sé perfectamente se está relamiendo de puro deleite de todo lo que quiere hacer conmigo o al menos con mi cuerpo, pero algo falla, no era él a quién vi, con quien quedé, pero ahora mismo soy incapaz de recordar quien era.

- Buenas noches Evita, por fin te despiertas. - Dice fingiendo calma cuando nuestras miradas se encuentran.

Lo conozco, está feliz, feliz y borracho.

- ¿No dices nada? - Y yo niego con la cabeza con un claro semblante que refleja repulsión. - ¿No? Bueno, no te preocupes, mejor, así podré hacerlo a mi manera...- Dice y comienza a caminar hacia mi, con cautela, los ojos como un loco y una sonrisa escalofriante que le desfigura la cara.

Pero de manera repentina suena un estruendo que viene de detrás de mi, fuera de mi campo de visión, asustándome de sobremanera, haciendo que cierre los ojos fuertemente, a modo de protección. Lentamente abro los ojos, para ver a un Raúl que tiene los ojos fijos en mi, pero que está inmóvil, de pronto, un reguero de sangre empieza a mancharle la cara, el cual tiene su nacimiento en el centro de su frente, claramente una herida de bala, limpia. Para cuando soy consciente de todo esto, su cuerpo cae a plomo sobre sus rodillas, se queda así postrado unas décimas de segundo, y finalmente cae boca a bajo. Irremediablemente chillo, pero suena tan amortiguado que es prácticamente inaudible. Siento paz, pero una parte de mi desearía no haberlo visto con mis propios ojos. 

- Ese cabrón pretencioso... - Dice una voz a mis espaldas, y de inmediato la reconozco, y recuerdo con quién me encontré en el descampado, pero, ¿qué sentido tiene todo esto? Una parte de mi clama por lo que pueda quedar de mi cordura y me pide que esté tranquila, pero la que más tiene los pies en la tierra me dice que el verdadero miedo lo debería empezar a sentir ahora.

Se pone en frente de mi, dándole una fuerte patada a lo que solía ser Raúl, desplazándolo unos pocos centímetros, pero abriéndose camino para posicionarse en el punto justo para que ambos tengamos una buena perspectiva el uno del otro, aún con la pistola en la mano derecha. Una vez en posición decide despojarse ahora de la capucha, dejando así salir a la luz su melena cubierta por trenzas que le cubren la espalda.

Bien Duro (C. Tangana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora