Capítulo 19 «Entre la espada y la pared»

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El Domingo llego, los rayos del sol iluminaron mi rostro, haciéndome dar cuenta de que había dormido a la intemperie, y que la parte superior de mi traje de baño estaba enterrada en algún lugar de esta playa. Charlie se encontraba a mi lado, durmiendo boca abajo con un poco de arena en su boca, aún así, no podría verse más hermoso

Reí observándolo, y cubrí mis pechos desnudos con las sábanas al percatarme de que la gente me observaba con desagrado, sorprendiéndose ante la escena

«Como si jamás lo hubieran hecho. ¡Pff. Por favor!»

Cuando finalmente logré encontrar la pieza faltante de mi traje de baño, me levanté para despertar a Charlie, que dormía como un niño sin preocupaciones

—¡Charlie, despierta! —susurré para no asustarlo —. Amor, la gente nos está mirando -dije en un intento de despertarlo

Él solo se movía, levantaba la cabeza buscando con la mirada perdida quién sabe dónde, se abrazó a mi cintura, besándome repetidas veces

—¿Y qué importa si la gente nos mira? —habló con la voz un poco más ronca de lo normal, frotándose los ojos —. Te apuesto a que muchos aquí vienen a lo mismo que nosotros —Sonrió recuperando finalmente el enfoque, mirándome con dulzura y picardía a la vez

Negué con la cabeza, extendiendo una amplia sonrisa de oreja a oreja en mi rostro

—Si -confirmé seria —. Pero al menos trajeron carpas para no parecer vulgares hippies drogados —Observé alrededor, contemplando las carpas coloridas tendidas en la arena —. Vamos. Ayúdame a buscar mi top —pedi golpeando su pierna

—Si lo encuentro.... ¿Te lo puedo volver a quitar? —preguntó con una sonrisa atrevida, alzando las cejas

—Eres un enfermo —Entrecerré mis ojos hacia él, fingiendo desaprobación, resoplando una pequeña risita —.¡Lo encontré! —dije cuando finalmente encontré aquel top blanco con rayas negras que llevaba puesto la noche anterior —. Vámonos de aquí —dije levantándome del suelo, sacudiendo la arena de mi cuerpo

Caminamos tranquilamente por la playa, como si la arena no quemara en nuestros pies, como si el amor a parte de ser ciego, como dicen, también te impidiera sentir cualquier tipo de molestia o dolor

—Mira eso —Señaló Charlie hacia un puesto de cosas de playa. Había gran cantidad de juguetes para niños. Palas y baldes, pelotas, entre otros artículos, como lentes de sol, sombreros, y collares, que según los vendedores, servían para dar suerte a los desafortunados en el amor, y también para dar suerte a los matrimonios, para que duraran por siempre

—¿En serio crees tal cosa, Charlie? —pregunté incrédula en susurro, al escuchar todo lo que la señora nos había contado —. ¿No será un truco de esa gente para vender estas cosas?

—Creo que todo es posible si hay amor de verdad —Me dio vuelta para ponerme el collar

Quedé maravillada ante el hermoso collar de madera en forma de corazón que tenía un dibujo de una playa

—Tienes razón —dije admirando la pieza que colgaba en mi cuello

Él avanzó detrás de mí, y por impulso subí a su espalda, como los típicos juegos de las parejas que se suelen ver en las películas de veranos interminables.

Y así me sentía yo. Con ganas de que ese momento fuera eterno al lado de la persona que amo

—Tengo que llamar a Diana —recordé, bajándome de su espalda —. Hoy tenemos que volver a San Francisco —Suspiré decepcionada de que nuestra luna de miel adelantada no fuera eterna, como queríamos

El amor de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora