14.

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Me despierto de un sobresalto, esta noche he dormido demasiado bien, dormir acompañada siempre ha sido un placer para mi, aun que prácticamente nunca lo practique. Estoy acostada de lado, mirando a la puerta, sus brazos ya no me rodean y en el fondo lo agradezco, quizá en este momento me sentiría agobiada. Siento su olor, casi toda la habitación huele a él, me regodeo en la idea de que al girarme estará él, veré su hermoso rostro dormido. Pero para mi decepción, cuando me giro lentamente, no está. 

Arrastro mi cuerpo fuera de la cama y voy hacia el salón, con la esperanza de encontrarlo ahí, pero tampoco. En la desesperada voy a la cocina, pero tampoco.

- ¿Antón? - Llamo, por si estuviera fumando en la terraza, pero como me temía, tampoco está.

Como me estaba empezando a temer, no está. Se ha ido. Estoy confusa. No lo entiendo, después de lo que me dijo ayer, algo fuera de tono para ser él, hoy no está, he amanecido sin él. Quizá sea por que no follamos, quizá esté enfadado, no lo sé, no le logro encontrar el sentido. Cada vez comprendo mejor que Antón es como el humo, no se puede atrapar, se escapa entre los dedos. 

El reloj de la cocina marca casi las 10 de la mañana.

Que madrugador, pienso.

Apoyo la frente en la encimera de la cocina y me estiro, aún estoy un poco cansada de ayer, pero me siento con fuerzas, esta tarde abriré el bar.

Asumo las evidencias y me auto convenzo de que ya tendré tiempo en otra ocasión de preguntarle por su apresurada marcha mientras saco la cafetera del mueble de mi derecha. Lleno de agua la parte inferior, y coloco el café molido en su sitio. Prendo el fuego y la coloco hasta que comience a hervir. Justo en ese momento suena el telefonillo, y no puedo evitar encontrarme rezando a lo más sagrado por que sea él.

- ¿Sí? - Pregunto al descolgar.

- Abre, que soy yo. - Me dice su voz, pero creo que a lo mejor es más divertido jugar, aun que sea un rato.

- No espero a nadie, lo siento.- Me delata el tono de mi voz.

Le escucho reírse.

- Pues va a ser una pena que estos churros se queden aquí fríos esperando a que decidas abrirme.

Nada más escuchar eso abro, y le escucho carcajear a través del telefonillo. Cuelgo.

Espero impaciente detrás de la puerta hasta que llame, me late el corazón como si hubiese estado corriendo durante horas. Pero es ilógico, le he visto hace escasas horas, no entiendo porqué él siempre consigue tener este efecto sobre mi, siempre quiero más, nunca es suficiente.

Golpea tres veces la puerta, instintivamente la abro de inmediato. Lleva la misma ropa de ayer, con la única diferencia en su imagen, de que tiene carita de recién levantado y está despeinado. Ahogo un suspiro de lo guapo que está. Lleva una bolsa de papel en los brazos, manchada al fondo de grasa.

Me echo a un lado abriéndole el paso, se limpia los pies teatralmente y pasa. Va directo a la cocina y deja la bolsa sobre la encimera.

- ¿Has preparado café? - Pregunta.

Como si no fuese evidente... Toda la casa huele ya a café.

- Sí, ¿prefieres otra cosa?

- No, no, café es perfecto, lo único si tuvieras un poco de whisky... - Dice apagando el fuego y retirando el café que debe estar ya hecho.

- Pufff - suspiro abriendo mucho los ojos y levantando las cejas, tengo los brazos en jarra - creo que whisky aquí no, sería bajar al bar y no me apetece ahora, tengo creo que algo de ginebra... Si te vale.

Bien Duro (C. Tangana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora