20.

603 45 5
                                    

Abrir los ojos y no verle, a eso ahora también le estoy llamando oscuridad. Es sorprendente la manera en la que tan fácil nos acostumbramos a los pequeños placeres humanos: sentir el calor que deja alguien con el que has compartido la cama, tomar café por las mañanas, compartir un cigarro o un tiro de cocaína, reírse borracho con alguien a quien quieres, o follar como animales. Y todas esas cosas siento que las he identificado con Antón. Siento que ya nunca jamás las volveré a vivir con la misma intensidad, con el mismo resplandor. He tocado fondo, otra vez, aún que quizá es que nunca remonté, quizá solo fue una ilusión. Claro que fue una ilusión, ahora lo sé. Nunca me ha gustado compadecerme de mi misma, sentir lastima por mi, pero ya se me ha roto el alma y el corazón de todas las maneras posibles, ya no sé que más podré soportar. 

Sigo intentando reestructurar mi vida, remodelarla para tratar de dejarla tal y como estaba antes de conocer a Antón, y sé que suena raro, y que ni si quiera Lola lo entiende, pero ya no recuerdo como me sentía antes de él. Es como si todo mi mundo pasional e interior anterior a él se hubiese quemado, y ahora que ya no está soy todo ruinas, me siento saqueada y desmantelada, no sé que sentir ni como hacerlo. Pero no paro de llorar. 

Siempre quise evitarle, pese a que cada centímetro de mi cuerpo le necesitase, y mi mente no parase de pensarle. ¿Mi fallo fue dejarme embaucar con tanta facilidad? Sí, con toda certeza sé que sí, pero, ¿qué podría haber hecho yo ante un profesional de ese calibre? He estado maniatada todo este tiempo mientras el huracán que ha sido él me arrollaba, como un tren de mercancías tóxicas. Y, ¡ay! Cuantísimo me gustaba...

"Pa ti no hay más hombres". "Yo he venido pa salvarte".

Me repito esas palabras, letra por letra, todos los días desde la última vez que le vi, pero más aún desde que vino Berta al bar. Intento encontrar el sentido a tantas mentiras.

Recuerdo la última vez que nos besamos, ha pasado mucho tiempo ya, pero si me concentro aún puedo sentir su incipiente barba rascarme las comisuras de los labios. Su lengua rápida colmando mi boca, y su boca buscando la mía entre miles de gemidos. El olor después del sexo... Mi cuerpo, mi cama y algo muy profundo en mi interior impregnados de su aroma, mi olor favorito. Todo su peso chocando contra mi, susurrando a gritos su nombre, mientras en gemidos y joderes, él decía el mío. Las risas, eso es lo que más voy a echar en falta. Su risa recorriendo el espacio y llegando hasta mi, sus carcajadas, hacerle y verle feliz, eso siempre me pareció un regalo. Llegar a pensar que una persona como yo, sin mundo recorrido, sin una belleza exótica o despampanante, sin gracia al caminar o al hablar, sin una mirada hipnótica y profunda, alguien tan simple y tan desastre pudo hacerle reír, incluso feliz, siempre me costó creerlo, ahora por fin se que todo fue mentira.

Llevo tiempo pensando en todo el tiempo que perdí, pensando en él, echándole de menos, cuando probablemente ni tan siquiera dedicó un segundo de su vida en pensar en mi.

Pero aún ahora, viéndolo todo desde la distancia, pienso, ¿por qué me salvó la vida? ¿Qué hacía allí? Asumí desde que recobré el sentido en su habitación de hotel que me había estado vigilando, que estaba interesado en mi y andaba pendiente de mi, pero ahora esa teoría de desmorona, porque no tiene sentido, a no ser que se tomase demasiado en serio su propio juego, y sinceramente es posible, pero me da miedo verle desde este nuevo enfoque. Al igual que tampoco entiendo su forma de marchar, dejándome tan desconcertada y tan llena de culpa por algo que en resumidas cuentas provocó él. No tiene sentido que me odie por besar a su mejor amigo, siendo que él ha tenido novia todo el tiempo que ha estado, por decirlo de alguna manera, conmigo. Si de algo me arrepiento de besar a Sticky fue por el daño que le pude hacer a él, que se enterase de que yo tonteaba con Antón, de hacerle sentir tan mal por reventarle a golpes y por hacerle huir.   

Bien Duro (C. Tangana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora