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Hoy tenía que irme a aquella mansión que tanto odiaba. Le había cogido asco a la casa solo por la persona que vivía en ella.

Cogí el metro y fui hasta allí. Se encontraba en las afueras de la cuidad, un barrio de alto standing. Con sus mansiones llenas de ventanales, rodeadas de árboles para tener intimidad, para esconder sus vergüenzas, pensaba yo.

Mi expresión cambió de asqueada a seria, cuando miré hacia arriba y vi que, a través de uno de los ventanales de su mansión, él me estaba mirando. Me esperaba sin hacer nada más. Cuando vio que le estaba mirando, se dio media vuelta y empezó a caminar, y se perdió de mi vista. Entonces, seguí mi paso y me acerqué a la puerta del jardín delantero. Cuando estaba a punto de llamar al timbre, la puerta se abrió. Me seguía vigilando. Este hombre me ponía los pelos de punta.

En la recta final de aquel horrible recorrido, llegué al porche y me aproximé a la puerta de entrada de la mansión. Esta vez no hice ni el intento de tocar el timbre. Una de las criadas abrió la puerta manualmente y con una expresión seria dijo:

- Señor Han, bienvenido. Pase, el señor le espera en el salón principal. - ¿Qué digo una expresión seria? Su cara no expresaba nada en absoluto. Asentí con una pequeña reverencia y entre en la vivienda.

Sabía perfectamente donde se encontraba el salón principal. Me había acostumbrado a pasear por aquella casa, y lo odiaba. Odiaba conocer la casa de memoria y que caminar por ella ya se hubiera vuelto algo normal para mí. Realmente detestaba la sensación de que mis pies estuvieran yendo solos porque sabían el camino.

-Jisung. Por fin llegas. – Se acercó a mí, rodeó mi cintura con sus brazos y me besó intentando parecer tierno. Se separó de mí con cara de preocupación. – ¿Estás bien, o el funcionamiento de tus cuerdas vocales se detuvo?

- Lo siento... No quería... - Realmente no sabía que contestar, pero tampoco hizo falta pensarlo, ya que mis palabras fueron cortadas. De repente sentí un fuete golpe el ojo izquierdo, un dolor al que no reaccioné. Simplemente me quedé perplejo esperando a que él, me diera una explicación por aquel puñetazo.

- ¡Te pago un sueldo por algo que no estás cumpliendo! ¿Te crees que soy tonto? Ambos sabemos por lo que estás aquí. ¿Por qué no te dignas simplemente a hacer bien tu trabajo? – Parecía furioso. Sentí como iba haciéndome más pequeño. Tenía miedo. ¿Qué era capaz de hacerme un hombre que me veía como un objeto? Bajé la cabeza y empecé a derramar lágrimas. Estaba asustado, ni si quiera podía pensar sobre lo que podría pasar. Simplemente empecé a llorar. Él se dio cuenta cuando mi respiración empezó a acelerar. – No, Jisung, cariño. – me puso su mano en el mentón y levantó mi cabeza para obligarme a mirarle a la cara. – No quiero que llores. Lo siento mucho.

- ¿Qué va a hacerme ahora? – Seguía atemorizado. Al fin y al cabo, yo era su juguete sexual, con el que podía hacer lo que quisiera mientras me pagara. Quería volver a casa y ser abrazado. Abrazado por Hyunjin.

Dejó ir una pequeña risa en su respuesta. Me miraba como si estuviera viendo algo muy tierno.

- Sígueme. – Empezó a subir las escaleras. Yo caminaba detrás, como perrito faldero. Sabía perfectamente a donde me llevaba. Esto solo había pasado una vez, y no quería que volviera a pasar. Pero me temía lo peor. Pasamos de largo su habitación. No quería, no quería. ¿Por qué debía hacerle caso? Yo solo quería ayudar a mamá. Llegamos. Aquella puerta doble de tonos rojos y negros, con una gran cerradura dorada que unía ambas puertas. Pensaba que nunca tendría que volver ahí.

Abrió la puerta lentamente. Entramos en la habitación. Debía soportar aquello, ya no podía decir más que no, pero no quería repetir un de nuevo. Él se dio la vuelta y cerró la puerta de nuevo. Lanzó las llaves, alejándolas de nosotros, éstas quedaron en el suelo.

Se aceró a mí por la espalda y me abrazó por la cintura.

- Jisung... Has sido un niño malo. – Me dio la vuelta y me cogió las manos. Miré su cara, él estaba concentrado en mis manos. Me atrevía a mirarle a la cara cuando no me miraba. De repente sentí como mis muñecas se chocaban fuertemente entre ellas. Sentí una ligera molestia al notar eso, lo que me hizo pestañear mientras encogía la nariz. Me había esposado. – ¿Y sabes lo que hay que hacerles a los niños malos para que aprendan? – Me mordí los labios resentido, pues sabía perfectamente cual era la respuesta. – Merecen un castigo. – Respondió su propia pregunta con una perturbadora sonrisa. Me empujó sobre la cama y me soltó una de las dos esposas para sacarme la camiseta y atarme al cabecero de ésta.

Iba a recibir mi castigo. Él tenía razón, estaba enamorado de Hyunjin.

Cerré los ojos y esperé a que todo acabara.

Fighting Against Yourself | HYUNSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora