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A duras penas soy consciente de lo que pasa a mi alrededor. Oigo muchas voces, pero no reconozco ninguna, y estoy muy fatigada como para abrir los ojos, además una luz blanca cegadora se cuela por mis párpados, lo cual ya es suficientemente molesto como para intensificarlo abriéndolos. Respiro mucho mejor que la última vez que estuve consciente, me doy cuenta que tengo algo sobre la cara que proporciona casi aire a presión que se cuela por los orificios de mi nariz, sin tener que hacer yo el mínimo esfuerzo en aspirarlo.

Me duele cada centímetro del cuerpo, pero sobre todas, la cabeza...

Me despierto de un sobresalto.

- Ya estás despierta cielo, voy a avisar al médico. - Dice una voz, pero mis ojos aún no han terminado de enfocarse cuando sale por la puerta. Solo consigo ver la espalda de lo que creo que es una enfermera y tras ella la puerta cerrarse.

Estoy tumbada sobre la cama de lo que estoy prácticamente segura es un hospital, medio incorporada y cubierta hasta el pecho por una sábana. La levanto para mirarme el cuerpo y confirmar que estoy en el hospital, porque llevo la maldita bata. La luz entra suave por la ventana que hay a mi izquierda, debo estar en un piso elevado, porque no veo más que el cielo encapotado. Me retuerzo un poco intentando estirarme, pero un intenso escozor en el brazo derecho me obliga a frenar, cuando me miro, solo veo la vía que va unida al catéter, y del catéter al gotero. Mi ropa está perfectamente colocada sobre la silla que tengo en frente, eso me hace pensar en como habré llegado aquí. Solo estoy segura de quién no ha sido, eso me produce un pinchazo agudo en el pecho. 

Llaman a la puerta, me muevo nerviosa como cuando de pequeña mi madre me pillaba haciendo una trastada, pero vuelve a ser la enfermera. 

Lleva una bandeja  con comida, que deja a los pies de la cama sin decir nada. Es una mujer de mediana edad, lleva el pelo recogido en un moño bajo, pegado a la nuca. Es bastante corpulenta y regordeta, quizá algo más alta que yo. 

- ¿Cómo te has despertado? - Pregunta trasteando con el gotero.

- Bien. - Respondo, mi voz tiene mucha menos vida de la que me esperada.

- Me alegro querida - dice y me da una sonrisa tranquilizadora y amable - en seguida vendrá el médico.

- ¿Que hago aquí? ¿Cómo he llegado? - Pregunto, no pudiendo evitar sentir lástima por mi misma.

- Un guardia de la discoteca en la que estuviste presenció la pelea y fue a avisar a un compañero, cuando salieron te encontraron tirada en el suelo y llamaron a una ambulancia. - Dice cruzando todo mi lateral derecho, desde el cabecero hasta los pies, donde había dejado la comida. La desliza y la deja todo lo próxima a mi cuanto le es posible, acto seguido me incorpora un poco más.

- Ahora intenta comer un poco, lo necesitas. - Continúa.

- No tengo hambre. - Respondo, al segundo me arrepiento de mi tono de niña caprichosa, ella solo está haciendo su trabajo.

- Lo necesitas, confía en mi. - Dice en el mismo tono amable y se va.

La mañana transcurre tranquila, sigo esperando la visita del doctor que no llega. La enfermera ha vuelto a venir un par de veces, a cambiarme las bolsas, a recogerme los restos de comida y a ver que tal me sentía, a la tercera vez que me ha preguntado, la he confesado que como una planta, ese es mi estado de ánimo. Ha tratado de reírse ante una broma tan mala, y a mi me ha parecido compasiva. También me ha preguntado si quería avisar a alguien de que estaba ingresada, algún familiar o jefe, pero no, no tengo a nadie a quien avisar. Yo también he aprovechado a preguntarla por que tenía que estar ahí por un simple desmayo, pero solo se ha limitado a responder que esas cosas tendría que hablarlas con el médico.

Bien Duro (C. Tangana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora