Capítulo 2 - Acoplación

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Aunque las cosas parecieran estar llegando a su fin, había una posibilidad muy pequeña de sobrevivir. Todos ya notamos cuál era con anticipación. Era bastante arriesgada, pero era más arriesgado quedarnos ahí tratando de matar Corredores sin siquiera armas, pues habían quedado en los dormitorios. Había una compuerta en el techo, pero no teníamos forma de subir. 

-Te sostendré con mis manos, así subiremos... No lo pensamos más, ¡Vamos! -Exclamó con impaciencia y agitación Philip.

Le ayudó primero a Briana, luego a Lydia. Luego Zac le ayudó a Phillip. Quedábamos Verónica y yo. Los 20 Z estaban a más o menos ocho metros de nosotros. Ella estaba en shock, y no quería reaccionar.

-¡Verónica!, ¡Muévete! -Le grité, hablándole de todas las maneras posibles-.

Me acerqué entonces para ayudarla, pero me empujó hacia atrás. Parecía estar en otro mundo. No era la misma.

-Vete. No vale la pena... ¡Vete! -Dijo ella mientras se entregaba a los zombies lentamente-. Te dije que no quería esto... no es lo mío -Concluyó ella, dándose vuelta, y mirándome con una mirada de tristeza-.

No podía demorarme más. Ella sólo fue caminando hacia los Z. Ni siquiera un grito salió de su boca. Frente a mí estaba siendo devorada la chica que llevaba queriendo por mucho tiempo, con la que me reí incontables horas, con la que creí pasaría todo el apocalipsis. Su cuerpo cayó al piso, y con el los Corredores que le perseguían para seguir alimentándose. Su rostro se veía entre las piernas y cuerpos de los Z. Una lágrima bordeaba su mejilla y caía al suelo en madera. Ahora yo estaba en shock, no pude hacer nada para salvarla, ella se negó a seguir, era lo que quería. Philip y Zac me gritaban que la dejara, que siguiera yo.
Los Z se devoraron a la chica en un dos por tres, y diez segundos después comenzaron a ir a por mí. Finalmente reaccioné, estando a 3 metros de mí. Philip y Lydia me tomaron las muñecas, y de un solo impulso me alzaron hasta dar al suelo de la azotea.
No sabía qué hacer ahora, no lo podía creer. No sabía cómo sentirme. Era una mezcla de dolor, impotencia y dolor. No pude despedirme, ni siquiera hablar sobre el cómo se sentía con todo esto. Sí, ella se negó a decirlo, pero si hubiera insistido quizás la habría convencido de hacer las cosas diferentes.
Me fui hacia un rincón sin decir una sola palabra, y me tiré sin ganas al suelo. Nos tocó esperar a que los Z se fueran.

-¿Cómo te sientes hermano? –Me preguntó Philip después de dos horas, mientras se sentaba a mi lado-.

-Es una mierda... era nuestra amiga, era... ¡Agh! –Dije desesperado y angustiado-. ¿Tú por qué estás como si nada? -Juzgué.

-No lo estoy, de verdad que me duele... Vero era una buena amiga. Con su sonrisa contagiosa nos hizo salir de momentos incómodos. Su brillantez nos salvó de malas notas... Yo, yo soy un tonto para hablar de cosas así, las palabras no me salen, y... te di tu tiempo porque sabía que no sería bueno hablarte justo tras lo sucedido.

-No sigas, por favor. –Dije enojado, para después pensarlo mejor y mirarle a la cara por fin-. Lo siento hermano, es sólo que...

-No te perdones, créeme que te entiendo, y oye, no estás solo, ¿Sí? –Afirmó él, tocando mi hombro, y finalmente parándose para ir junto a Briana-. Somos lo único que nos queda, es algo que cobra sentido ahora.

Aquella madrugada fue un abre bocas, sólo una pequeña muestra del precio de vivir en un mundo así. El tiempo pasaba, ellos dormían, mientras Philip se quedó toda la madrugada conmigo, intentando sacarme una sonrisa, la cuál nunca llegó. Las pocas horas que quedaban para el amanecer se pasaron muy rápido. Pudimos notar que estaba amaneciendo, ya que por una pequeña ventana que había en aquella azotea, el sol se hizo sentir. No pude dejar de pensar en lo que pasó. Me sentía vacío. Ahora, quizás todo sería así, un día tienes a un amigo, al otro está convertido en Z.

The InfectionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora