Capítulo 32 - Infiltración

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Teníamos que pensar muy rápido, también evaluar las posibilidades. Quizás no viviríamos si nos íbamos en los camiones.
Antes de que arrancaran y nosotros tomáramos una decisión, un soldado gritó algo para que el resto de uniformados lo escucharan.

"¡Vamos, rápido! ¡Las órdenes son activar las bombas después de habernos ido!"

Lo que nos puso a pensar mucho.
Teníamos que subir sí o sí.
Nos hicimos detrás de unas cajas. Los soldados no nos habían visto, ya que en este camión al parecer iban las provisiones.
Después de avanzar más o menos cien metros, el lugar explotó y sólo quedaron ruinas.

-¿Todo bien? -Le pregunté a Laura-.

-Sólo seamos sigilosos, y hagamos bien las cosas. Puede ser una gran oportunidad.

-¿Para?

-Morir.

Llegamos a dicha base.
El vehículo paró, y se escuchaba como los soldados bajaban de los camiones.
Muchas voces. Teníamos miedo.
¿Qué nos depara esta nueva aventura en el apocalipsis?
Gritos, órdenes. Desesperación en nosotros.
Estábamos aún escondidos.
Dos soldados abrieron la compuerta de este camión. Comenzaron a sacar las cosas.
Nos iban a ver y nosotros sólo estábamos ahí, sin poder hacer nada.
Cuando ya no pudimos escondernos, y nos iban a descubrir, nos encontramos con una grata sorpresa.
La persona que llevaba el inventario de todo era una chica de nuestra comunidad.
Ella hizo una cara de preocupada, y acto seguido sacó una pistola de lo que parecía ser para dormir, y nos disparó a los dos.
Despertamos, y me di cuenta de que estábamos encerrados, pero con unas vistas muy raras. Podíamos ver la ciudad.
Nos incorporamos tan rápido como pudimos, y salimos de la habitación.
Corrimos sin mirar a ningún lado.
Nos intervino un soldado, estaba tranquilo como para ver lo que estamos haciendo.
Nos retuvo ahí, y llamó por radio a alguien.
Ese "alguien" llegó. Era el gerente del lugar, o por lo menos el encargado.
Parecía vendedor de un producto, de esos que te preguntan si quieres ser tu propio jefe.
No le importaba quiénes éramos, ni de dónde éramos ni cómo habíamos llegado hasta acá.
Esto era raro.

-Me llamo Parick. Confíen en mí. Vengan, les haré un tour.

En cada rincón había un militar.
¿Dónde carajos estábamos?

-Disculpe. Cuando despertamos me pareció ver que estamos en una ciudad, ¿Cómo es eso?
-Así es, acompáñeme. -Respondió Parick-.

Nos llevó a su oficina, donde nos comenzó a explicar todo.
Esto era lo que quedaba del gobierno americano, o eso dijo él.
Tenían como idea repoblar el país, y para eso comenzaron con una ciudad un poco grande.
Militarizaron la cuidad. Mataron a todo lo que había a su paso vivo y muerto en lo que quedaba de ciudad.
Ya habían amoldado lugares para hacer desde laboratorios, hasta casas en perfectas condiciones.
Era lo que toda persona en el apocalipsis deseaba.
El proyecto había comenzado hace más o menos un año, pero que, según él, no lo habían llevado a cabo porque la ciudad tenía un problema, y era que era algo así como una isla. Sólo había acceso a este lugar si se pasa por un puente.
Un nuevo mundo.
De repente, aparece un chico que le informa algo al oído al hombre este. Parick pide perdón y sale del lugar. El chico, al salir, voltea y le da una mirada coqueta a Laura.
Laura y yo nos miramos, ella mira con asco, y yo con celos.

La misión ahora era encontrar la forma de comunicarnos con Philip, Briana, Chloe, y Emma.
Salimos de la habitación en busca de la chica del inventario.
Algo no me cuadraba. Las personas que trabajaban en este edificio no eran normales.
La chica seguía haciendo el inventario.

-Oigan, perdón, reaccioné mal, lo sé, sólo me asusté, no lo veía venir. -Exclamó ella-.

-No te preocupes, sólo... -Alcancé a decir, pero ella me interrumpió un poco asustada-.

-Tienen que irse en cuanto puedan. No tengo tiempo para explicarlo, pero no cometan el error de quedarse aquí. -Dijo ella, siendo esto lo último que escuchamos antes de que ella se fuera-.

Le hicimos caso, y salimos del edificio.
Era demasiado raro ver gente por las calles.
De repente, aparece un camión de la nada, y suelta decenas de Z. Lo mismo que nos pasó a nosotros hacía un par de días. Comencé a atar cabos sueltos.
Los militares llegaron y acabaron con todos los Z. Luego uno de ellos, se paró en un vehículo.

-No tienen nada qué temer. Acá siempre estarán protegidos, ¡He aquí una muestra de ello! -Gritó el militar-.

Laura y yo no entendíamos la razón de tener que venderles una idea que, tarde o temprano dejaría de ser así.
Salimos de la plaza, sin rumbo fijo.
Exploramos la ciudad. Todo estaba lleno de militares.
Llegamos a un punto donde había un reja, y no nos dejaban pasar.
Los soldados dijeron que era el límite de la cuidad, y que detrás nos encontraríamos con la realidad.
El soldado sacó un scanner, o algo así, y nos revisó el brazo. No habíamos notado lo que teníamos tatuado. Era un código de barras.
Según los resultados de ese scanner, Laura y yo estábamos autorizados para hacer lo que quisiéramos en la ciudad, siempre y cuando no hiriéramos a nadie.
¿Cómo era esto posible? ¿Quién nos tatuó esto?
Incluso, ya teníamos asignados lugares para dormir, así que nos dirigimos hacia ellos, según nos lo indicaron.
Llegamos a lo que podrían considerarse "Viviendas".
El ambiente era distinto acá.
En una ciudad así, en medio del fin del mundo, con tantas cosas buenas, tú podrías pensar que la gente estaría afuera de sus casas, celebrando con los vecinos, o cosas así, pero este no es el caso.
Era un ambiente pesado, y a eso me refería con distinto.
Con el mismo código de barras abrimos la puerta de la casa.
Era muy linda. Me traía recuerdos de mi vieja casa, antes de toda esta mierda.
Tenía todo lo necesario.
Pero como todos lo saben perfectamente, no nos podíamos quedar quietos, así que buscamos otra salida.
Necesitábamos una radio.
Le dije a Laura que me acompañara a buscar la radio, pero ella dijo que se quedaría acá revisando y buscando una salida más discreta.
Salí entonces solo.
Toqué en la casa de un vecino. Nadie respondía, y cuando ya me estaba yendo, una señora me abrió la puerta. Se veía asustada. Le pregunté que si le pasaba algo, pero ella no dijo nada.

-¿Tiene usted de pronto una radio que me pueda prestar? -Pregunté yo amablemente-.

-No. Le pido por favor que se vaya. -Respondió la señora, quien se notaba un poco alterada-.

Al decir esto, no se refería a que me fuera de su espacio, sino del lugar en general, de la ciudad. Le agradecí, me di media vuelta y me fui. Todo estaba muy tenso. Comencé a sentirme mal.

-Todos los ciudadanos nuevos, por favor acercarse al punto de vacuna. -Avisó un megáfono-.

¿Vacuna? ¿Cuál vacuna?
En eso me interviene un vecino, y me dice lo mismo que la señora, que me fuera antes de que fuera tarde. El señor dijo que nos estaban matando con esa vacuna, que realmente no era una vacuna. Entonces ahí fue cuando pensé, y terminé de atar los cabos. ¿Recuerdan el nuevo virus que andaba por ahí que enfermaba a las personas, del que habló Chloe? Se los presento. ¿Por qué lo hacían? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que quieren acabar con miles de personas inocentes que habían logrado sobrevivir después de no recibir ayuda por parte del gobierno.
Tenía que volver a la casa para informarle a Laura que teníamos que irnos lo más pronto posible.
Caminé rápido, sin parecer sospechoso, y llegué.
La puerta estaba abierta, así que entré con precaución.
Cuando cierro la puerta, y miro hacia la derecha, me encuentro con una sorpresa desagradable que hizo que se formara el caos.

  Cuando cierro la puerta, y miro hacia la derecha, me encuentro con una sorpresa desagradable que hizo que se formara el caos

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